LA CONJURA

lunes, 6 de mayo de 2024

EN LOS MÁRGENES


 


En este libro nos encontramos un conjunto de cuatro ensayos que Elena Ferrante escribió para las conferencias académicas que realizó en el año 2020 para la Cátedra Umberto Eco de la Universidad de Bolonia, sobre el proceso creativo y con los sugestivos títulos de “ La pena y la pluma”, “ Aguamarina”, “ Historias, yo”, y “ La costilla de Dante”.


Para Elena Ferrante existen dos grandes y fundamentales modalidades de escritura, una diligente o (bordada) y otra impulsiva o (des-bordada), por lo que olvidó la escritura que no llega siquiera a los bordes, por así decir…, pero no se trata aquí de criticar por academicismo huero a las charlas de la autora de “ La amiga estupenda”, aunque—en mi opinión— ya adelanto que Elena no es tan estupenda como crítica literaria que como autora literaria. Es mucho más genial como autora de novelas.


La primera modalidad de escritura (la diligente) es aquella que se somete a las convenciones en sus formas, utilizando estructuras tradicionalmente robustas. La autora recuerda los cuadernos de caligrafía que escribía de niña y las limitaciones que suponían las líneas donde se acotaban cada consonante y cada vocal. Escribir significaba guardar los márgenes. No salirse de lo establecido. Supongo que Elena Ferrante debió hacer “bordados” de pequeña—cosa no extraña si es de origen napolitano—por lo que hacemos desde aquí también la analogía de bordar y escribir: escribir es como bordar sin des-bordar-se, si bordas bien es la escritura buena.  


La segunda modalidad es “la impetuosa”, (desbordada), en ella trata de salirse de las formas establecidas, ir más allá del encorsetamiento que suponen los límites y dejar que la escritura se derrame porque, al final, escribir es deformar, desequilibrarse en un acto convulsivo y estar dispuesto a todo.


El desafío en la escritura consiste en aprender a utilizar con libertad la jaula de las formas en la que nos encontramos encerrados a la hora de escribir. Así llegamos a la distinción entre quienes hacen libros buenos y quienes llegan a inventar universos verbales imprescindibles. Hemingway es un buen autor, pero pone en marcha una carrera y nada más, pertenece al primer grupo que no se sale de los márgenes, al de lectores con vena garabateadora. En cambio, Gertrude Stein se desborda, arriesga, sale de la poquedad y de la naturaleza perecedera de sus obras para emprender una fuga permanente.


Quizá lo que me salva—aunque esa salvación no tarda en ser perdición—es que, a lo largo del tiempo, en la necesidad de orden ha subyacido una energía deseosa de obstaculizar, desordenar, decepcionar, errar, fallar, ensuciar. Esa energía tira de mí ahora hacia un lado, ahora hacia el contrario. Escribir de veras para mí ha consistido, con el tiempo, en dar forma a un equilibrarme/desequilibrarme permanente, disponer fragmentos en un encaje y esperar el momento de desordenarlo. Así la novela de amor empieza a satisfacerme cuando se convierte en novela de desamor.


Cuando Elena Ferrante llega al capítulo donde cita a Gertrude Stein y a su “Autobiografía de Alice B. Toklas” “se vuelve loca. Como si un espíritu la poseyera, la entrañable, genial y talentosa escritora de “La amiga estupenda” comienza a escribir párrafos sesudos y farragosos, oscuros, cuando no pedantes, difíciles de descifrar. Son verdaderos galimatías que seguramente tendrán sentido, pero tan artificiosos que no me animo a volver a leer ni para intentar comprenderlos.


Ciñéndonos a la aplicación de ese viejo mecanismo, Gertrude Stein debería presentarnos como verdadera la autobiografía inventada de un personaje de su creación. Sin embargo, el mecanismo recibe un golpe que lo deforma. Gertrude Stein, la persona real, se proclama autora, repito, autora de una autobiografía escrita por Alice Toklas, persona no inventada sino real, en la que el yo autobiográfico cuenta, en su mayor parte, no sobre sí misma sino sobre otra, es decir, la propia Gertrude Stein, genial persona real.

Alguien dirá, entonces, que sólo se trata de “un raro subterfugio”. Pero eso es de un reduccionismo mezquino.


Alice Toklas, no es un personaje de ficción, existió verdaderamente. Fue la pareja, amante, secretaria, musa, crítica… etc de Gertrude Stein. De manera que cuando Gertrude escribe la autobiografía, en teoría no es de ella sino de Alice Toklas, sin embargo, contemplamos su “yo creador”. Aquí el género autobiográfico y el género biográfico se superponen. En realidad es la historia de Gertrude. Es la propia escritora quien escribe su biografía haciendo que la cuente Alice en una supuesta autobiografía. Vaya lio, un poco como las muñecas rusas.


Elena Ferrante habla de la dificultad de la voz femenina en la literatura. En su generación escribir bien significaba hacerlo como un hombre y mantenerse dentro de la tradición masculina. Pero es necesario aprender partiendo siempre de la escritura ajena, porque el mayor error e ingenuidad en la escritura es la robinsonada. No partimos de una isla desierta, al contrario, partimos de multitud de voces, y cada vez más voces femeninas.


En cuanto a la constatación de la realidad, es decir, a la hora de transcribir los acontecimientos de forma realista, la autora entiende que no se puede obtener una reproducción exacta de la realidad, que es una tarea ardua, difícil, pero que no hay que desanimarse y hacer lo que se pueda.


Termina este librito intelectual, como no podía ser menos en una italiana, con Dante y su “Betty” o Beatriz o Beatrice. Dante aparece en una jaula repleta de vida, con una lengua enérgica, con expresiones tan veloces que plasman al otro con solo un gesto fugaz. Estamos acostumbrados a leer y escribir con demasiada prudencia, somos cobardes—dice Elena Ferrante, Dante no, porque él sabe hacer poesía incluso con la negación de la poesía.





1 comentario :

  1. Un título muy de Derrida : “En los márgenes “.

    ResponderEliminar