LA CONJURA

viernes, 10 de julio de 2015

MARTILLO


DE ALEJANDRO HERMOSILLA

Al autor del libro lo conocí en Cartagena. “Tropezamos” (mi maridito y yo) con él por casualidad—cosas del azar, o quizás de algún efrit bueno—  en una terraza. De pie, en la calle y en tan sólo media hora, supimos de él, de su trabajo en México y de su libro publicado “Martillo”.  No crean que mi maridito y yo hacemos eso con todas la personas con las que “tropezamos”. No, no es eso, sino que nos lo presentó, nada más y nada menos, que Juan de Dios, un gran poeta cartagenero, divino.

Alejandro es una persona extremadamente amable, que ya, a las primeras palabras se adivina su talento y su sinceridad.

“Martillo”: Magnífico. Y aunque parece difícil explicar el argumento, es, sin embargo, un buen libro. Un libro nuevo. Bajo la apariencia de un delirante poema concebido como un arabesco, una línea enrevesada cuyo argumento se contrae y se alarga sobre sí mismo.  Yo diría una encrucijada entre Las mil y una noches y Lovecraft. Una gran metáfora, un viaje en la vida interior del propio autor.

Sin embargo, yo me he aplicado en la lectura lenta y detallada del libro hasta creer encontrar un hilo conductor. He ido señalando las letras en la escritura arabesca lovecraftiana.

Un recorrido del autor por las intrincadas calles y por la Plaza de Fez le llevan hasta unos baños de manos de Hassan. Un beso entre ambos lo sumerge en el averno, representado en una fortaleza en el desierto, levantada por unos sangrientos beduinos en el desierto de Rub al-Jali, en la ciudad de Iram y conocida con el nombre de Ubar, la “ciudad de los pilares” o la “Atlántida de las arenas”. La misma ciudad en la que vivió un demonólogo árabe que escribió el Necronomicón.

El panorama en su interior es insidioso.

La incubación de la miseria humana cobra tales proporciones que es inevitable sentirse estupefacto.

Veo a una joven muchacha que tiene varios senos en su cuerpo y uno en su boca desde el que escupe leche cada vez que alguien la acaricia.

El preso ( trasunto del escritor) pasa los días sumido en el abismo, en el desamparo más absoluto, con la única compañía de una gata abisinia, a veces convertida en una hermosa pantera negra. Acuden entonces los efrit, seres de la mitología árabe que pueden realizar acciones tanto buenas como malas.  Y ante el sufrimiento imagina ser un caballero cristiano—luego pasará a ser un sastre—que rescata a una princesa árabe de las garras del califa con el que iba a casarse. Como cuando éramos niños y veíamos aquellas películas antimusulmanas.



Siendo el último preso con vida de la fortaleza, y después de unos sucesos extraordinarios, logra escapar. (Como también lo intentó sin éxito Cervantes en su presión de Argel).

Por fin, llega un poco de calma refugiado en el hogar de Abdel Halim, hombre hospitalario— como el buen musulmán—, que le da té, le presta unas babuchas, con dos hijos serviciales, que le colocan una hamaca en el jardín de casa.

Escuchando la reverberación y el eco del agua que cae, a media tarde, de una fuente octogonal situada entre los jardines de las casas en que me hallo.

Sobre el silencio:

Diferentes tipos de silencio: el existente entre dos guerreros antes de que se produzca su enfrentamiento, el del campo de batalla tras el combate, los jugadores de cartas mientras apuestan, el condenado a muerte, los religiosos, o el asesino justo antes de acabar con la vida de su víctima.

Hay multitud de referencias literarias. A Robert Walser ( leído), Unamuno( leído), Antonio Lobo Antunes( leído por recomendación de Zoilo Caballero Narváez), Houellebecq ( amigo y también leído), Claudio Magris( leído); Marcel Proust( todavía leyendo) y Borges( leído en argentino) estos dos últimos a los que reconoce con una clara herencia árabe, por sus curvas, rodeos y circunlocuciones, Elias Canetti (no leído), Flaubert (todavía por leer sus famosa correspondencia)… y un largo etcétera ( leído y no leído).

Sobre Cervantes:

Porque solamente un ser humano que ha experimentado el infortunio, la tristeza en grado sumo, que se ha enfrentado a los múltiples reveses de la vida, sobreviviendo a ellos, y que ha conocido los límites de la desesperación, puede expresar algo valioso sobre la experiencia humana o concebir un personaje como el caballero de la triste figura: un héroe capaz de adentrase en una fortaleza musulmana para rescatar a una princesa de las manos de un sultán, o de enfrentarse con un solo gesto a malandrines y genios malignos que se transforman en cueros de vino tinto o molinos.
Tuvo que aguantar que la rugosa mano de uno de ellos se deslizara por su cuerpo y, además, las risas de la mayoría. Que un comerciante de quesos le restregara el alimento por su rostro, que una muchacha muy delgada, con el pelo lleno de sangre seca de garrapatas, vomitase a su lado.
Y todas esas desagradables experiencias e infortunios no doblegaron su espíritu.
Al contrario, le hicieron más fuerte.
Agrandaron su conocimiento del alma humana.
En el actual barrio e Beluizad, muy cerca del mar, se halla la gruta a la que fue arrojado, junto a trece cautivos más, y en la que vivió prácticamente cinco años.



No importa la historia que nos quiera contar el autor (si es que la hay) tan sólo el placer de leerlo es reconfortante, el mero hecho de deslizarse en su prosa, exquisita, alucinante a la vez. El sonido de un martillo, que repite machaconamente frases enteras, en espiral; y que a mí más que un martillo me recuerda a un Martinete que, como se sabe, se canta a golpes de martillo sobre un yunque metálico. Con ese ritmo que me ha mantenido desde el principio hasta el final en su lectura. Como lo hice también con los detectives salvajes de Bolaño. Y al que me recuerda, no sé por qué: ¿está escrito en México? (Me gustan los libros que terminan señalando lugar y fecha de inicio y de final, me dice mi maridito)






Soplaba el viento, los troncos de las palmeras se movían despacio, las altas copas se mecían ligeramente en círculo. Un joven de turbante amarillo se acercó, nos saludó gravemente en silencio y se sentó un poco más atrás, en el borde de una alfombra, y de debajo de su albornoz sacó un laúd cuyas cuerdas empezó a tañer distraídamente.

Creí entonces escuchar los murmullos del desierto, que crearon una burbuja expansiva sobre nuestra aura, que reverberaba al mismo tiempo que se disolvía sobre la nebulosa de nuestros pensamientos y se contraía y se alargaba como si fuera un músculo, hasta relajarme y amansarme al igual que un niño, acunándome como lo harían los espíritus de las mujeres que nacieron, gozaron y perdieron su vida en la arena.




miércoles, 17 de junio de 2015

VESTIDO DE NOVIA

DE PIERRE LEMAITRE



Estaba yo con mi cuñada en su sótano mientras ordenaba la biblioteca (qué difícil resulta,  a veces, organizar  libros y clasificarlos, sobre todo si hay que sacrificar alguno) cuando se tropezó con esta novela. Estaba  mal colocada, en horizontal,  con el lomo extendido sobre otros libros.
—Toma—me dijo casi tirándomela—léetela



     Biblioteca del Museo Británico en Londres. Allí iba Carlos Marx y Darwin, entre otros.



Al instante, parecía como si quisiera  desprenderse de ella, pero no, después me explica que está bien, que es una novela negra con intriga y sus correspondientes asesinatos; así que como estoy en periodo de exámenes y no paro de corregir y tampoco quiero complicarme mucho, pues decido leerla. “Las novelas con asesinatos y sexo es lo que se lleva desde finales del siglo XIX en la cultura occidental”- me dije.

Un asesinato misterioso y en condiciones de ser resuelto siempre relaja y ayuda a poner notas a los abnegados alumnos/as.



Sophie Duguet, cree estar loca. Empieza perdiendo objetos, olvidando citas, perdiendo cartas  y termina asesinando a gente que está a su alrededor. Pero lo más sorprendente es que  no recuerda nada. “¿Quién  es ese coronel que se apellida Alzhéimer que me esconde siempre las cosas ¿?”- me dije de nuevo.



La novela  está dividida en tres partes, y los narradores pasan de ser omniscientes a primera persona... En la primera parte pensé dejármela, me parecía demasiado lenta, me desesperaba. Luego, a medida que entras en la segunda, vas entendiendo lo que ocurre y sigues leyendo, más bien devorando,  porque se te hace adictiva.” El editor se equivocó al no ponerla como primera parte”- me dije de nuevo.

Y por fin, la tercera parte con un final totalmente previsible. Pero aquí “previsible” no es malo.

En resumen, es un libro  que gusta mientras lo lees, pero que luego olvidas (los lectores somos así de desagradecidos). Hay que reconocer el mérito del autor que ha sabido desarrollar una inquietante trama, además de conseguir que los lectores nos sintamos testigos impotentes de lo que ocurre. Una buena novela piscinera, playera, adictiva y muy cinematográfica;  donde te encuentras un asesino omnisciente y psicópata, con un título que no le va ni cogido con alfileres  y un final como debe ser…











martes, 19 de mayo de 2015

El asesinato de Roger Ackroyd


Es el segundo libro que leo íntegramente en el  ipad rojo que  AMB me regaló. Buscando en la red lo encontré en PDF y empecé a leerlo y  la verdad es que no pude esperar a comprarlo; Diego Marin—la librería— está lejos,  ahora vivo en la playa.

Es uno de los libros más famosos de Agatha Christie por su sorprendente final, eso es  lo que dicen la mayoría de las críticas. Sin embargo,  yo adiviné quién era el asesino desde el principio; a medida que avanzaba en la lectura cambié tres veces de asesino, es verdad, pero,  claro que eso no vale, porque al final sí o sí  siempre aciertas.

Ya lo he dicho, lo que más me interesa  de las novelas son los personajes que describe Agatha Christie y no tanto la resolución del asesinato; el ambiente de la campiña inglesa, el médico o abogado de la familia, los aristócratas y sus cenas a las que asiste siempre un coronel retirado y que invariablemente fue cazador en África,  secretos familiares y una herencia  que reclama ese personaje misterioso que suele ser un hijo, secreto o escondido, fruto de un amor de juventud o un marido tarambana que conoció en un viaje a Oriente Medio.

¡En fin! El universo de personajes a los que nos tenía  acostumbrados la gran escritora inglesa.



En este libro todo empieza con el asesinato de uno de los aristócratas más destacados de la aldea: Roger Ackroyd. Después de una cena ofrecida a familiares y amigos, lo encuentran asesinado en su despacho. Al mismo tiempo un tipo extravagante con cabeza de huevo y bigote ridículo se muda a una casa contigua a la del médico.  Allí cultiva calabacines y cuida el jardín; al principio piensan que es un peluquero retirado, pero no,  es Hércules Poirot.



Hay un personaje que me resulta especialmente tierno: Caroline, la hermana del doctor y mayor cotilla del lugar, una mujer entrometida, divertida y experta en crímenes.

Por la técnica y estructura de la novela, me recuerda vagamente un cuento titulado “El perjurio de la nieve” de Adolfo Bioy Casares. Y no digo más, pues ahí está el secreto de la resolución del caso.

A un amigo, experto en la obra de Agatha Christie, le pregunté quién le gustaba más si Miss Marple o Poirot. Sin dudarlo me dijo que Poirot, por su extravagancia. Yo también lo pensaba antes, pero ahora me planteo que la anciana Miss Marple se desenvuelve en un ambiente tan bien logrado, que da gusto leerla. Y no lo tengo tan claro.
Y a ti ¿Quién te gusta más?




martes, 14 de abril de 2015

EL MISTERIO DE PONT-AVEN

DE
JEAN-LUC BANNALEC



En el pueblecito de Pont-Aven de la Bretaña francesa se establecieron, a finales del siglo XIX, una colonia de pintores experimentales, impresionistas y simbolistas; entre ellos estaba Paul Gauguin. Los artistas trabajaban en sus ateliers y estudios, inspirándose en un paisaje idílico, marítimo, bucólico, de bosques frondosos e imponentes. Este hecho supuso un desarrollo cultural y turístico en la región de la costa francesa que hoy en día  se puede visitar a través de la ruta de los pintores en Le Pouldu.



Con estos datos Jean-Luc Bannalec traza la historia de un asesinato y ofrece un nuevo detective al universo literario: el comisario Dupin; un tipo irascible desterrado de Paris, adicto al café, solitario y sin aparente relación amorosa (eso da muchas posibilidades para posteriores libros). Bueno, en realidad, Jean-Luc Bannalec no existe. Tal nombre no es sino el pseudónimo del editor alemán Jörg Bong, que firma  su primera novela de misterio.

La visión tras el sermón, también llamado La lucha de Jacob con el ángel de Paul Gauguin. Simbolista. Escuela Pont-Aven. Galería Nacional de Escocia. Edimburgo.
                                         

La novela está muy bien ambientada, encontramos pueblos marinos con grandes acantilados, bosques de robles cubiertos de muérdago, helechos, zarzas; la especial gastronomía del lugar, ostras, rodaballos, buena carne, buen vino (Faugères tinto), paté, varios tipo de mostaza, molinos reconvertidos en excelentes restaurantes y pequeños cafés nada pretenciosos, por supuesto alejados de las turísticas creperías.

 Me gusta esa sensación de hambre que tiene el comisario Dupin al finalizar la jornada, después de un intenso día de trabajo y darse cuenta que no ha comido nada desde por la mañana. Entonces se dirige a un buen restaurante, descansa, consulta su libreta de anotaciones y repasa los acontecimientos del día; ordena sus ideas y pide una buena cena. Es el momento de las confidencias, es el mejor momento del día, ese y cuando desayuna.




                                                       Molino en Pont-Aven. Gauguin

Para mí lo mejor de la novela negra es precisamente eso: el ambiente. En las novelas de Agatha Christie me apasiona como describe la vida en los pueblecitos donde vive Mr Marple, el té con pastas, el vicario, la cotilla del lugar;  o la jovialidad y los viajes  excéntricos que realiza Mr Poirot. La verdad es que la resolución del caso me interesa menos…

A mi marido sí. Siempre señala al sospechoso y acierta, pero no se fija en esos pequeños detalles que no resuelven el caso. Ocurre, sin embargo, que no habría caso sin ellos y que esos pequeños detalles hacen la novela posible.



Allá adonde mirase, reinaba un azul luminoso y, aunque hacía un calor poco habitual para la Bretaña a una hora tan temprana, la atmósfera estaba tan despejada que todo presentaba unos contornos limpios, nítidos.



miércoles, 4 de marzo de 2015

ELOGIO DE LA LOCURA O ENCOMIO DE LA ESTULTICIA.


ERASMO DE ROTTERDAM.



La idea fundamental del ensayo le vino a Erasmo de Rotterdam allá por el año 1511, durante un traslado de Italia a Inglaterra. Viajaba para ver a su amigo Tomás Moro (los grandes humanistas terminan por conocerse entre sí pues son pocos en cada época). Lo concibió a modo de divertimento y a fin de evitar hablillas rudas y vulgares mientras iba a caballo; pues la ocasión era poco propicia para meditaciones serias.

Objetivo del libro…

Utilizando la ironía, se da voz a la estulticia (necedad, insensatez,…) para hacer su propia defensa y reclamar sus méritos, presentándose ella como el origen de la felicidad, del éxito, y alegando para sí sus méritos en contraposición a la sabiduría, que nos aleja de la felicidad.
Y es que no hay nada más necio que la sabiduría inoportuna ni nada más imprudente que la prudencia descaminada.  “O bebe o vete”
Hay un guiño sofístico y retórico, un alarde de ingenio, queriendo demostrar que puede hilvanar una serie de argumentos para defender lo indefendible: que la insensatez es mucho mejor que la sabiduría.




El barco de los locos. El Bosco.

El mundo se desmorona…

En la transición entre la Edad Media y el Renacimiento está situado el Humanismo cristiano que preconizaba Erasmo de Rotterdam. En él pretendía aunar filología y fe; un movimiento reformador con  una religión de adultos, capaz de pensar, libre de tutelas asfixiantes, de ritos y  miedos. Ilustración cristiana, cosa que todavía está ausente.
Pero la obra estuvo en el índice de libros prohibidos por la Iglesia. En España, Menéndez y Pelayo leyó en serio “Elogio de la locura” y le pareció un libro blasfemo.


Comentando la obra…

La estulticia se vanagloria de los beneficios que reparte entre todo tipo de personas: reyes, eclesiásticos, vulgo, filósofos, poetas, teólogos.
Ha sido divertido leer este libro, qué digo divertido, divertidísimo. Lo recomiendo muy vivamente, como diría Desiderio Erasmo. Y uno llega a pensar y a reconocerse en los textos de un hombre que escribió lo siguiente hace más de quinientos años.

Imagino a Erasmo en  “El intermedio” con el Gran Wyoming.  Entrevistado y diciendo en serio lo siguiente:




Extracción de la piedra de la locura. El Bosco. Museo del Prado.

Lo que dice sobre los oradores:

“Pues éstos, según ya sabéis, cuando pronuncian un discurso que les ha costado treinta años elaborar, y que más de una vez incluso es ajeno, juran que lo han escrito, y aun que lo han dictado, en tres días, como por juego”
“Si les faltan palabras de lenguas extranjeras, arrancan de podridos pergaminos cuatro o cinco palabras anticuadas con las cuales derramen tinieblas sobre el lector, de suerte que los que las entiendan se complazcan más con ellas, y los que no, se admiren tanto más cuanto menos se enteren”

La Fortuna y la Sabiduría:

“La Fortuna ama a las personas poco sensatas, a los audaces, a los que se complacen en decir: “El dado está echado”. La sabiduría hace a las personas tímidas; por lo cual veis fácilmente a los sabios en la pobreza, en la estrechez y en la oscuridad, despreciados, desconocidos y olvidados. En tanto a los estultos afluye el dinero, tienen en las manos la gobernación del Estado, y, en fin, prosperan de todos modos”
A lo que EL Gran Wyoming diría “como ocurre en Totana y en Madrid, no ¡ ¿?


Jan Sanders van Hemessen. El cirujano. Museo del Prado.



Los gramáticos:

“Si logran desenterrar un cascote de piedra antigua con alguna mutilada inscripción, oh Júpiter, qué alegría, qué triunfo, qué encomios, como si hubiesen conquistado el África o tomado Babilonia”
“Pero no hay nada más divertido que ver a estos desdichados cuando se prodigan mutuas alabanzas y admiraciones y se rascan recíprocamente; pero si uno de ellos por descuido se equivoca en alguna palabreja y el otro, más listo, tiene la suerte de cazársela; ¡por Hércules, qué drama, qué pelea, qué de injurias y denuestos!... ”


Escritores y poetas…

“De idéntica calaña son los que corren tras la fama imperecedera publicando libros; todos ellos me deben mucho, y especialmente aquellos que emborronan papel con meras majaderías. Los que escriben doctamente para agradar a un corto número de eruditos, y que luego rechazarían para críticos suyos a Persio y Lelio, me parecen más dignos de lástima que felices, puesto que viven en continua tortura: añaden, modifican, quitan, vuelven a poner, rehacen, aclaran, aguardan nueve años, nunca se dan por satisfechos”

“Todo ello para la fútil recompensa de las alabanzas; alabanzas, además, de unos cuantos, pagadas a costa de tantas vigilias, del sueño, la más agradable de todas las cosas, y de fatigas, sudores y trabajos infinitos…”
“Por el contrario, el escritor que me pertenece (el estulto) es tanto más dichoso cuanto más disparata, porque sin lucubración alguna escribe todo lo que se le ocurre, todo lo que le viene  a los puntos de la pluma, o lo que sueña, sin más gasto que un poco de papel, y no ignora que cuan mayores tonterías escriba, más aplaudido será de la mayoría, es decir, por los ignorantes y por los necios”

“Pero quienes verdaderamente saben lo que hacen son los que dan a la  luz obras ajenas como propias y copiando hacen suya la gloria ganada por los demás con gran trabjao. Aunque saben que se les acusará de plagio algún día, mientras no llega se aprovechan”
“Vale la pena ver los aires que se dan cuando se sienten ensalzados por el vulgo; cuando la multitud les señala con el dedo diciendo: “Éste es aquel hombre tremendo”; cuando ven sus obras en las librerías y cuando en la portada de sus libros ponen títulos solemnes, muy a menudo extravagantes, que parecen de magia, y que, dioses inmortales, no son sino palabrería”
“Resulta chistoso sobremanera verlos alabarse unos a otros con epístolas, poesías y encomios, donde un tonto adula a otro tonto y un indocto replica a otro indocto”


Y lo más divertido: lo que dice de los filósofos:

“Los filósofos, cuya barba y capa los hace venerables, los cuales se tienen por los únicos sabios y al resto de los mortales consideran sombras errantes.

Con qué manso delirio construyen infinitos mundos, se entretienen en medir como a pulgadas y con un hilo el Sol, la Luna, las estrellas y los planetas; explican las causas del rayo, del viento, de los eclipses  y de todos los demás fenómenos inexplicables, sin ninguna vacilación, como si fuesen secretarios del artífice del mundo y hubiesen acabado de llegar del consejo de los dioses.

En tanto, la naturaleza se ríe en grande de ellos y de sus conjeturas, pues nada absolutamente saben con certeza, y buena prueba de ello son esas disputas inenarrables que sostienen acerca de cada uno de los asuntos.
Aunque nada sepan, creen saberlo todo y no se conocen a sí mismos, ni ven la fosa abierta a sus pies, ni la roca notoria, sea a las veces porque son cegatos y otras porque tienen la cabeza a pájaros. Ello no les impide afirmar que ven claras las ideas, los universales, las formas abstractas, las quididades (esencias), los primeros principios, las ecceidades (presencias), y conceptos tan sutiles, que el mismo Linceo no llegaría a percibir, según creo.

Desprecian al vulgo profano, porque ellos se sienten capaces de trazar triángulos, rectángulos, círculos y semejantes figuras geométricas superpuestas las unas a las otras y en forma laberíntica o rodeadas de letras puestas como en formación y repetidas en diversas filas, con cuyas tinieblas oscurecen a los indoctos. Entre estos filósofos se cuentan también los que anuncian lo por venir tras consultar los astros y prometen prodigios más que mágicos, y todavía tienen la suerte de encontrar a quienes lo creen”




Peter Brueghel el viejo. Manicomio donde se está extrayendo la piedra que causa la locura.



viernes, 13 de febrero de 2015

Saltitos


                      (de Manuel de Mágina)







Saltitos es un libro de relatos que edita “El desván de la memoria” cuyos temas y desarrollo es sorprendente. Mágina es iMaginaTivo. Sus historias parten de un axioma fantástico, metafórico, desorbitado: forzar la realidad para obtener un fiel retrato de la misma, pues la realidad se compone de relatos fantásticos y metafóricos.

Entre otras historias, podemos leer la de dos personas que se acaban de conocer y no pueden dejar de hablarse como siameses inseparables, incluso en los momentos más íntimos; o la de un hombre y una mujer metamorfoseados en sus propios personajes o también la espectacular boda de un frigorífico —no se especifica la marca—. Historias —¿exageradas?, yo pienso que no— que salen de sus delimitaciones naturales para poner de manifiesto su existencia.






Pero el relato más relevante es el titulado “El pájaro guitarra”.

Como si fuese un moderno esclavo, Willy se ofrece como pájaro cantor. En la amplia cocina de una casa acomodada le construyen una jaula donde Willy vive y ofrece sus conciertos de guitarra. Al principio el hecho parece incomodar; pero poco a poco la casa se acostumbra a él. Y lo que al principio asustaba, ahora supone una ocasión de júbilo y de expansión en el hogar. Es ahí donde afloran la perspectiva y el carácter auténtico de los personajes. La señora de la limpieza teme al principio a Willy, aunque luego le gusta ese extraño cantante que le alegra las mañanas mientras ella trabaja, como si fuera los cuarenta principales; el dueño de la casa termina por considerar a Willy una propiedad más; su hija reacciona como la adolescente clasista que ya es, y el hijo, que siente compasión por el cantante enjaulado, quiere liberarlo; por último, su mujer Chloe, la más práctica, la más realista, que ve en todo el asunto una simple broma. Una broma pesada, pero que suena bien.

No sabemos si abierta la jaula el pájaro prefiere la libertad o el canto. Ese es el misterio.










Más allá de las notas o los rudimentos de los que el artista se sirve para expresarse, aún quedaba un código secreto. Ese que nos despierta la “fascinación”. Y Willy lo conocía. La fina melodía que tocaba transmitía desde ese lugar insondable.


Y que unos se encaminan hacia las metas por el sendero de la razón práctica y otros por el de la intuición, pero ambos confluyen inevitablemente en la matemática que ordena toda naturaleza, con la ventaja de que, quienes hacen uso de aquella, son quienes, a la postre, ostentan el poder; ya que estos olvidados de todo cuanto no sea su devoción, prescinden de lo que conduce hasta él.





martes, 3 de febrero de 2015

La hierba de las noches



La hierba de las noches.
Patrick Modiano.


En la contraportada del libro podemos leer que el autor es uno de los mejores escritores franceses vivos. Y es verdad que es un buen prosista, nadie lo niega, una prosa que retrata muy bien la memoria del protagonista, como la hiedra que se adhiere a las viejas casas, o la hierba que apunta directamente en sus fachadas. Faltaría más, es un premio Nobel de literatura.

Su novela está salpicada de reflexiones a las que ha querido dar un tono narrativo, en busca de aquellos recuerdos que formaron parte del pasado de un joven estudiante en París con su viejo bloc de notas ¿Pero cómo se enlazan estas piezas y se ensambla una novela? Y sobre todo ¿Qué hago yo con este hombre que me despista tanto? Ahí es donde yo voy.  No es un hipnótico relato ni una novela negra como dicen, que no nos engañen. Es un libro, muy bien escrito, con algunos pasajes muy bellos y otros no tanto. Aburre tanto Feedback, que lo alargan innecesariamente, que lo hacen pesado y que por momentos exaspera.

Un estudiante de Paris conoce a la joven y misteriosa Dannie y a una serie de personajes que se hospedan todos ellos en el Unic Hôtel. Todo parece indicar que son un grupo armado, no sé bien de qué ideología—uno se marea y pierde interés con las continuas retrospectivas que  marean al lector. El caso es que aparecen pisos francos, casas a las afueras de Paris, Montparnasse y calles y cafés en París sin saber exactamente que está ocurriendo, pero a la vez conociendo los detalles más íntimos del protagonista.



Nunca he vuelto a ver ninguna de las personas cuyos nombres constan en las páginas de esta libreta negra. Su presencia fue fugitiva e incluso corría el riesgo de olvidar los nombres. Simples encuentros que no sabemos si son fruto del azar. Existe una etapa de la vida para esa situación, una encrucijada en donde todavía estamos a tiempo de dudar entre varios caminos.

Esos nombres los tenía yo dormidos en la memoria, pero no se habían borrado. Y, de la misma forma, asomó ayer un recuerdo enterrado.

Vale más, en vez de estar siempre imponiendo interrogatorios a los demás, aceptarlos como son, en silencio.

—En realidad—le dije—, basta con cruzar el Sena para olvidarse de todo lo que deja uno atrás.

Íbamos cruzando el jardín de Les Tuileries. Me pregunto en qué estación estábamos. Ahora, mientras escribo estas líneas, me parece que estábamos en enero. Veo manchas de nieve en los jardines de Le Carrousel, e incluso en la acera por la que andábamos, orillando Les Tuileries. Al frente, una aureola de bruma envuelve las farolas de debajo de los soportales de la calle de Rivoli. Y, sin embargo, tengo una duda: podría ser principios de otoño. Los árboles de Les Tuileries todavía tienen hojas.

No sé ya qué moralista que leía yo en los tiempos de la calle de L’Aude afirmaba que hay que tomar siempre como son a las personas a las que queremos y, sobre todo, no pedirles cuentas.


Siempre me resultaba violento presentarme y meterme en la vida de alguien de esa forma abrupta, casi militar, que exige algo parecido a ponerse en posición de firme

Ni pasado ya, ni presente, un tiempo inmóvil. Todo había recobrado su luz auténtica.

Es curiosa la forma en que algunos detalles de la existencia que no vemos al momento lo descubrimos veinte años después.

Desde que empecé a escribir estas páginas, me digo que sí hay un medio de luchar contra el olvido. Y es ir a determinadas zonas de París donde uno no ha vuelto desde hace treinta o cuarenta años y quedarse por allí una tarde entera, como si estuviera de vigilancia. A lo mejor esas personas de quienes nos preguntamos qué ha sido aparecerán en la esquina de una calle o en el paseo de un parque, o saldrán de los edificios que flanquean esos callejones sin salida que se llaman “glorietas” o villas”. Viven con una vida secreta y eso sólo pueden hacerlo en sitios silenciosos, lejos del centro. Sin embargo, en todas las ocasiones en que me pareció reconocer a Dannie, fue siempre entre el gentío. Una tarde a última hora, en la estación de Lyon, cuando iba a coger un tren, entre el barullo de la salida de vacaciones. Un sábado a media tarde en el cruce del bulevar y de la Chaussée d’Antin, en el flujo de gente que se agolpaba en las puertas de los grandes almacenes. Pero en todas esas ocasiones estaba equivocado.

Y hasta mucho más adelante no puedes entender por fin qué viviste y quiénes eran exactamente esos que te rodeaban, siempre y cuando te proporcionen por fin el medio para resolver un lenguaje en clave. La mayoría de las personas no se ven en esas circunstancias: tienen recuerdos sencillos, sin altibajos, y que se bastan a sí mismos y no necesitan decenas y decenas de años para aclararlos.

¿Tenemos derecho a juzgar a los que queremos? Si los queremos, será por algo y ese algo nos prohíbe que los juzguemos. ¿O no?

Cuente con mi discreción. Por lo demás, me parece que escribió usted en alguna parte que vivimos a merced de silencios. (Langlais)


Tienes que estar escondida en esos barrios. ¿Con qué nombre? Acabaré por dar con la calle. Pero, a diario, el tiempo apremia y, a diario, me digo que otra vez será.