LA CONJURA

lunes, 15 de septiembre de 2025

LA NIETA DEL SEÑOR LINH

 





Este libro me lo recomendó mi amiga Mariana Iglesias que lo ha leído en el club de lectura donde suele acudir con su marido para hablar de literatura.


El argumento es el de un anciano que abandona su país (probablemente Vietnam), en compañía de su nieta de muy pocos meses (un bebé). El resto de su familia ha sido asesinada, como también la mayoría de los habitantes de su aldea y embarca hacia un destino seguro, entiendo que algún lugar del sur de Francia.



Sin embargo el protagonista, a su edad, y sin conocer la lengua ni la cultura del país encuentra un amigo.¡Un francés amigo! Todos los días se sienta en un banco del parque junto a un individuo que le sonríe,es el señor Bark, viudo recientemente; ambos hablan, se cuentan su vida, aunque ninguno de ellos sepa lo que uno dice al otro.


Los amigos que se quieren, se respetan, se protegen, y que te acompañan en la vida, con los que quedas y comes y viajas, con los que tomas cerveza o un buen vino, esos amigos pueden (han de) superar barreras idiomáticas, raciales y también ideológicas.


El señor Bart le invita, incluso, a comer en un restaurante. No sé. Yo estaba en guardia, algo le va a hacer, algo le va a hacer... y me acordaba de la teoría del pollo de Bertran Russell. ¿Por qué ser amigo de un viejo con el que no te puedes entender? ¿o sí? ¿Es la gente desinteresada en su amistad? ¿Le hará daño en algún momento? El pollo de Russell al ser alimentado reiteradamente piensa que siempre va a ser así. Hasta que llega la navidad y el hombre que le daba de comer le retuerce el cuello. Es el peligro de la inducción, que puede resultar falsa.


¿Busca algo el señor Bart? ¿Es interesada su amistad o es un amigo de verdad?— pensaba yo mientras leía este episodio. Para saber más habrá que leer esta novelita de ciento veintiséis páginas.


Con un estilo sobrio, conciso, tan tierno como dulzón, nos describe esta historia de exilio, y resiliencia. Un anciano en un mundo ajeno al suyo luchando por su supervivencia y la de su nieta. El autor quiere conmover, se nota, pero a veces lo hace con mal disimulados clichés y no transmite, o no llega lo suficiente.



Gracias al señor Bark, el nuevo país tiene un rostro, una forma de andar, un peso, un cansancio y una sonrisa, y también un olor, el del humo de los cigarrillos. Sin saberlo, el hombre gordo le ha dado todo eso.



[…] y, de pronto, acuden a su mente todos los rostros amados, y a su memoria el olor de la tierra de su país, y el del agua, el del bosque, el del cielo y el del fuego, el olor de los animales, de las flores y de los cuerpos, todos los olores juntos, por fin […]


domingo, 14 de septiembre de 2025

EL MAR, EL MAR


 



Hacía tiempo que no me entusiasmaba ni me emocionaba tanto con un libro.


Dicen algunos lectores que el libro es muy largo y reiterativo (y es verdad, más de 700 páginas, pero nada de reiterativo), que parece un vodevil o telenovela mala y forzada (podría ser, pero en absoluto puedo estar de acuerdo con esa opinión), o que disecciona en exceso cada uno de los motivos de los personajes (pues sí, pero lo hace muy bien…y es un acierto).


Si nos vamos al título, “el mar, el mar”, dicen, por ejemplo, que la fuente original es la Anábasis de Jenofonte (pues sí, puede ser), o que es el inicio del famoso poema del cementerio marino “ la mer, la mer, toujours recommencée” (por cierto, yo visité el cementerio marino donde está enterrado Paul Valery en Sète)


Pero a mí “El mar, el mar” no deja de recordarme a “Tierra, Tierra” novela autobiográfica de Sandor Marái publicada unos años antes. Lo de “tierra, tierra” fue el grito de un marinero vigía que iba en una de las carabelas al mando de Colón y que viene a ser la salvación, la búsqueda del hogar y de las raíces.





La historia comienza cuando Charles Arrowby, famoso dramaturgo inglés se jubila y se retira a una casita frente al mar para escribir sus memorias. Allí lleva una vida tranquila, donde de vez en cuando recibe la visita de sus amigos y ex novias y del estirado, con el que nunca se llevó bien, de su primo James.


Hay que decir que el protagonista es un ser egoísta, poco empático, al que le gusta tener a la gente sometida a sus deseos, como si fuera un director de escena, pero en la vida real. Y de la vida real o no , es de lo que trata la novela.


Gracias a Dios, nadie ha intentado ofrecerme su amistad” “En realidad, pensándolo bien, casi todo lo que hay en el mundo tiene que ver con mi situación” dice el protagonista.


Un ser odioso que cae mal.





Pero al leer sus memorias, diarios o reflexiones nos parece, en ocasiones, una persona muy sensata , generosa y que se mueve por los mejores propósitos. Quiere y hace el bien. Los demás se resisten. Eso parece.


Un día descubre en el pueblecito donde vive a la que había sido el gran amor de su vida. Una amiga de la infancia a la que amaba profundamente y a la que nunca pudo olvidar. ¡Su adorada Hartley! La joven desapareció de la noche a la mañana sin dejar rastro y nunca la encontró a pesar de haberla buscado durante años.


El caso es que ese gran amor es ahora una vieja aldeana anodina, casada y con un hijo. “Una anciana pensionada”. Nada que ver con las figuras intelectuales del teatro ni con las refinadas y estilosas mujeres a la que estaba acostumbrado. “la mujer barbuda” le llamaba una de sus novias por los pelitos que tenía en el bigote.


Sin embargo Charles Arrowby la sigue queriendo y a partir de ese momento casi se vuelve loco intentando recuperarla. Y es curioso porque el lector, ante la indiferencia de la que fuera su primer novia que se niega a separarse de su marido para volver con él, llega a compadecerse del protagonista por el empeño de éste en recuperar su amor de la infancia. A veces cae bien.


Una obra repleta de sublimes descripciones, continuas referencias filosóficas y literarias, de una gran habilidad narrativa donde destaca el lirismo, la belleza, y un fino sentido del humor ¡incluso habla de cocina!


Narrado en primera persona, llega el momento en que desconfiamos del narrador. Sospechamos. Como en la vida real el que nos cuenta algo lo hace a su manera, bajo el prisma de sus ilusiones, de sus propias mentiras, de su egocentrismo…






¿Sería Charles Arrowby el escritor búlgaro Elias Canetti con el que tuvo una relación sentimental la autora?


Al final del libro Iris Murdoch deja sacar al lector sus propias conclusiones sobre la condición del protagonista y en general sobre la condición humana, con esa prosa tan precisa, tan poética y habilidosa que hace mantener la tensión narrativa hasta la última página.


La novela es una obra maestra, y, como tal, no necesita de ningún otro libro auxiliar, pero en este caso, al encontrarnos también con una gran filósofa— me dice mi marido quien fue el que me la recomendó— que estaría bien leer su libro “ Las soberanía del bien”.





El teatro es un ataque a la humanidad, concretado por la vía de la magia: tomar represalias contra un público todas las noches, hacer que rían y que lloren, que sufran y que pierdan el tren. Claro que los actores consideran al público como un enemigo al que hay que engañar, drogar, encarcelar, estupidizar. Esto se debe, en parte, a que el público es también un tribunal contra el cual no hay apelaciones.


El drama debe crear un momento presente, irreal y fascinante, y aprisionar en él al espectador. El teatro mima la profunda verdad de que somos seres prolongados que, sin embargo, solo podemos existir en el presente. Es un presente irreal porque le falta la libre emanación de la reflexión personal y porque contiene sus propios límites secretos y conclusiones.


Después dejé de lado cierta vanidad. La vanidad resulta tan vapuleada en el teatro, que uno imaginaría que tiende a desvanecerse, pero la mayor parte de los actores se las ingenian para mantenerla: no solo como enfermedad laboral, sino también como instrumento necesario para la supervivencia.


Pero las zonas más profundas de nuestro espíritu tienen muy poco sentido del tiempo.


Así es la credulidad humana, el poder de la palabra impresa y de cualquier “nombre” conocido, o cualquier “personalidad del mundo del espectáculo. Aunque el lector afirme que “se lo toma con cierto escepticismo”, en realidad no es así. Está ávido de creer, y cree, porque creer es más fácil que no creer, y porque cualquier cosa escrita tiende a ser “verdadera en cierto modo”.


Es revelador lo fácil que resulta asustar a la gente, desconcertar a alguien, perseguirlo y aterrorizarlo hasta hacerle perder la cabeza y hacer de su vida una pesadilla. No es de extrañar que florezcan los dictadores.


Es posible que la gente se adapte a formas de vida que excluyen una felicidad continuada, pero que son satisfactorias y, en conjunto, preferibles a otras alternativas.


He amado...en otro tiempo...a otras mujeres, otros seres, ahora todos perdidos ya, perdidos para siempre, pero no habría servido de nada...Los canallas y los pillos y los inútiles no pueden ser felices, de manera que, después de todo, alguna justicia hay en el mundo.


En lo espiritual somos unas criaturas sigilosas, y esa espiritualidad es lo más sorprendente que hay en nosotros, más sorprendente incluso que nuestra razón. Pero no podemos limitarnos a entrar en la caverna y mirar. La mayor parte de lo que creemos saber de nuestra propia mente es pseudoconocimiento. Nuestra afectación es escandalosa, exageramos la importancia de lo que creemos valer. Según Estesícoro, los héroes de Troya lucharon por una Helena fantasma. Guerras vanas por objetivos fantasmas.


Al objeto venerado se le dota de poder. Ese es todo el sentido de la prueba ontológica. Y si hay bastante arte, una mentira puede iluminarnos tan bien como la verdad.


Yo diría que la mayoría de las vidas son horribles. Solo cuando uno es joven espera otra cosa.


Bueno, procuraré reflexionar, pero no hoy.



martes, 26 de agosto de 2025

LOS CASOS DE HORACE RUMPOLE, ABOGADO


 



A mi parecer no estamos ante una novela típicamente jurídica, aunque el protagonista sea un abogado inmerso en la maraña de los tribunales del sistema judicial inglés, sí, esos tribunales con estrados altos y jueces y abogados con pelucas del siglo XVIII.


Estamos ante un libro de relatos de estilo British. Universo propio; su trabajo, su país... humor cáustico y más cosas...


Los relatos que componen este libro ofrecen a un “picapleitos” mordaz e irónico cuya habitual desidia y la falta absoluta de ambición le inhabilita para cualquier aspecto de la vida cotidiana.


Y ello es precisamente su punto más fuerte y atractivo pues, no olvidemos, que el abogado no deja de ser un notario que quiere ayudar. Por eso lo queremos: sin personaje entrañable no hay gran novela. Entre sus cualidades está beber vino de garrafón, fumar puros malos, pelearse con su mujer (Ella la que ha de ser obedecida) y ocurrirsele todo tipo de triquiñuelas para ganar los casos.



No son casos sorprendentes donde haya que sacarse un as debajo de la manga para resolverlos, ni ser un gran investigador, tampoco los casos son una cosa del otro mundo,— divorcio, robo, villanos de barrio— es sólo que su experiencia, su intuición, y por qué no, la suerte, acompañan a este abogado tan peculiar. Podrían ser historias de Wodehouse.


Y es que nuestro abogado es un gran conocedor de la naturaleza delictiva y humana en general.


Rumpole es un tipo peculiar al que se le toma cariño, no importa mucho los pleitos que tiene, ni como los resuelve, sino lo que hace después de salir del trabajo; sus cervezas en el pub, el día a día con la intransigente de su mujer, el hijo, profesor de sociología, y su nuera vegana. Lo que cuenta es el tiempo libre.


El libro se lee con una leve sonrisa y sin sobresaltos. Su fino humor inglés esconde más allá de la trama aparente una profunda crítica social.



Ya en el juzgado, ataviado con mi peluca y mi toga, tuve mi primer contacto con el resto de los habitantes del Nirvana, los comedores de setas del número 34 de Balaclava Road. Habían venido en bloque, vestidos con vaqueros limpios y fulares de estilo mexicano, y les acompañaba el bebé de rigor. Un hombre alto de color, de quien más tarde descubrí que se llamaba Oswald, portaba una flauta pequeña. Yo mantenía la esperanza de que no acabaran confundiendo todo aquel asunto con una fiestecita junto a la embajada sudafricana.


"He perdido el tiempo, y ahora el tiempo me pierde a mí"--Cambié de Scott a Shakespeare. La reacción de mi compañera de vida no fue mucho mejor.


En aquel instante sonó el teléfono del salón, y Hilda, que adora la actividad, salió corriendo a responder la llamada. A través de la puerta abierta le oí contar unas mentiras terribles.


"Los abogados y las prostitutas--le dije, y se lo dije de verdad--ejercemos las dos profesiones más antiguas del mundo. Y nuestro objetivo consiste en agradar al otro".

lunes, 28 de julio de 2025

INDIRA

 





Indira” es la tercera novela de una trilogía del escritor Santiago Díaz, guionista de cine y televisión y de la que yo he leído éste último libro. Y así va a seguir siendo, creo yo; que por ahora no tengo intención de leerme los anteriores.


Thriller piscinero y playero con sus consecuencias y atributos, esto es, libro insustancial, para no calentarse la cabeza mientras se sobrelleva la canícula del sureste español y quizás se afronte una nueva DANA.


He de reconocer que los capítulos (que son muy cortos) resultan adictivos, trepidantes, y a priori con unos personajes de gran fuerza y carácter.


Pero te crea unas expectativas que al final el autor no cumple: toda la historia queda muy superficial. Y uno termina de leer el libro con la sensación de que te han engañado. O lo que es peor, que has perdido el tiempo...porque, vamos a ver, ¿desde cuando se puede confiar en la palabra de un criminal asesino, medio psicópata y sin escrúpulos? Y no olvidemos, que éste no deja de ser un libro de un determinado género literario por mucho que el autor quiera innovar.


A la inspectora Indira Ramos y a su equipo le surge un nuevo caso cuando al remover la tierra de un solar aparecen cinco cadáveres. A su grupo se ha incorporado Jotadé, un policía gitano de métodos poco ortodoxos. El grupo cuenta además con dos agentes de policías. Por otro lado, la inspectora sufre un trastorno obsesivo compulsivo por la higiene y el orden, lo que limita sus relaciones personales con amigos y familia.



Resulta paradójico que al final del libro el propio autor pida a los lectores que no desvelemos el final, cuando es él precisamente quien cuenta el desenlace nada más empezar en la primera página. Y supongo que este final que supone un giro argumental está encaminado a seguir buscando la justicia en posteriores sagas. No sé. Pero nosotros los lectores caniculares queremos inmediatez piscinera, no estamos por la labor de esperar.


Yo no digo que sea mala jefa, pero es rara de cojones.

Jotadé unta una gruesa capa de mantequilla en la tostada, que después cubre con varias tarrinas de mermeladas de diferentes sabores. Lucía mira hipnotizada la bomba calórica que se come su compañero.

Lo mejor es ignorar sus manías—responde sin apartar la mirada de la tostada—. Oye, ¿tú sabes la cantidad de colesterol que tiene eso?

Eso es cosa de payos...¿Y del tal Óscar Jimeno qué me cuentas?




jueves, 24 de julio de 2025

JUAN BELMONTE, MATADOR DE TOROS






Al caballo Pabilo y a su compañero, asesinados en Panamá


Tengo que decir que a pesar de haber leído y reseñado una obra sobre un torero, yo no soy aficionada a la fiesta nacional (o drama nacional, como diría Machado), al contrario, si por mí fuera ya estarían abolidas las corridas de toros. Ni siquiera el autor de esta biografía lo era. Al escritor sevillano, Chaves Nogales, no le gustaban tampoco los toros y, por supuesto, no acudía a las plazas de toros; sin embargo escribió esta historia “al dictado” de su amigo torero Juan Belmonte.


Pero lo que a Chaves Nogales le interesó del matador de toros fue más bien su carácter intelectual y aventurero, quizás porque él también era un aventurero y un intelectual. Belmonte fue un hombre pobre sin estudios pero con una inteligencia natural extraordinaria.


Así que me acerco a esta obra, más que por otra cosa, por la narrativa de Chaves Nogales que hace del relato un magnífico reflejo literario de la época y del espíritu humano.


Personajes singulares, sevillanos del costumbrismo andaluz, el mundo latinoamericano, el encanto de los mexicanos y a la vez la exaltación de sus malas pasiones populares capaces de morir o matar por no importa qué causas, aquellos personajillos de la picaresca española como el hombre español con cara de tonto y aspecto de infeliz del que todos se mofaban y que resultó ser un estafador inteligente y a gran escala, en fin, toda una fauna de servidumbre y clientela que pululan alrededor del toreo y del torero.


La figura de Belmonte es excepcional porque representa el toreo moderno. Hasta entonces había terreno vedado para el matador porque se arriesgaba a sufrir una cornada del toro. Pero Belmonte sentó las bases actuales de la tauromaquia.


El diestro entraba en el terreno del toro sin ser cogido , es decir, corneado, y lo que en principio podría parecer suicida luego no lo era tanto (esta característica la ha llevado a su culmen el torero actual José Tomás). Según Belmonte, el único ser racional en el albero es el torero, mientras que el toro tiene el espacio que el matador le permite.


Juan Belmonte perteneció junto a Joselito a la Edad de Oro del toreo, en una época en que la faena del matador no moría en la plaza sino que proseguía más allá discutiéndose en la calle, con los aficionados analizando la corrida. No se hablaba de otra cosa pues los toreros eran ídolos de multitudes y el toreo era una continuación de la vida de los españoles.


Joselito significaba la técnica, la razón, el dominio, EL poder a todos los toros, EL dominar todas las suertes. Belmonte significaba la pasión, el arte, la estética, EL romper las reglas. Es como si dices el arte clásico y la revolución de vanguardias”.


Además Belmonte era el torero de los intelectuales. Se relacionaba con Pérez de Ayala, Romero de Torres y otros muchos escritores y artistas de fama. De él dijo Ramón de Valle Inclán: ¡Juanito, no te falta más que morir en la plaza!, a lo que el torero le respondió: “Se hará lo que se pueda, don Ramón”. Viajaba con un baúl repleto de libros, él, que era hijo de un quincallero y que en su infancia apenas aprendió a leer.


Chaves Nogales no es ajeno a la crueldad del toreo. En la narración se cuelan episodios espeluznantes. Pobres caballos despanzurrados con sangre por todas partes. O la historia del caballo que compró Belmonte y que siempre llegaba a la grupa tantas personas que el pobre animal no pudo más y se suicidó estampándose contra un muro. Destaca el caso de una corrida en Panamá que organizó Belmonte y su cuadrilla. Necesitando caballos para los picadores cogieron dos jacos que se dedicaban a repartir leche y que en realidad eran ajenos a las lides del toreo. Aseguraronle en todo momento a su dueño que sus animales no corrían peligro. Pero no fue así y los dos caballos terminaron destrozados. Uno de ellos que se llamaba Pabilo, al sentirse herido el pobre animal salió corriendo de la plaza con las tripas colgando. Todos tenemos una vida, una sola, también los pobres animalicos y nadie tiene derecho a quitárnosla para el disfrute exclusivo de ninguna persona. No hizo daño a nadie Pabilo, que era un animal tranquilo y feliz, y que junto a su compañero se dedicaba a trabajar.


Aquel toro parecía de goma. Le pinché en todas partes, y, si bien es verdad que llegó un momento en que murió, más creo que lo hizo harto de mí y de mi torpeza que por la virtud mortífera de mi acero.


La tesis de Belmonte sobre el toreo es que es, ante todo, un ejercicio de orden espiritual. La fuerza física es importante pero aún más lo es la fuerza mental. Lidiar contra el toro y contra los aficionados. Afrontar que, en ocasiones, la gente iba a ver las corridas con un papel y un lápiz para ajustar las cuentas al torero que no moría en la plaza. Y luego, resistir frente a los espectadores de toros que van de severos críticos y presumen de entendidos. Mientras la multitud aplaude o se divierte, el falso entendido acredita su tecnicismo tauromáquico manifestando ostensiblemente su disconformidad y es inútil todo cuanto el torero haga. Esto último es aplicable a casi todas las artes y disciplinas donde interviene el público.


Alguien dijo de “El pasmo de Triana” que parecía más un humorista inglés que un torero. Desde luego, lo que sí fue, es una figura dentro y fuera de la plaza.


Por último, hay una teoría antropológica e histórica-política sobre el toreo que voy a tratar de exponer aquí. Según esta teoría el toreo es la consecuencia de la Revolución Francesa en la España imperial y aristocrática. El rejoneo hecho por nobles y que se hace a caballo es objeto de revolución y es a partir de la revolución francesa cuando el torero (caballero) baja del caballo y va a pie y se enfrenta con arte al toro, y el toro mismo adquiere nobleza. El toreo en España representa, por tanto, la revolución francesa que no pudo darse en la política, en el estado y quedó limitada a la fiesta nacional. 


Uno cree que es desgraciado porque tiene que pelear sin descanso en su arte o su oficio y espera cándidamente que el día que tenga dinero será feliz descansando mano sobre mano; pero la verdad es que hay muy pocos hombres capaces de resignarse a ese bienestar burgués, que consiste en ver girar el sol sobre nuestras cabezas, bien comidos y bien descansados.


Se torea y se entusiasma a los públicos del mismo modo que se ama y se enamora, por virtud de una secreta fuente de energía espiritual que, a mi entender tiene allá, en lo hondo del ser, el mismo origen.


Hace poco quise impugnar unas tarifas de contribuciones que me habían impuesto arbitrariamente. Me quedé estupefacto cuando oí al recaudador que me decía como todo el mundo:

Pero hombre, a usted, ¿qué más le da? ¡Si con torear un par de corridas más tiene todos los problemas resueltos!

Y por esto sí que no paso. Me niego a que el Estado y el Municipio y la Diputación tengan ese concepto de mi dinero. Pase que haya que torear para ayudar a unos infelices que, a fin de cuentas, forman el pedestal del torero. ¡Pero me niego a dar una sola verónica en beneficio del Estado!




 

domingo, 13 de julio de 2025

POR SI UN DÍA VOLVEMOS


 


Una joven niña sobrevive como puede en la casucha de sus padres en una zona rural miserable y muy próxima a Cartagena (España). Las condiciones de vida son penosas y como quiera que a perro flaco, todo son pulgas, a nuestra protagonista le sucede un hecho ignominioso, un hombre la viola mientras duerme en una marranera. Ella se defiende clavándole la hoja oxidada de una hoz. ¡Ojo! Todo esto ocurre en la primera página, que no destripo nada.


Nuestra heroína (cuyo nombre desconocemos durante toda la novela) coge la tarjeta de embarque de su agresor, Cecilio Belmonte, y así suplantando la personalidad y convirtiéndose en Cecilia embarca a Orán, en busca de oportunidades y huyendo del crimen cometido; en realidad, la muerte de un criminal por legítima defensa.


El libro describe a través de la ficción a la colonia francesa de Argelia a principios de los años veinte del siglo pasado, a la bulliciosa ciudad de Orán, de origen árabe e influencia española, a los muchos españoles refugiados de la guerra civil que sobrevivían allá, pasando tangencialmente por otros hechos históricos como la II guerra mundial, y desde luego, la historia de los pieds noirs hasta su devenir posterior en la violenta independencia.


Pero también es una novela de aventuras con una figura femenina heroica admirable por su valor en busca de un posible mundo mejor en un mundo extraño; allí, donde confluyen distintas culturas con un punto en común, el ansia de libertad.


Habrá gente que le parezca un novelón clásico, y le guste; y otros que digan que ésta no es su tipo de novela, que le sobra el rollo melodramático. A mí, sin embargo, me gusta. Me parece perfecta la forma en que María Dueñas modela a su protagonista. Joven, valiente, inteligente, en un mundo intolerante y cruel. Un personaje entrañable en una gran novela.


Deprisa, deprisa, empecé a avanzar por calles y escalinatas que me eran familiares porque en otro tiempo las había recorrido montones de veces: estrechas, enredadas, empinadas, con gente arriba y abajo, con olores poderosos, voceríos, olor a mar y ropa tendida en las ventanas. Se seguí oyendo hablar en francés, pero ya no era tan cristalino como en los boulevards: ahora se revolvía con avisos en árabe, insultos y juramentos en español, alguna estrofa de copla o de tarantella desde una radio encendida, reclamos de vendedores ambulantes, regateos bullangeros de mujeres y las risas de niños que no iban a la escuela.



domingo, 15 de junio de 2025

LA SEMILLA INMORTAL


 


Este libro me lo regaló entusiasmada mi amiga Mariplatónica hace ya un tiempo. Lo hizo con mucha ilusión porque el autor es un joven conocido suyo. Los libros los leemos inmediatamente, nada más tenerlos, pero otras veces, los más, esperan aletargados su turno atendiendo a criterios de selección aleatorios, como es el caso de esta novela.


Iria, la personaje principal de la novela, ha tenido una infancia traumática por lo que guarda un terrible secreto familiar del que son partícipes sus amigos de la infancia Quiroga y Sabela.


Ahora que ha vuelto a Monrixido, se entera de que Sabela ha sido secuestrada, y ella misma, sufre el acoso de un hombre encapuchado. ¿Tendrán estos sucesos relación con su secreto?


La lectura es rápida, ágil, entretenida, te capta desde el principio; el autor dosifica muy bien la información y sobre todo consigue mantener LA TENSIÓN NARRATIVA, fundamental en un thriller. La historia está bastante elaborada y, al final, queda muy bien resuelta. Las piezas encajan.


En la novela subyace dos cuestiones éticas fundamentales. ¿La lealtad familiar está por encima de la justicia? ¿La maldad es algo genético que nos viene de serie?


Las respuestas a estas preguntas hacen cumplir el propósito de toda buena novela, que no es otro, que “dar que pensar” pues “pensar” implica ya el sentimiento y consciencia del lector.


Esperando, pues, su próximo libro.


Era más bien la hierba del valle, ondeada por el viento, lo que le daba una cierta sensación de irrealidad. No era una sola corriente del viento, sino incontables, y provocaban en el prado el mismo efecto que los vientos alisios en la superficie del mar: una miríada de infinitas olas, que nacían en el mar y el prado para morir en los confines de éstos.