A
Lisboa hay que entrar como Dios o como Pessoa manda. Esto es, por
mar, adentrarse, si se puede, por las aguas grises y
neblinosas del estuario del Tajo, y si no por el Puente 25 de
Abril, a la altura de lo alto del mástil de la nave y gritar:
“¡Albricias,
señores!, ¡albricias pido y albricias merezco!, ¡Tierra, tierra!
Aunque mejor diría: ¡cielo, cielo!, porque sin duda estamos en el
paraje de la famosa Lisboa”. Cervantes.
Aunque
ahora hay otro puente, dicen que el más largo del mundo con sus
diecisiete kilómetros, el PUENTE Vasco de Gama, porque aquí todo
gira en torno al navegante real Vasco de Gama ( cantado por el soldado poeta Luis de Camoes) , y cumplidor de los planes portugueses de Enrique , conocido por el navegante, pero que en realidad no fue a la India. En Portugal todos los niños aprenden los primeros versos de Os lusiadas de Camoes:
“As armas e os barões assinalados
Que, da ocidental praia lusitana,
Por mares nunca de antes navegados
Passaram ainda além da Taprobana,
Em perigos e guerras esforçados,
Mais do que prometia a força humana,
E entre gente remota edificaram
Novo reino, que tanto sublimaram.”
— Os Lusíadas, Canto I, estrofe 1
Las armas y varones distinguidos,
Que de Occidente y playa Lusitana
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Por mares hasta allí desconocidos,
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Pasaron más allá de Taprobana;
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Y en peligros y guerra, más sufridos
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De lo que prometía fuerza humana,
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Entre remota gente, edificaron
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Nuevo reino, que tanto sublimaron:
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Pessoa, ya en los años `20 del siglo XX. recomendaba llegar a Lisboa
por mar en una guía de viajes que escribió sobre la ciudad.
Guía que compré para MP a las doce de la noche en una librería aún
abierta a esa hora en el Chiado. Y Del puente, o mejor dicho, de
los puentes no dice nada Pessoa, se construyeron después de su
muerte y a pesar de saber de estrellas y magia no pudo adivinarlo.
Y
es que en esta ciudad y país son tres los nombres de personajes
insignes que siempre se oyen: Vasco de Gama, Pessoa, y Luis de
Cãmoes. Bueno, y también la gran Amalia Rodriguez. Los tres
primeros están enterrados en el Monasterio de los Jerónimos y
Amalia Rodriguez en el Panteón nacional—la famosa cúpula blanca
de Alfama. En un principio también estaba la tumba del dictador Salazar, pero lo trasladaron de allí para que Amalia pudiera estar libre de política. En España Franco sigue en el Valle, no de Escombreras, sino en el de los Caídos.
Los
lisboetas son tozudos y enamoradizos y puede que en ello tenga algo que ver su idioma tan sonoro lleno de vocales que lo hace idóneo para enamorar. Ya lo comprobé en mi primer viaje , luna de miel. y ahora lo
ratifico. A veces con malas pulgas, pero gente noble el portugués - aquí el añadir el calificativo "portugués" convierte a cualquier cosa en "divina", así la casa es más que una casa cuando le añades "la casa portuguesa".
En las inmediaciones del Monasterio de los Jerónimos tuve que enseñarle la wikipedia a un trabajador del Museo del conjunto artístico de Belén que me negaba tajantemente que Pessoa estuviese enterrado allí. Me miraba con cara de asombro, discutiendo, enfadado. Cosa comprensible pues estaba estresado con los turistas y el mal funcionamiento del robot que daba las entradas- se está robotizando todo en el mundo y eso es peligroso-.
En las inmediaciones del Monasterio de los Jerónimos tuve que enseñarle la wikipedia a un trabajador del Museo del conjunto artístico de Belén que me negaba tajantemente que Pessoa estuviese enterrado allí. Me miraba con cara de asombro, discutiendo, enfadado. Cosa comprensible pues estaba estresado con los turistas y el mal funcionamiento del robot que daba las entradas- se está robotizando todo en el mundo y eso es peligroso-.
Si, por otro lado, se te ocurre cruzar una calle fuera del paso de peatones por un
lugar no habilitado para ello, o con el semáforo en rojo, el taxista
de turno te increpa, aunque no entorpezcas el tráfico, ni suponga
riesgo, y la calle esté desierta y sólo pases tú en ese momento y
el taxista esté a más de cincuenta metros, da igual, te pitan y
jalean con las manos. A mí me pasó. Me volví y le pedí perdón
con las manos extendidas en señal de oración, bajando humildemente
la cabeza. Creo que me perdonó. En fin, que las normas de de buena
navegación han de respetarse siempre, de lo contrario, no se puede llegar a buen puerto.
A
pesar de que procedemos de pueblos navegantes, hay mucha diferencia
con nosotros, los españoles del Mediterráneo. En Sevilla, por
ejemplo— días antes de llegar a Lisboa— paseamos en un carruaje
de caballos. Ya lo sé, eso es demasiado turista, o de paleto
provinciano que va de viaje de novios, pero es lo que soy, una
turista monda y lironda o como mucho una viajera pero no una
periodista del National Geographic haciendo un documental
etnológico.
Pues
eso, contratamos un coche de caballos. La yegua se llamaba
Juanica—sin duda, uno de los seres más nobles y listos de todo el
viaje— y el cochero no lo sé, ni falta que me hacía. Era un mozo
alto y entrado en carnes, o sea, gordo, agradable por imperativo
laboral, que mientras conducía miraba todo el tiempo el móvil, por
lo que la única que sabía por dónde íbamos era Juanica, y sólo
de vez en cuando, el cochero nos contaba algo sobre los monumentos que veíamos:
“Éste es el Ficus americano del jardín de María Luísa” y
cosas por el estilo Eso sí, como controlaba muy bien el móvil,
cuando llegamos a la plaza de España nos hizo una estupenda foto
panorámica.
El
caso es que al volver, un hombre que iba por la acera le increpó a
nuestro conductor. Le dijo que no podía conducir e ir con el móvil
al mismo tiempo; entonces, éste le gritó sin cortarse un pelo:
- ¿Y tú quién eres? ¿Acaso eres policía? Anda y vete a tu casa, que tu mujer te estará poniendo los cuernos, gilipollas.
Para
mí que, a los portugueses, España les es indiferente, no sé…
apenas se les ve por aquí, por el litoral Mediterráneo. Yo creo
que para ellos el Mediterráneo y sus aguas transparentes y
tranquilas son una mariconada y lo que a ellos les va es la bravura
gris del océano. Además de que como país de referencia siempre
tienen a su adorada Inglaterra y a sus islas, y a Brasil, a
Mozambique …etc.
Y
luego están los fados. Esos cantos con saudade, como ellos dicen.
Hace veinticinco años estuvimos, siguiendo el consejo del actor
portugués Joaquim Almeida, en Mascote de Atalaia. Un local
grande y destartalado con largos tablones por mesa, allí se reunían
los aficionados al fado para cantar. Después de cada intervención,
siempre espontáneas y amateur, discutían sobre esto y lo otro, la
calidad, la música de cada fado. Era el único sitio donde poder
ver fados fuera del circuito comercial.
Volvimos.
El local ahora es más pequeño, transformado para cenar y escuchar
música, orientado al turismo pero con la misma calidad de antes. Nos
costó trabajo encontrarlo porque ahora todo el barrio Alto
está lleno de garitos en los que se puede escuchar fados, pero lo
conseguimos después de subir la enésima cuesta, pues Lisboa está
entre siete colinas.
No
puede evitar el viajero enamorado, español, al escuchar la música
portuguesa, establecer un paralelismo con el flamenco. Ambas músicas
requieren para disfrutarlas dedicación, pasión, y esfuerzo, las dos
nos obligan a pensar desde abajo y no desde arriba (J.M. Hernández),
música de parias y desheredados, de marineros, obreros,
¿bohemios?…Al contrario de lo que dice Félix Grande es música
que aspira a ser poema y no al revés.
Pero mientras que el fado es sentimiento romántico, estiloso y
fino; el flamenco se convierte en arrebato, a veces furia
incontenida. Ellos cantan de pie con las manos en los bolsillos,
nosotros sentados con el quejío y los puños abiertos y cara
desencajada. Pero ambos, como dice José Martínez Hernández,
filósofo y flamencólogo, son bienes de primera necesidad para vivir
con dignidad.
UNA LÁGRIMA
Llena de penas
Llena de penas me acuesto
Y con más penas
Con más penas me levanto
Si yo supiera
Si yo supiera que muriendo
Tú me habrías
Tú me habrías de llorar
Por una lágrima
Por uma lágrima tuya
De alegría
Me dejaría matar
Dice mi maridito, también filósofo y flamencólogo, que la Soleá bien puede venir de la Saudade portuguesa del fado,
que
son fuente del cante hondo del flamenco y de
forma objetiva y no subjetiva.
El
caso es que durante los tres días que estuvimos en Lisboa conocimos a gente diversa y hasta invitamos
a nuestra ciudad a tres personas de diferentes
nacionalidades. A una por noche, así es Lisboa, cosa que muy pocas ciudades tiene. La primera fue cuando tomábamos una copa de oporto al atardecer, en el mirador ( Miradouro) de San Pedro de Alcántara.
Sentada a nuestro lado- ella vino después, dice mi marido- en una hamaca leyendo un libro estaba
Elizabeth, una norteamericana que viajaba sola. Muy guapa. Guapísima.
Me recordaba a Kathleen Turner en sus mejores tiempos. Hablamos de
literatura norteamericana, de Sevilla, de las tesis de las tesis de
Nancy…
La segunda noche, ya para cuando regresábamos al hotel, nos
montamos en un tuk tuk, y muy de noche recorrimos Alfama, sus
miradores, sus casas, sus iglesias y su historia. Nos guiaba Daniel,
un italiano que ha viajado por casi todo el mundo.
La tercera noche
coincidimos con unos turistas de Marchena en Mascote de Atalaia. Dos
profesores, una ama de casa y un conductor del AVE. Hablamos de
flamenco, de Fosforito, del cante de las Minas, de Marchena y Cazalla, del partido comunista
portugués , etc... Y emocionados por el fado mi marido predijo algo sobre la unidad de Portugal y España puede ser la solución ....
Bueno, pues así han sido los tres días y noches de amor en Lisboa. Una ciudad privilegiada, de luz y amor, de saudade y estupenda, romántica, decadente y moderna, pequeña y hermosa, de casitas portuguesas con tejados a dos aguas. El tajo y el mar océano, la Revolución de los Claveles que en España no pudo ser... Una maravilla, y está aquí al lado. Portugal era España desde 1580 a 1640, es decir, durante la vida adulta de Cervantes, como me recuerda una y otra vez mi maridito en este viaje, pero eso ya es otra historia...