La autora surcoreana Han Kang fue galardonada con el Nobel de Literatura en el año 2024. Según ella misma dice en el discurso de aceptación del premio, la fuerza motriz de su escritura es una lucha interna entre:
¿Por qué es el mundo tan violento y doloroso?
Y, a su vez, ¿cómo puede ser el mundo tan hermoso?.
Escribe tan bello que no entiendo (de verdad, que no) cómo se me ha hecho tan pesado. Sí, porque su prosa poética es profunda, lírica y emotiva, de gran delicadeza. Y aunque su escritura es altamente recomendable me ha costado terminarla. No sé. Quizás un lector europeo del sureste español necesita dentro de ese espacio (que sí que es verdad que es bello pero sobre todo es tan agónico...), una tregua, un oasis; sin embargo, no se atisba el más mínimo vislumbre de paz, de descanso, de humor...
En “Imposible decir adiós” Gyeongha visita a su amiga Inseon en el hospital. Su amiga, que ha tenido un accidente en el taller de carpintería, le pide que vaya a su casa a echarle de comer a su cotorra. Por cierto, mientras escribo esta reseña, mi madre, que está ingresada en el hospital por un principio de neumonía, también está muy preocupada por su canario, por que no le falte agua ni comida.
A través de un viaje en medio de una tormenta, el hilo argumental no avanza, se pierde entre la borrasca de nieve, el camino, el autobús, la anciana, el gorro de la anciana… Al igual que el gato de Schrödinger, ¿estará viva o muerta la cotorra cuando llegue Inseon a la casa de su amiga? ¿Llegará a tiempo?
Pero el verdadero argumento de la novela se encuentra en los archivos que la amiga de Inseon guarda en su casa sobre la terrible masacre y represión que se produjo en el año 1948 en la isla de Jeju por parte de la policía. Terribles las imágenes. Niños, bebés, adolescentes, mujeres, hombres, ancianos, todos muertos por la más mínima sospecha, y sin ella también. Muertos en la playa porque así el agua del mar limpiaba la sangre. Muertos en la mina y enterrados. Asesinados en cualquier sitio, al borde de su propia tumba, en el camino, en sus propias casas. Este libro es un homenaje a las víctimas y un alegato contra el olvido.
Y según mi maridito el pensamiento oriental está bien cuando se vive en occidente, y a la inversa, el pensamiento occidental está bien cuando se vive en oriente.
—Al final, mi madre no lo logró—dijo Inseon con voz apenas audible, como si me hablara desde algún lugar muy lejano—. No encontró los huesos de su hermano mayor. Ni uno solo
Pero después de que mejoraran las cosas, nunca más volví a comer pescado, hasta el día de hoy. Al fin y al cabo, toda aquella gente fue devorada por los peces.
Bien podría ser que la nieve que había caído sobre los rostros de aquellas personas sin vida fuera la misma que estaba tocando en ese momento con mis manos.
No tengo ni idea de cómo duermen o mueren los pájaros. Si dejan de existir al extinguirse la penumbra, o si la vida permanece en ellos, como un fluido eléctrico, hasta las primeras luces del alba.