LA CONJURA

viernes, 3 de mayo de 2024

LA VIDA Y LA MUERTE ME ESTÁN DESGASTANDO


 

Después de ser ejecutado injustamente por el gobierno revolucionario chino, Ximen Nao, desciende hasta el inframundo donde es condenado a reencarnarse en burro. Con esta nueva apariencia vuelve a Gaomi, la antigua aldea donde vivía con sus familiares.


Vive la existencia de un burro, junto a su(s) mujer(es) y sus hijos que no lo reconocen, sufriendo las injusticias propias de las costumbres de la época. Si ya la vida es dura para un humano, más lo es para un animal. Las duras condiciones de vida, la envidia, el nepotismo, la traición entre hermanos y padres, la miseria en general que conforma el reflejo de una sociedad en una zona rural remota de China, a principios de la reforma agrícola de Mao.


A destacar el personaje de Lan Lian, un agricultor independiente que se niega a unirse a la Cooperativa revolucionaria agraria, y que mantiene poco más de un acre de tierra que cultiva él mismo, lo que le ocasiona la enemistad de los habitantes del pueblo, sobre todo de aquellos que se convierten en acérrimos revolucionarios. Años después, cuando Lan Lian ya era viejo, y muerto Mao, la tierra volvería a los campesinos: la propiedad privada e individual, la individualidad vence al final al colectivismo forzado maoísta.


¿Te acuerdas de cuando solíamos llevar a pastar los bueyes al banco del río? —dijo—. Para conseguir que te unieras a la comuna, te daba una paliza todos los días. En aquel momento, ¿quién iba a imaginar que veinte años después la Comuna del Pueblo sería como una casa construida de arena, que se ha desvanecido ante nuestros ojos? Nunca habría creído entonces que llegarías a ascender al puesto de jefe adjunto del condado y que yo sería el director general de una corporación. Muchas de las cosas sagradas por las que habríamos perdido la cabeza hoy no valen una mierda.



Pero el librito tiene un pequeño inconveniente, consta de unas 757 páginas y da para más de una transmigración, es decir, reencarnación. Así comienza una rueda de reencarnaciones en distintas manifestaciones: burro, buey, cerdo, perro y mono. De todas ellas, la historia del burro es la mejor, la más dura y entrañable. ¿Conocía el autor chino al Platero de Juan Ramón Jiménez ?


Un libro demasiado largo, el del chino. Podría haber contado lo mismo en la mitad de páginas. Y aunque es un libro lento—se pierde en disquisiciones la mayoría de ellas no innecesarias pero sí cargantes—en las últimas cien páginas acelera el ritmo, como si el autor fuera consciente que está terminando (debe terminar) y le ha faltado cosas por contar. En muy pocas páginas mueren la mayoría de los personajes y curioso que todos ellos son enterrados en la pequeña parcelita de Lan Lian, incluidos los animales reencarnados. Un nuevo triunfo de la pequeña propiedad o libertad individual.


Por lo que mi maridito me dice con sorna (este libro fue un regalo suyo) que critique lo que tenga que criticar, que no me corte el hecho de que sea premio Nobel de Literatura. Pues no, claro que no.


El autor presenta algunas aventuras y pasajes humorísticos que recuerdan a Cervantes, incluido el que el autor aparezca como personaje en la obra literaria. Chocante y esperpéntica es la historia de los cerdos que utilizan sus lomos pintados a modo de vallas publicitarias. O la historia de los cerdos que para no engordar y evitar que los lleven al matadero hacen flexiones todas las noches en su pocilga.


Un libro planteado como un viaje en la China de Mao, que reivindica la libertad individual frente a la megalomanía y el totalitarismo. Mo Yan quiere defender las vidas únicas frente a la promesa de un futuro utópico, lo pequeño y humano frente a las promesas utópicas que terminan por ser mamotretos de demasiadas páginas, la libertad individual frente al absolutismo asiático.


La obstinación de mi hermano se aplacó considerablemente después de que él y Huzhu hubieran estado juntos. Las revoluciones reforman a las sociedades y las mujeres modelan a los hombres. En el espacio aproximado de un mes, mi hermano no sólo no celebró ninguna sesión de acusación donde se pateaba y golpeaba a los acusados, sino que llegó a organizar una decena o más de óperas pekinesas al estilo moderno revolucionario. Huzhu, que antes era una chica tímida y vergonzosa, se había transformado en una mujer valiente y enérgica que mostraba una pasión incontenible. El hecho de que tuviera una voz fina y conociera la música de muchas óperas revolucionarias cogió a todos por sorpresa.


Un clamor de aprobación salió de las gargantas de la multitud. A todo el mundo le hizo gracia: odian las pequeñas equivocaciones y las excentricidades sin importancia, pero adoran los grandes pecados y lo grotesco.





No hay comentarios :

Publicar un comentario