LA CONJURA

sábado, 30 de julio de 2016

BARTLEBY, EL ESCRIBIENTE


DE: Herman Melville




Mediados del siglo XIX. 

Melville, escritor norteamericano, autor de Moby Dick, aventurero y viajero, y cuya obra se caracteriza por explorar temas psicológicos como Dostoyevsky .“Bartleby, el escribiente” es un librito de poco más de cien páginas, incluida las ilustraciones y el gran tamaño de la letra (Editorial Nordicalibros).

Se lee rápido. Nos recuerda la condición contingente (posible) del ser humano. Puede ser o no puede ser.  Ninguna acción puede vencer esa condición. He llegado a esta conclusión después de una larga charla con mi maridito, aunque todavía me parece muy místico, metafísico y medieval y poco del positivista y tecnológico siglo XIX.

Un abogado contrata a un copista para su bufete en Wall Street. Mientras los otros empleados tienen sus tiempos planos, el recién llegado resulta ser un incasable trabajador. No habla, no se relaciona, apenas come y ni siquiera levanta la cabeza de su escritorio. Ahora bien, sólo hace eso: COPIAR y COPIAR. Y cuando le piden otro tipo de trabajo fuera de copiar, como comprobar textos, enviar cartas por correo, o simplemente recibe la orden del jefe “venga usted a mi mesa”se niega en redondo utilizando siempre la misma frase, dicha con un tono muy amable:

“PREFERIRÍA NO HACERLO”

No es que Bartleby, cuando se niega a realizar su trabajo, se enfrente a sus superiores, ni tampoco es que se le concedan privilegios. Es otra cosa muy distinta. Lo que en principio podría constituir un desacato a la autoridad se convierte en un hecho desconcertante para el abogado, jefe del bufete, y para el resto de trabajadores. Bartleby más bien parece un ser indefenso, alguien fuera de la realidad.

Pronto, en la oficina, se atribuyen ciertas exoneraciones a las tareas de Bartleby, y aunque en ocasiones se intentaba razonar con él, casi como si fuese un niño, siempre terminaba con la misma frase:

“PREFERIRÍA NO HACERLO”

Con el tiempo, en la oficina, el personal se expresa también en esos términos. Inconscientemente, incorporan a su vocabulario el verbo “preferir”, verbo, casi prohibido en el bufete y que irrita especialmente al jefe.

¿Por qué no despiden a Bartleby?
Porque Bartleby no resulta indisciplinado, ni antipático, sino incomprensible y misterioso y sobre todo CONMOVEDOR.

Me senté de nuevo, cavilando qué debía hacer. Avergonzado, como estaba, por su comportamiento y decidido, como había venido, a despedirle según entrara en la oficina, sentí, no obstante, por raro que pueda parecer, que algo sobrenatural llamaba a mi corazón y me prohibía llevar a cabo mi propósito, a la vez que me acusaba de villano si osaba pronunciar una sola palabra amarga contra el más triste de los hombres.

Llega el momento en que Bartleby deja de trabajar, ya no copia y se mantiene ausente en el despacho, de pie frente a la ventana, mirando el muro por el que se conforma el tragaluz.



El abogado siente una gran curiosidad por él, un individuo sin pasado, convertido en un vegetal ¿qué extrañas razones lo han llevado a esta situación? , y decide dejarlo allí, como parte material de la oficina.
El despacho se traslada y venden la oficina, con el señor Bartleby incluido. Y es que cuando le dicen “Debes abandonar la oficina” él contesta:

“PREFERIRÍA NO HACERLO”

Pero, así es; a menudo sucede que el contacto constante con mentes intolerantes agota finalmente las mejores determinaciones de los más generosos. Aunque, sin duda, si lo pienso, no es nada raro que a la gente que venía a la oficina le sorprendiera el extraño aspecto del misterioso Bartleby y que, además, se sintieran tentados a dejar caer ciertas observaciones siniestras sobre él.


Al final, el lector obtiene información sobre la vida de Bartleby y la causa de su  extraño e insólito comportamiento. Podría contarlas aquí, pero preferiría no hacerlo y no hacer spoiler. Mi maridito sostiene que Rajoy repite la misma frase en la Moncloa cuando todos le están diciendo  ya que la abandone..



martes, 26 de julio de 2016

EL DOMADOR DE LEONES



DE CAMILLA LÄCKBERG





A mediodía y bajo un sol de justicia, me dirigí a la nueva librería. Mientras esperaba mi turno, se me ocurrió coger esta novela. En realidad había ido a encargar otro libro muy distinto, pero cuando vi éste, y como tenía ganas de leer cosa ligera, (y no lo digo en tono peyorativo) lo añadí a la cesta de la compra.

En mi pueblo hay dos librerías. En una de ellas—además de libros— hay gran cantidad de mochilas y diverso material escolar. Entiendo que hay que vender artículos, diversificar riesgo y ganarse la vida, sobre todo en una ciudad tan pequeña como ésta, pero lo que no me gusta es la actitud indolente con el que te atienda la empleada, y no es que sea antipática, no, sino que muestra por la literatura escaso o nulo interés.

Sin embargo, en la nueva, puedes comentar los libros, buscar tranquilamente sin que te miren mal y darte el placer de abrirlos y hojearlos. Además, al dueño le gusta que le encargues otros que no tiene. El hombre se pone rápidamente en el ordenador, y manos a la obra, busca editoriales y ediciones. Y te atiende con una sonrisa.

Novela piscinera la de Camilla, que por lo visto es una saga.

La pareja formada por Patrik Hedström policía del pueblecito de Fjällbacka, (Suecia), y su mujer Erika Falck, escritora de literatura criminalística, resuelven el caso de varias niñas secuestradas y asesinadas de forma sádica. A las niñas les han cortado la lengua, perforado los oídos y extirpado los ojos. Sólo un psicópata puede cometer tales crímenes.




El argumento es previsible. De hecho, adiviné quién era el asesino desde el principio. Y la estructura de la novela es recurrente. Para crear suspense, utiliza el pobre recurso de cortar los capítulos por su parte más interesante, justo cuando se va a desvelar algo importante y pasar luego a otra trama o hilo.

Por ejemplo, cuando se va a descubrir el nombre del asesino, corta la redacción y se pasa a la historia de la hermana de la protagonista y su marido, personajes irrelevantes, que si se divorcian o no o si se dan una nueva oportunidad. Esto desespera y te entra una mala leche. En ese punto de la historia ¿A quién diablos le interesa ahora estos dos? ¿Y a mí QUÉ ME IMPORTA si se dan o no una nueva oportunidad?

ALLÁ ELLOS.



viernes, 22 de julio de 2016

EL BAR DE LAS GRANDES ESPERANZAS



J.R. MOEHRINGER




J.R. vive en casa de sus abuelos. Es una casa destartalada, ruidosa de paredes desconchadas que cuenta con un solo aseo para doce personas. Sin embargo, lo verdaderamente difícil es la convivencia con su excéntrico abuelo, con la tía Ruth y sus hijos, con el tío Charlie y con su madre. Los insultos, los gritos y las peleas son habituales en la familia cada día.

Sin referente paterno desde muy niño y desesperado por tener una familia y un hogar, J.R. idealiza el “Dickens” el bar donde trabaja el tío Charlie. De cada uno de los hombres (bebedores, artistas, trabajadores, poetas) que frecuentaban el bar tomaba una lección, un gesto, una filosofíaSon héroes.

Pero ese Faulkner era un borracho o qué, ¿eh? Por cierto que tengo que ponerle ruedas de nieve a mi Chevy. Todos los escritores son unos borrachos. ¿Cuánto piden por unas ruedas nuevas hoy en día? En ese caso tal vez yo tendría que hacerme escritor, si lo único que falta es beber. Antes de poder escribir tienes que saber leer, atontado. De todos modos ¿qué significa ese título, El ruido y la furia? Creo que he visto unas Michelin de oferta en Sears. McGraw dice que es Shakespeare. Pues si tanto sexo practican en esas ruedas quizá sería mejor que el libro se llamara El ruido y la Firestone. ¿Cómo puede Firestone plagiar de esa manera a Shakespeare?  Dirás Faulkner. ¿Y yo que he dicho? Has dicho Firestone, Einstein.



Una novela sobre un bar, EL DICKENS. El lugar donde refugiarse, si tienes sed y hambre, cuando estás contento y cuando estás triste y callado. J.R. irá y vendrá. Se desplaza a Arizona junto a su madre, se matricula en la universidad de Yale, y trabajará en un periódico en Denver. Pero SIEMPRE, SIEMPRE, volverá al Dickens.

Y la historia también de la madre. La lucha de su madre por sobrevivir.

La cámara se agitaba sin control [] y al final aparecía una mujer menuda sentada en el escalón. Sostenía un bebé en el regazo. Lo acunaba, lo mecía, le susurraba algo al oído: un secreto. Él volvía la cabeza hacia ella. Éramos mi madre y yo hacía veinticuatro años.
Era evidente que aquellas imágenes habían sido filmadas después de que mi madre regresara a casa del abuelo, poco después de que mi padre hubiera intentado matarla, pero aquello no era posible, porque no había rastro de miedo en los ojos de mi madre. Parecía contenta, confiada, una mujer con dinero en la cuenta corriente y un futuro brillante a la vista. Pensé que estaba ocultando lo que sentía a los abuelos. No quería que se preocuparan. Y entonces lo entendí. No era a ellos a quien pretendía engañar.

Aquella era la primera mentira que mi madre me decía a mí, y estaba grabada.
¿Cómo lo conseguía? Sin educación, sin dinero, sin perspectivas, ¿cómo conseguía mi madre parecer tan valiente? Acababa de sobrevivir a mi padre, que le había puesto una almohada en la cara y había apretado hasta que no podía respirar, mientras la amenazaba con una navaja de afeitar. [] Pero al mirarla no se le notaba. Era una mentirosa extraordinaria, una mentirosa brillante, y también conseguía mentirse a sí misma, lo que me llevaba a percibirla bajo una luz totalmente nueva.
Entendí que debemos mentirnos a nosotros mismos de vez en cuando, decirnos a nosotros mismos que somos capaces y fuertes, que la vida es buena y que el trabajo trae recompensas, y que después debemos intentar que nuestras mentiras se hagan realidad [] era uno de los muchos regalos que me había hecho mi madre.


miércoles, 20 de julio de 2016

I PURITANI



de Bellini






De nuevo otro fin de semana en Madrid, con el calor que hace. Esta vez solos, maridito y yo, a ver la ópera “I Puritani”  en el Teatro Real de Madrid. “El Real” como le llaman los entendidos.

Ha sido una excelente noche, aunque muy distinta a la del “Palau de la Música” en Barcelona cuando fuimos a ver a JonasKaufmann.
Para empezar, el pequeño-grande  y coqueto teatro real estaba a rebosar media hora antes de que empezara la representación. Allí, se respiraba un ambiente culto, de cierta élite, clásico, un poco chic, según donde miraras. Sí, pero con todo, un ambiente carca que no se puede disimular. “Nada de corbatas”- le dije a mi marido.

La joven que me pidió paso en mi fila, una rubia bajita a la que acompañaba un trajeado jovencito del PP, ni siquiera me miró a la cara, cuando yo me levantaba de mi asiento, sonriente y amable, para cederle el paso. El señor de al lado, al que acompañaba su esposa de rostro sumamente antipático, no tuvo ni unas buenas noches ni un gesto agradable o atisbo de saludo. “No será costumbre”- me dice mi pareja.
Sin embargo, la pareja de ancianos de atrás eran muy simpáticos y sonrientes, y nos indicaron cuál era nuestros asientos. Se les veía contentos y disfrutando de la velada. ¡Seguro que eran de fuera de Madrid!

Luego, en el descanso, toda esa fauna, sale al vestíbulo a tomar una copa de champán. Allí se miran y se remiran y comentan lo bien que ha cantando  la Danrau, y lo increíble del Camarena  y lo valiente que ha sido en los sobreagudos.




Los más entendidos, a la salida, comentan entre ellos, que no contempló emitir el fa 4 en el “Credeasi misera” optando por emitir dos Re 4, algo apurados.

A mí esos tecnicismos me dan igual. Entiendo sólo lo necesario y  lo justo para permitirme disfrutar. Sería como si yo, que soy economista, hablara de la propensión marginal del consumo y su derivada a todo aquel que constata la crisis económica.

Y es que esta ópera de Bellini requiere de altas cualidades vocales. Así que el Teatro Real ofreció un reparto que le hiciera justicia: el tenor mexicano Javier Camarena y la alemana Diana Damrau.




La acción se desarrolla en Inglaterra en el siglo XVII durante el enfrentamiento entre realistas (que apoyaban a los Estuardo) y puritanos (a favor de Oliver Cromwell).
Elvira y Arturo están enamorados. Pero Arturo que es soldado realista ayuda a escapar a la reina, esposa de Carlos I, prisionera en el castillo. Elvira que desconoce este hecho, se ve traicionada y enloquece cuando le comunican que su amado acompañaba a una mujer, cuyo rostro ocultaba precisamente con su velo de desposada. Loca de amor, encuentra a Arturo en el bosque cuando está a punto de ser apresado por las tropas puritanas. Finalmente, Cromwell gana e indulta a todos los prisioneros.



Todo ello se resume en el dilema: Amor o Patria.

Arturo decide salvar a la patria (a la reina) y no a su Amor.

La Damrau estuvo bien, tenía una voz dulce y aterciopelada, y  una gran interpretación. Sin embargo, fue el mexicano Camarena quién triunfó.

Conforme avanzaba la representación más gustaba el “chamaco gritón”. Así lo llamaban de niño. Y Se le veía emocionado cuando al finalizar se llevaba la mano al corazón, mientras recibía una fuerte ovación, la más larga. Nosotros, que estábamos en primera fila, podíamos verlo perfectamente. Entonces mi maridito, entre aplausos y bravos, dijo “Viva México”, esto es, con acento mexicano. Y el señor de al lado con mujer antipática,  por fin, sonrió.













martes, 12 de julio de 2016

EL BOSCO AL DESNUDO



AUTOR: HENK  BOOM

Madrid. Siempre que visito el Prado voy a ver el cuadro de  “Las lanzas” o “La rendición de Breda” de Velázquez y el tríptico “El jardín de las delicias” del Bosco y, cómo no,  me doy una vuelta por la sección de Goya, echándole un ojo al Greco del que salgo corriendo pues da yuyu.

Otra cosa que hago es pararme ante el cuadro “El conde duque de Olivares”, que está en la misma sala que el de “las Lanzas”. Retrocediendo y  tomando una distancia relativa se puede ver en el suelo un enorme socavón por el que está a punto de precipitarse el caballo del conde, cosa que no se aprecia en las fotografías. Por lo visto y según le confesó en una ocasión un pintor allí apostado a un amigo mio, a Velázquez no le caía demasiado bien el todopoderoso conde duque de Olivares.




Como hace unos días maridito y yo y unos amigos visitamos la exposición que conmemora el V centenario de la muerte del Bosco, me compré el libro “El Bosco al desnudo” a ver si me aclaraba algo de este enigmático pintor y de su extraño lenguaje figurativo. ¿Qué significado tienen los animales, los búhos, las aves? ¿Y las fresas, los mejillones?  ¿O Los instrumentos musicales en el infierno?






Y es que sabemos más de Marte que del Bosco

Eso pensaba yo, aclararme,  pero lo cierto es que el libro no me ha desvelado gran cosa acerca de la personalidad de este genial pintor. El autor se limita a citar a otros exegetas bosquianos y hablar de sus  respectivas tesis.  Así que termina el libro diciendo que: "El misterio de Bosch nunca se resolverá".

Según el autor, hay diversas teorías de interpretación:

Dicen unos que para comprender al Bosco hay que conocer el medievo neerlandés y sus mitos y folclore. Otros, que el autor padecía de soledad y aburrimiento y que debía de consumir alucinógenos para poder plasmar aquellas imágenes oníricas surrealistas con su pincel. También que era ateo e integrante de la secta de los adamitas. O todo lo contrario, que era creyente aunque crítico con la iglesia.





Parece que no se aclaran.

Lo que sí es cierto es que Felipe II, católico y devoto, y uno de los monarcas más papista que el papa, tuvo la colección más importante del Bosco, al que admiraba, tanto que, a la hora de su muerte en el Escorial, mandó colgar en la alcoba dos obras principales del pintor: El jardín de las delicias y La mesa de los pecados capitales.

¡En fin! Son mucho más esclarecedores los propios folletos que reparte el Prado a la entrada de la exposición y estos magníficos enlaces.

El Bosco sirvió de inspiración a otros artistas.

  • Quevedo, por ejemplo, se basó en la imaginería del pintor para recrear sus visiones cargadas de burla y sátira en su obra “Sueños”.
  • Baltasar Gracián, en su obra el “Criticón”, una vasta alegoría de la vida humana, donde aparecen monstruos mitad humanos: “Haced cuenta [] que soñáis despiertos: ¡Oh, qué bien pintaba el Bosco! Ahora entiendo su capricho” Porque los hombres andan con la cabeza para abajo y los ciegos sirven de guía a los demás. “Así va el mundo”.
  •  El filósofo y escritor rumano Mircea Eliade, y el filósofo político Carl Schmitt y Eugenio D’Ors, todos ellos impresionados por la obra del Bosco. Y concretamente con el “Jardín de las delicias “y el detalle inferior del panel central donde tres mujeres llevan una liana en la que cuelga una berenjena. Schmitt llevó reiteradas veces a D’Ors al Prado  para que observara este detalle.

  •  El genial Jacek Yerka, pintor polaco surrealista e influido por el Bosco.







Al salir de la exposición, maridito compró dos subcarpetas del merchandising; una era "el paraíso" del jardín de las delicias para guardar los exámenes de los alumnos que aprueben y la otra "el infierno", para los que suspendan. Yo, por mi parte, compré una chapa de un gatito con un ratón que sale en la parte inferior izquierda del jardín del edén.



La mejor, la más extensa y más importante exposición realizada hasta ahora sobre el Bosch...





domingo, 3 de julio de 2016

CARTAGENA INEXPUGNABLE

Cartagena en la antigüedad. Editorial Áglaya.
Autor : Adolfo Schulten.




Mientras mi maridito conducía su Mercedes hacia Barcelona, yo, copilota,  leía sentada a su lado este librito que más  que libro parece un folleto. Me costó 1 €. Cuenta con apenas cincuenta páginas, siendo la mayoría de ellas ilustraciones del museo arqueológico  municipal de Cartagena.  

Es lo primero que he leído desde hace tiempo.


Me sorprendió  la editorial  Aglaya.  Después de mi lectura consulté su página web y tiene libros, algunos muy interesantes sobre episodios históricos muy concretos. Por ejemplo  ha editado una saga marinera, al estilo de los episodios nacionales. Su autor, Luis Delgado Bañón, es  militar español y escritor. La Armada española siempre ha sido la avanzadilla en la Ciencia.



Me gusta Cartagena, como me gusta Barcelona y como me gusta también Cádiz. Algo tienen, CT, BCN  y Cádiz , quizás mucha luz.

Decía un amigo que estando en estas ciudades a uno le entran ganas de hacerse consignatario de buques, aunque no se sepa muy bien en qué consiste ese oficio. A mí me ocurre algo parecido. Creo ver a Edmundo Dantés desembarcar de su fragata, en busca de Danglars y me imagino a su novia, Mercedes, atisbar el horizonte desde un ventanal  para ver los barcos arribar a Puerto.

Y mucha luz. El mar azul. La ciencia ha descubierto que la orilla del mar es felicidad.

                                                La Azohía. Cartagena
Apunto aquí las notas que más me llamaron la atención de la Mini-lectura de “Cartagena en la antigüedad”.

Según el autor, el puerto de Cartagena es uno de los mejores del mundo.” Efectivamente”- añade el piloto.  Cuenta con varios puertecillos más, como el de Portman y el de Escombreras. Este último llama la atención por el origen de su nombre. La denominación Escombreras viene de la isla de Scombraria, que así la llamaban los romanos por el pez “scombro o caballa” (también llamada melva) del que se obtenían conservas y salsa de pescado.

¡Vaya! ¡Siembre pensé que el nombre de escombreras se debía a la existencia de cascotes y desechos!

En el gran puerto, por otro lado, estaba situada la ciudad Mastia, siglo VI a.C.  Después pasaría a manos de los cartagineses y luego a los romanos. “No sin antes matar a todo Cristo”- dice el marido-piloto acelerando.

Pero, no nos vayamos por las ramas,  el libro se centra principalmente en la conquista de Cartagena a manos (o a espada) de Escipión y su genial estrategia para conseguirlo.

La Cartagena de aquella época estaba situada en una península que sólo quedaba unida a la tierra por el Este, mientras que por el resto estaba rodeada de mar, de manera que  sólo podía ser atacada por el istmo.  

El istmo estaba formado por varias colinas: la de Vulcano (Castillo de Despeñaperros), colina de Aletes (actualmente Castillo de San José), la Colina de Cronos, el Moloch de los púnicos (Monte Sacro) y el actual Molinete.

Por último, en la parte norte de la franja, había una laguna que  terminaba por hacer infranqueable la ciudad de Cartagena. Así que, sus moradores se sentían muy seguros y se limitaban a mantener una guarnición de mil hombres.

Precisamente porque el plan parecía imposible pudo tener éxito. Escipión se atrevió. Salió desde Tarragona con su ejército (las mejores legiones romanas), y haciendo una marcha diaria de cuarenta kilómetros consiguió llegar a Cartagena. “Nosotros, en la autopista, llevamos una media de 130 kms/hora “.

                                                PUBLIO CORNELIO ESCIPIÓN

A fin de distraer la atención de los asediados, los romanos fingieron atacar la puerta Este.  Mientras tanto, el resto del ejército se hallaba acampado en una de las colinas, esperando el atardecer. A esa hora y según le habían confiado a Escipión, la marea bajaba y por ciertos puntos se podía vadear la laguna. Salvado este obstáculo,  les  llevaría a escalar la muralla Norte que se encontraba sin defensas  y, de este modo, atacar a los cartagineses por la retaguardia. Culminó la invasión con la flota romana de Cayo Lelio  (treinta barcos) entrando por la parte Sur.




“Sólo le faltó enviar la aviación de madera, que si la hubieran inventado la habrían utilizado”- sentenció de nuevo el marido-piloto.

Luego vino la matanza y después el saqueo. Como dato curioso se cita que Escipión capturó diez mil prisioneros, entre ellos había dos mil artesanos de los arsenales, que desde entonces tuvieron que trabajar para la Roma victoriosa.


¡Eran los orígenes de la actual “Navantia”!