LA CONJURA

martes, 26 de diciembre de 2023

UNOS MESES DE MI VIDA

 





Sé que divago, pero no puedo evitarlo, es la propia vida la que divaga” , afirma el autor Michel Houellebecq cuando habla de ciertos hechos que le ocurrieron en el transcurso de unos meses.


El libro intenta aclarar dos hechos polémicos que le han ocurrido muy recientemente—entre finales del año 2022 y principios del 2023— y que, como siempre le pasa, lo sitúan (en contra de su voluntad) en el centro del escándalo; así que se trata de un texto muy personal donde él es el protagonista. El librito cuenta su relación con el sexo y la pornografía, también opina sobre la islamización de Europa, lo que ya le provocó anteriormente reacciones violentas. En otro orden de cosas, reflexiona además sobre la poesía y el arte en general: Baudelaire, Picasso...


Frente a la controversia relacionada con su participación en un proyecto de película porno, nos cuenta que fue engañado y que en ningún caso quería ser grabado. El caso es que firmó un contrato a lo loco. Así personajes de este entramado y que él llama, acertadamente, como “La cucaracha”, la “cerda”, la “víbora”, la “pava”... lo engañaron y se aprovecharon de su notoriedad literaria y de sus órganos sexuales para cobrar beneficios en una web de pago, precisamente a él, que según declara, su relación con el liberalismo comercial nunca ha sido sencilla.

Al final la cosa terminó mal. Un día el escritor perdió la paciencia y terminó echando de su habitación a la cucaracha y al cámara. Intercambiaron insultos pero no llegaron a las manos.


Por otro lado, según Houellebecq, el sexo no tiene nada que ver con la degeneración moral contemporánea. Para el autor son dos figuras geométricas que nunca encajan, pues los elementos más importantes para el sexo es el amor y la empatía. En el buen porno debe de haber placer auténtico y no fingimiento.


Pero el vídeo más infame y vil que había sido considerado la cumbre de la carrera de la cucaracha fue uno que grabó con la cerda y con Sid Lukkassen, un filósofo holandés de extrema derecha. Tal fue la humillación a este desafortunado filósofo que hasta el antifascista más acérrimo solo podría experimentar compasión por este hombre al ver el repelente vídeo.

El fragmento más lamentable es sin duda cuando después de haber rechazado con desdén una caja de bombones belgas que le ofrece el desdichado filósofo, ella exige que le regale un diamante, y cuando a Lukkassen, dispuesto a complacerla, lo salva in extremis el horario de apertura de la joyería”


La otra controversia que trata en el libro es sobre las opiniones vertidas en una entrevista que le hizo Michel Onfray a propósito de la islamización de Europa. Michel Onfray es un filósofo francés muy conocido, materialista y por supuesto de izquierdas y ateo, casi anarquista y enfrentado al gran BHL de la izquierda del caviar. Después del revuelo de dichas declaraciones, con amenazas judiciales incluidas, Michel Houellebecq rectifica públicamente señalando que el problema no es el Islam sino la delincuencia.


Unos meses de mi vida”, es un libro corto pero intenso, con una prosa ácida, inteligente, con mucho humor pero rotundo contra la falta de moral por parte de la Cucaracha y otros bichos. Brillante y con el estilo inconfundible de un próximo premio Nobel.


Una criatura maravillosa:  Gladiator. Aquí con Houellebecq. 






sábado, 23 de diciembre de 2023

DELIRIO

 





Un hombre pasa un fin de semana de vacaciones en una urbanización con los hijos de su anterior matrimonio y al regresar a la ciudad encuentra a su mujer, Agustina, no en su casa, sino en la habitación de un hotel en compañía de un desconocido y presa de un brote psicótico.


El hecho de que Agustina haya enloquecido no es de extrañar pues ha sido desde siempre una persona sensible atrapada en una historia familiar complicada con estados anímicos alterados, momentos visionarios y, a veces, perdiendo totalmente el conocimiento. Sin embargo y aunque el marido está acostumbrado a estos episodios, esta vez parece diferente, e intuye que algo grave ocurre y comienza a investigar para tratar de entender lo que ha sucedido.


A partir de ese momento la narración gira en torno a una Colombia agitada. La de Pablo Escobar, la sociedad de Bogotá y Medellín, y unos personajes clasemediosos en torno a Agustina; su familia, un padre cruel, un hermano homosexual y maltratado; los amigos, especialmente uno, el joven enamorado Midas McAlister de origen humilde y sin escrúpulos y que representa el personaje típico de los bajos fondos de la ciudad de aquellos años.


La estrategia narrativa de la autora es una alternancia de voces narrativas en primera, segunda, y tercera persona. Los diálogos comienzan allí donde caen. En modo alguno pone los correspondientes signos de puntuación por lo que, en un ejercicio sintáctico, corre a cargo del lector que ha de adivinarlos por el contenido y la existencia de una mayúscula.


La novela fue premio Alfaguara en el año 2004. Tiene tintes del realismo mágico colombiano, y recuerda a los grandes, a Gabo, a Saramago, a Bolaño. Muy bien escrita, talentosa, con mucha brillantez, aunque, eso sí, debería ser un poco más corta y haber terminado antes. Le sobran páginas. Pues llega un momento en que ya sabes todo lo que tenías que saber y, sin embargo, quedan bastantes páginas para acabarla.


La locura es un compendio de cosas desagradables, por ejemplo es pedante, es odiosa y es tortuosa. Tiene un componente de irrealidad grande y tal vez por eso es teatral, y además estoy por creer que se caracteriza por la pérdida del sentido del humor, y que por eso resulta tan melodramática.


lunes, 4 de diciembre de 2023

YO SÉ POR QUÉ CANTA EL PÁJARO ENJAULADO


 



Este es el primero de los siete libros autobiográficos en el que Maya Angelou relata la dura infancia de una niña negra en el sur de los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XX. En sus primeros años de vida sufre el racismo, la segregación racial, la rigidez religiosa, y demás circunstancias dramáticas e injustas que padeció y padece la mayor parte de la población negra de Estados Unidos.


Se crió en una zona rural de Arkansas con su hermano Bailey y con su abuela que regentaba una tienda de comestibles para granjeros y algodoneros negros en el extrarradio de un pueblecito. Ante la ausencia de los padres que vivían separados, la abuela se convierte en el eje central de la educación de ambos hermanos. Posteriormente Maya Angelou y su hermano se mudan a California, viven en San Luis, y en San Francisco con sus padres, allí conocen la vertiginosa vida de la ciudad y el adelanto de la civilización.


La trayectoria de Maya Angelou es asombrosa. Trabajó de cocinera, camarera, ejerció la prostitución, fue actriz, cantante, poeta, bailarina y escritora. Finalmente tras viajar por Europa y África se convirtió en una importante figura del movimiento por los derechos civiles.


El título del libro está cogido del poema “Simpatía” de Paul Laurence Dunbar un escritor afroamericano de finales del siglo XIX.


Una pregunta surge al cerrar el libro: ¿Hay alguna escritora gitana y española que haya escrito un libro así ?



La mujer negra se ve atacada en la juventud por todas esas fuerzas comunes de la naturaleza y, al tiempo, atrapada en el triple fuego cruzado del prejuicio masculino, el ilógico odio blanco y la falta de poder de los negros.


A mí me resultaba imposible considerarlos delincuentes ni sentir otra cosa que orgullo antes sus hazañas.

Las necesidades en una sociedad determinan su ética y en los guetos negros americanos el héroe es aquel al que ofrecen solo las migas de la mesa de este país, pero con ingenio y valor consigue darse un festín de Lúculo. Por eso, el conserje que vive en un cuchitril, pero se pasea con un cadillac verdeazulino, no se granjea risas, sino admiración, y el criado que se compra zapatos de cuarenta dólares no se granjea críticas, sino reconocimiento. Sabemos que han puesto en práctica al máximo sus facultades físicas y mentas. Todo progreso particular contribuye a los progresos de la colectividad.


La Yaya se proponía enseñarnos a Bailey y a mí a utiizar en la vida los caminos seguros que su generación y ella y todos los negros que habían vivido antes habían descubierto. No le hacía gracia la idea de que se pudiera hablar a los blancos lo más mínimo sin poner en peligro la vida y, desde luego, no se les podía hablar con insolencia. De hecho, ni siquiera en su ausencia se podía hablar de ellos con demasiada dureza, salvo utilizando el apelativo “ellos”.


La Yaya abría cajas de galletas curruscantes y nosotros nos sentábamos en torno al tajo de partir carne, en la trastienda. Yo cortaba cebollas y Bailey abría dos o incluso tres latas de sardinas y dejaba que su jugo de aceite y barcas pesqueras se derramara por los lados. Eso era la cena.