LA CONJURA

lunes, 28 de diciembre de 2015

Biografía del silencio

                
DE PABLO D’ORS


No me gustan especialmente los temas sobre meditación y espiritualidad, aunque desde hace algunos años practico yoga—sin duda la espiritualidad hindú—, o eso intento al menos. Para mí el yoga son ejercicios prácticos muy difíciles (algunos de ellos imposibles) para mantenerse en forma, en cuerpo y soul. Una disciplina muy útil. En cambio, la parte de espiritualidad, la de los chakras y demás historias o leyendas no me interesa lo más mínimo; salvo los diez últimos minutos en que nos relajamos después de los ejercicios porque no supone demasiado esfuerzo físico después de la paliza que nos mete el maestro yogui.

Mis maestros hacen sesiones dedicadas a la meditación y nunca voy.



El caso es que vi a este autor, Pablo d’Ors, nieto de Don Eugenio, en un programa de TV. ¡Vaya! ¡Un ensayo de un cura sobre la meditación! pensé que no me interesaba, a punto estuve de cambiar de canal, aunque seguí prestando atención.
Pablo d’Ors tenía un discurso muy preciso, no se enrollaba.  Con esos apellidos de intelectual catalán (y  puede que de español también)  me asombraba que dijera:

“Leo a ciertos autores que después de leer una frase interminable, no sé qué dicen”

Y me hizo gracia. Así que pensé: A ver cómo ha escrito éste su ensayito sobre el silencio. ¿Se entenderá o no se entenderá?


Pues bien, el ensayo tiene cien páginas y se lee rápido. Además, como había intuido, escribe muy bien y no se enrolla.


Según Pablo d’Ors, la meditación es necesaria porque las personas vivimos dispersas, fuera de nosotros. Nos dedicamos a buscar porque solemos rechazar lo que tenemos y sólo empezaremos a vivir en la medida en que dejemos de soñar con nosotros mismos. Creceremos como personas cuanto más nos dejemos asombrar por lo que sucede, es decir, cuanto más niños seamos.


Vivimos, sí, pero muy a menudo estamos muertos. Lo que realmente mata al hombre es la rutina; lo que le salva es la creatividad, es decir, la capacidad para vislumbrar y rescatar la novedad. (Esto ya lo sabía yo pues es lo que de forma rutinaria no deja de decirme mi maridito). La meditación que practica  D’ORS apunta al carácter aventurero de lo ordinario: hacer la cama, sacar al perro…

A menudo, lo que queremos es que el mundo se pliegue a nuestras apetencias. Nos pasamos la vida manipulando cosas y personas para que nos complazcan. Esa constante violencia, esa búsqueda insaciable que no se detiene ni tan siquiera ante el mal ajeno, esa avidez compulsiva y estructural es lo que  nos destruye.

Lamentablemente, todos solemos estar demasiado enamorados del drama. En cuanto nos percibimos como seres no dramáticos, ¡nos aburrimos de nosotros mismos! Nos inventamos los problemas y las dificultades para sazonar nuestra biografía. Descubrir que uno no puede realizar determinada tarea, por ejemplo, no tiene por qué ser un problema; puede ser una liberación.


Mirar algo no lo cambia, pero nos cambia a nosotros.

Las emociones y los estados anímicos tienen su propio funcionamiento, pero, si nos lo proponemos, nosotros somos infinitamente más poderosos que ellos. Podemos escoger qué papel representar en la función o, incluso, no representar ninguno y asistir a ella cual espectadores.

El potencial de nuestra soberanía es sobrecogedor.

Hay un fondo misterioso—el yo auténtico—que es el espacio que se intenta frecuentar durante la meditación. Cuando dejas de esperar que la obra que estás realizando se ajuste al patrón o idea que te has hecho de ella, dejas de sufrir por este motivo.

La vida se nos va en el esfuerzo por ajustarla a nuestras ideas y apetencias.

Su maestro es Elmar Salmann, monje benedictino, según d’Ors un auténtico sabio con un increíble sentido del humor. De él dice: “resulta poco menos que inaudito encontrarnos ante alguien a quien resulta indiferente lo que pienses o dejes de pensar de él. Esto maravilla por su rareza, pero sobre todo por la soberanía que comporta. Atrae porque es a lo que todos estamos llamados: al olvido de sí.


La meditación…, POR TANTO:

·         “No consiste en mirar penetrantemente, intentando calar hondo o desentrañar quién sabe qué cosas, sino mirar amorosamente, sin pretensión, como quien espera una revelación sin ninguna prisa”

·         “Casi todos los frutos de la meditación se perciben fuera de la meditación. Algunos de estos frutos son, por ejemplo, una mayor aceptación de la vida tal cual es, una asunción más cabal de los propios límites y de los achaques o dolores que se arrastren, una mayor benevolencia hacia los semejantes, confianza en uno mismo, serenidad…”

·         “Sufrimos porque pensamos que las cosas deberían ser de otra manera. La meditación consigue que seamos felices aún si no hemos alcanzado nuestros objetivos porque la satisfacción no se obtiene en la meta sino en el camino mismo. El hombre es un peregrino, un homo viator”

Hasta aquí bien, no hay problemas en meditar sacando a Fox (nuestro perro) o meditar olvidándome de mí, ¡pero lo que no puedo es olvidar a mi maridito! … y sobre todo cuando se pone a cocinar, se les cae las cosas al suelo y lo deja todo perdido...!

                                                                                                            


Mi perro Fox y yo paseando en el atardecer por la Azohia


Tengo que decir también,  que en algunas frases me  he quedado estancada. Por ejemplo en las siguientes:

*  “Para alguien como yo, occidental hasta la médula, fue un gran logro comprender, y empezar a vivir, que yo podía estar sin pensar, sin proyectar, sin imaginar…”
o   Esto es ¿Cómo los alumnos de la ESO pero sin moverse?

*   " Cuando estoy sentado comprendo mejor que el mundo no depende de mí, y que las cosas son como son con independencia de mi intervención”

o   Esta afirmación se referirá a cuestiones domésticas, a lo ordinario de nuestras vidas, por ejemplo relaciones del tipo: ¿Por qué le caigo tan mal a mi cuñado? y que es difícilmente solucionable; ahora bien, lo que es el mundo, desde luego que necesita mejora. Dice mi maridito que tal afirmación es la de un cura y propia de la dejadez de la clase rentista burguesa, y un realismo ingenuo medieval, donde la acción o la interpretación de la persona no existe, sólo importa Dios, ¡vamos una deshumanización!
o   Si un ente no se verbaliza y no está definido, claro que no depende de mí; pero si éste está expresado y conceptuado, entonces, dependerá en cierta medida de nuestra intervención. No sé…

*  “Es mucho más saludable pensar menos y fiarse más de la intuición, del primer impulso. Cuando reflexionamos solemos complicar las cosas, que suelen presentarse nítidas y claras en un primer momento. Casi ninguna reflexión mueve a la acción; la mayoría conduce a la parálisis. Es más reflexionamos para paralizarnos, para encontrar un motivo que justifique nuestra inacción”

o   ¿Eh? …Parece un poco exagerado ¿no?, pues para escribir el ensayo habrá tenido que pensar algo, y tener cierto interés en cambiar algo…digo yo. Todo esto, me dice mi maridito, está ya dicho por Miguel de Molinos y su consejo: “procura estar siempre en la nada”. Por lo que el nieto debería aplicarse lo que dijo su abuelo Don Eugenio D’ors: “lo que no es tradición, es plagio” y Pablo está plagiando a Molinos. (Que conste que no estoy de acuerdo con esta afirmación tan a la ligera de mi maridito y que Pablo D’Ors no plagia a Miguel de Molinos, sino que es, este filósofo del siglo XVII, místico y fundador del quietismo, el que se basa en la doctrina budista, y no al revés)

*    “Si por un momento considerásemos que todas las dificultades que nos toca atravesar en esta etapa de nuestra vida son oportunidades que el destino—ese amigo—nos ofrece para crecer… A ese colega maldiciente ha llegado la hora de ponerle en su sitio; esa tarea pendiente ha resultado mucho más llevadera de lo que imaginabas…¡Deberíamos estar agradecidos de tener tantos conflictos!”

o   Bueno, eso vale para nuestra vida diaria (que no es poco), y es cierto que nos crecemos ante la adversidad;  pero dependerá también del tipo de adversidad. En el caso de la explosión de una bomba nuclear, por ejemplo, no le veo la utilidad por ningún sitio, al menos para los que han sufrido las consecuencias.  
En este caso es conveniente tomar yodo y no estar mucho tiempo bajo los efectos de la radiación nuclear, lo dice la ciencia moderna. ¡Ah la ciencia moderna! ¡esa forma de saber  odiada por tantos místicos ¡! – me dice mi maridito desde su sofá sufista y sin mover un sólo dedo ¡! Quieto, imperturbable…

Finalmente:

Lo gracioso—por no decir patético—es que el hombre está montado en la vida y pretende salir ileso de ella. Tal pretensión de chapotear en el barro sin embarrarse, es, ciertamente ilusoria.


Después de leer este libro me voy a apuntar a Meditación, además, compraré otro libro del  mismo autor, esta vez de literatura: “Andanzas del impresor Zollinger”. Y es que este hombre/cura/escritor  escribe muy bien. ¿Ves Pablo, como tu intervención y la escritura de este libro, sí que ha supuesto una modificación, al menos para mí? ¡Ay! Hombres de poca fe…



martes, 22 de diciembre de 2015

Las obras infames de Pancho Marambio

De Bryce Echenique



Desde mi época de estudiante, Alfredo Bryce Echenique es uno de mis autores preferidos. Y  eso no va a cambiar, ni tan siquiera ahora, cuando leo otras obras suyas apenas comparables en calidad a “La vida exagerada de Martin Romaña” o “Un mundo para Julius”…etc., como es el caso de esta novela.
El universo de Bryce Echenique, es recurrente, todito recurrente, que diría él: la ciudad de Paris o la de Barcelona, Italia, sus viajes por Europa, su familia de rancio abolengo en el viejo Perú y sus compatriotas limeños a los que debe hospitalidad, la literatura, el alcohol…, un universo que se muestra una y otra vez, en toditos sus libros, en toditas sus novelas… ¡en fin! su genial y barroca espontaniedad, en toditos sus cuentitos. 




A Alfredo hay que quererlo porque sí y porque ya lo dice él: “yo escribo para que me quieran”, aunque un amigo mío me dijo al respecto: “No funciona”. Pero yo creo que sí funciona, al menos conmigo  y también con mi maridito (él también se apunta desde la cocina, donde se toma una infusión extraña para el resfriado)

Bienvenido Salvador Buenaventura es un educado, excelente y distinguido abogado perteneciente a una importante familia limeña, cuya maldición familiar consiste en un alcoholismo congénito y hereditario entre sus miembros. Nadie se libra de semejante maldición que se transmite en la familia por generaciones,  hermano tras hermano todos caen en el alcoholismo, hombres y mujeres. Todos, salvo Bienvenido Salvador Buenaventura, que es la gran excepción a la regla.

Pero nuestro protagonista decide jubilarse y con el patrimonio que ha ganado y el heredado,  irse a vivir a Barcelona. Allí compra un pisito, en la calle Provenza, al que debe hacerle unas reformas. Y para ello, contrata nada más y nada menos que a Pancho Marambio, craso error, el mayor estafador y charlatán del mundo. El inefable Pancho lo saquea vilmente, aumenta presupuestos, utiliza materiales de pésima calidad… Así con Pancho Marambio, Bienvenido comienza a beber y a cumplir con su fatal destino.

Y había también otro operario, de inconfundible aspecto magrebí e imposible acento analfabeto, al que Pancho le dijo un día que le debía unos quinientos euros, o sea, unos quinientos euros por tercera o cuarta vez consecutiva. Bienvenido ya no escuchó, ya ni observó, y tampoco miró ya a nadie de arriba abajo. Hacía tiempo que simple y llanamente lo aceptaba todo.
—Pues dime su nombre, para hacerle un cheque nominal. —se limitó a decir aquella enésima vez.
— ¿Su nombre? Pues mira, su nombre es una serie de sonidos cuyo resultado es Rafael. Con eso basta y sobra.

El whisky con sus cubos de hielo perfectos en un vaso de cristal tallado, de cristal tallado de roca…

Y  me recuerda Bryce Echenique, porque los cita en esta novela y en otras y porque lo tengo pendiente, que he de leer a Juan Rulfo y a Julio Ramón Ribeyro.




domingo, 6 de diciembre de 2015

Pessoa en la barbería


He leído en la red el siguiente fragmento del libro del desasosiego.





"He entrado en la barbería como de costumbre, con el placer que me da poder entrar fácilmente sin inhibición en las casas conocidas. Mi sensibilidad ante lo nuevo es angustiante: sólo estoy tranquilo donde ya he estado.

Al sentarme en la butaca he preguntado, porque me ha venido a la cabeza de casualidad, al mozo que me estaba poniendo al cuello un paño de lino fresco y limpio, cómo estaba su compañero de la butaca de la derecha, más viejo e ingenioso, que estaba enfermo. Se lo he preguntado sin que me pesara la necesidad de preguntárselo: se me ocurrió motivado por el sitio y el recuerdo. «Murió ayer», ha respondido la voz sin tono que estaba detrás del paño y de mí, y cuyos dedos se levantaban del último ajuste en la nuca, entre el cuello de la camisa y yo mismo. Todo mi buen humor irracional ha muerto de repente, como el barbero eternamente ausente de la butaca de al lado. El frío ha inundado todo cuanto pienso. No he dicho nada.

¡Nostalgia! La siento incluso de aquello que no ha sido nada para mí, debido a la angustia por la fuga del tiempo y a la enfermedad del misterio de la vida. Si dejo de ver las caras que veía habitualmente por mis calles de costumbre, me entristezco; y no han representado nada para mí, a no ser el símbolo de toda vida.
¿Aquel viejo insignificante de las polainas sucias, que se cruzaba frecuentemente conmigo a las nueve y media de la mañana? ¿El vendedor de lotería cojo que me molestaba inútilmente? ¿El vejete redondo y colorado con su puro a la puerta del estanco? ¿El dueño pálido del estanco? ¿Qué ha sido de todos ellos, que por haberlos visto una y otra vez, han formado parte de mi vida? También yo desapareceré de la Rua da Prata, de la Rua dos Douradores, de la Rua dos Fanqueiros. También yo –el alma que siente y piensa, el universo que soy–, sí, también yo seré mañana el que ha dejado de pasar por estas calles, el que otros evocarán vagamente con un «¿qué habrá sido de él». Y todo cuanto hago, todo cuanto siento, todo cuanto vivo, no será más que un transeúnte menos en la cotidianidad de las calles de una ciudad cualquiera."