LA CONJURA

martes, 1 de noviembre de 2022

CELIA EN LA REVOLUCIÓN



Encarnación Aragoneses, autora de “Celia en la Revolución”, usó el pseudónimo de Elena Fortún con el que publicó sus colaboraciones periodísticas y posteriormente su colección de libros sobre Celia. Y aunque “Celia en la Revolución” lo escribió en el año 1943 durante su exilio en Argentina, el libro no vio la luz hasta su tardía publicación, ya en el año 1987. Fue cuando la profesora Marisol Dorao viajó hasta Estados Unidos para encontrarse con la nuera de Elena Fortún que había guardado durante décadas el manuscrito de la novela, entregándoselo finalmente para su publicación.


Con una estructura lineal, capítulos progresivos y personajes populares al estilo barojiano, y un lenguaje coloquial, la autora nos presenta la guerra (in)civil española vivida desde la retaguardia. Vivencias de los ciudadanos anónimos, entre los que está Celia, una adolescente de clase media acomodada, hija y nieta de republicanos combatientes y convencidos; que ignora las causas y consecuencias del golpe de Estado militar y de la posterior guerra, y que sin tener conciencia ideológica alguna, sufrirá la miseria, el hambre, el miedo y el dolor de la contienda.


Aunque Elena Fortún no militó en ningún partido, era pro-republicana: estaba a favor de la legalidad legítima. Fue una mujer progresista de entonces, que se prodigó en activismos pedagógicos, sociales y feministas. Sin embargo, Elena Fortún nunca perteneció a ninguna de las dos Españas. Su libro es una de las grandes novelas de la guerra civil española; un testigo crítico con los dos bandos al que ninguno de ellos le sirvió ni perteneció. Su libro es un argumento contra las sacas, checas y paseos en el Madrid revolucionario, y también contra el bando sublevado que dio el golpe de Estado.


Surge, entonces, la idea de la Tercera España. Aquella, que republicana o no, es demócrata, y que se enfrentará al viejo mito de las dos Españas; contra los autoritarios de una y otra parte, los fascistas por un lado y los comunistas por otro, y como ya dijo Unamuno, en nombre de los que no fueron “ni de los hunos ni de los hotros” .


Chaves Nogales ya defendió la tercera España, Elena Fortú es la versión femenina y más entrañable de la necesidad de que todos los españoles sean ya de la tercera España.



Sí...Imagínate cómo anda él...En un instante se ha quedado sin familia...Está allí aún...En la Cruz Roja...Si quieres verle… Yo me voy esta tarde...Créeme, se está mejor en el frente...Yo no he visto allí estos horrores...Creo que se llama Ludendorff el que inventó la guerra totalitaria.

¿Cómo?

Esta guerra que ataca a las ciudades y a las gentes civiles que están en su casa sin meterse con nadie...Te digo que no creo que haya un infierno bastante horrible para castigar tamaños crímenes.



Miro; en una vuelta de fachada veo una hermosa perra loba, tirada en el suelo, en un abandono tan atroz como si estuviera muerta. Junto a ella hay en un papel restos de arroz cocido.

Se lo traje ayer—me sigue diciendo—, pero no lo quiere...Se ve que lo que quiere es morirse...Acompañó a su amo cuando le dieron el paseo allá arriba… y a los hijos del amo… a todos...luego vino a aullar a la puerta y, como vio todo cerrado, se tiró allí a morirse…



Al fin doña María, la más viejecita, que es la que dice los misterios enjareta una ingenua oración:

Señor, que no se mate a nadie más, que se estropeen todos los aviones y no puedan volar, y se moje la pólvora, y tengan todos juicio y no sean brutos. Amén.


 

sábado, 17 de septiembre de 2022

LA MUERTE DEL MINOTAURO


 


En la novela de Patricio Peñalver el torero Antonio Rodriguez “hace las Américas” acompañado de su peculiar cuadrilla:  Pepe el Mosca, banderillero; Isidro Pérez, picaor; José Vargas, el mozo de espadas y Rubén Velasco, chófer y trasunto del autor. El torero lleva consigo en sus viajes como libro de cabecera “Cien años de soledad” , y también siempre presente la figura de Pedro Páramo de Juan Rulfo, que asoma a salto de mata por muchas páginas. Y es que estos toros tienen mucha literatura. Y continuas referencias literarias, filosóficas y flamencas.


No queda claro si está en Bogotá, en Madrid, o dónde, si es un sueño o no, aunque no importa porque no es una narración al uso. Estamos ante una novela con tintes de ensayo, con una estructura no lineal, discontinua en el tiempo y en el espacio, lo que hace olvidar la secuencias de las escenas que no importan tanto como la narración en sí misma.


Un torero que sueña con el secuestro de su mozo de espadas, que, a su vez, sueña con la muerte del maestro por el Minotauro en una plaza de Macondo. Un chófer que prepara una novela, un picaor machista que se casa con una puta, un mozo de espadas homosexual, una novia española y otra francesa… y su eterno rival en la plaza: José Delgado, torero aristocrático que está de moda.


He leído el libro entero, cosa que el austriaco Thomas Bernhard desaconseja en su libro “Maestros Antiguos”, pues dice que sólo hay que leer fragmentos y que los clásicos están sobrevalorados. Sin embargo yo lo he leído de cabo a rabo, y eso que no me gusta la fiesta de los toros ( en realidad una tragedia). Me ha parecido muy bien escrito, ciertamente me ha recordado un poco a Bolaño. Tiene sentido del humor, lo cual es síntoma de ser un gran escritor.



La valentonada es lo más feo y mentiroso en el toreo. Como en la vida.


De lo que no se acordaba en ese instante era de aquel torero que, cuando llegaba la hora del paseíllo, en vez de desear suerte a sus compañeros como es ritual, antes de echar a andar, los miraba muy serio y les espetaba: “cornás pa’tós”


A veces aquel toro de pronto no era un toro y se le presentaba como un minotauro, y entonces se acordaba de un tal Virgilio que contaba en su Eneida la leyenda de Pásifae que presentaba a esta reina envuelta en relaciones sexuales con un toro, y por ello madre del Minotauro.


Sí le podría decir que todo lo que existe en la mente del hombre, existe en la realidad y la cuestión es buscar aquello en lo que se piensa; sí, la búsqueda, la eterna búsqueda, ¿O acaso no existe el vellocino de oro?


El chofer se había calentado y con tal de no volvera hablar de fútbol o de mujeres, les volvía a contar otra historieta del matador jerezano “Lavi”y les narraba que en otra ocasión fue a torear a la plaza francesa de Bayona y al brindar a la presidencia, dicen unos que les contaron otros, que el matador brindó de esta manera: “Brindo por bu, por la mujer de bu y por el bu de todos los franceses”

viernes, 19 de agosto de 2022

LA SEÑORA MARCH

 



LA SEÑORA MARCH 


Ni por asomo esta novela recuerda a las de Patricia Highsmith como dice alguna crítica, “ni por allá arrimao”. Muy al contrario, es un texto lleno de clichés, pesado, sin apenas interés. Me parece que su éxito radica en el marketing que ha tenido, más que en la calidad literaria.


Hay una excepción a esto que digo y es al principio de la novela: un par de páginas interesantes, cuando la Señora March se dirige por la mañana a su pastelería favorita a comprar pan de aceitunas. Es el momento en que la dependienta le insinúa que la protagonista del nuevo libro de su marido (que es un célebre escritor y ha escrito una novela con una odiosa protagonista) está inspirada en ella.


A partir de ese momento todo su mundo se derrumba.


¡Qué lástima que con este gran principio, que parece una buena idea, la autora no haya desarrollado una buena historia!


Los hechos de la Señora March hay que interpretarlos, en medio de un retrato de una sociedad hipócrita, de fiestas y reuniones interesadas de la clase media-alta americana, con una protagonista insegura y envidiosa, que lejos de ser la heroína de un thriller adictivo, se la ve venir cada vez más perturbada.


Por lo demás, a mí esta lectura me ha resultado exasperante, demasiado texto sin decir nada, como si se tratase de rellenar páginas y páginas, con subtramas que no tienen nada que ver con el relato principal y que no se resuelven.



Ahora, en la cola de la pastelería, miró los guantes de cabritilla que acababa de quitarse, y luego se miró las uñas, y quedó consternada al ver que las tenía secas y partidas. Volvió a ponerse los guantes y, al levantar la cabeza, se dio cuenta de que alguien se le había colado.



sábado, 30 de julio de 2022

MIAU

 




Ramón Villaamil es un funcionario cesante del Ministerio de Hacienda que necesita trabajar al menos dos meses más para asegurarse la jubilación. No cesa de recorrer oficinas, despachos ministeriales, en busca de una recomendación que lo lleve de nuevo a un ingreso en el funcionariado, pues las influencias son clave para la colocación y promoción laboral en la España de Alfonso XII. Mientras tanto, él y su familia sobreviven gracias a la ayuda de amigos y conocidos y a algún que otro sablazo.


Aunque es un hombre íntegro, culto y un tanto idealista, ha de soportar la humillación de la implacable burocracia, indiferente a la impotencia de aquél pobre hombre ya desamparado y sin medios para ganarse la vida. Así mientras el viejo Villaamil propone la “income tax” o impuestos progresivos según la renta, cuya idea central es nada más y nada menos que el precedente del actual impuesto sobre la renta, no deja de recibir las burlas e incomprensión de los otros funcionarios, más jóvenes y con más suerte que él, pero más ineptos también.


Vive presionado por su familia, a la que le gusta aparentar. A su mujer, cuñada e hija las llaman jocosamente las Miau por su aspecto felino y soberbias que son.


Desfilan por esta novela realista una serie de personajes de la España del siglo XIX, la inocencia del pequeño Luís, de ocho años que quiere ser cura y al que se le aparece Dios en sus visiones, Víctor Cadalso, el yerno y padre de Luisito, hombre sin escrúpulos cuya forma de ascender es a través de desfalcos, y un largo etcétera de funcionarios, vecinos, porteros, políticos...


Aquí he copiado los cuatro puntos conforme los decía: señores, oro molido. Vengan acá. ¡Qué risa, Dios! Vean, vean los cuatro títulos, escritos uno bajo el otro:

Moralidad.

Income Tax.

Aduanas.

Unificación de la deuda.

Juntadas las cuatro inicales resulta la palabra MIAU. Una explosión de carcajadas retumbó en la oficina, poniéndola tan alegre como si fuera un teatro.


viernes, 29 de julio de 2022

MI FAMILIA Y OTROS ANIMALES


 



El autor de "Mi familia y otros animales", Gerald Durrell, zoólogo, naturalista, presentador de TV, y escritor, es el benjamín de la familia Durrell. Esta es la historia de la excéntrica familia que decide, a mediados de los años treinta, trasladarse a vivir a la isla griega de Corfú huyendo de la plomiza Inglaterra. El hermano mayor Larry, que con veintitrés años intenta ser escritor (El cuarteto de Alejandría), Leslie, diecinueve, obsesionado con la caza y con su inseparable escopeta, Margo, la chica, con dieciocho, busca, a la vez, broncearse y un novio, y finalmente, el personaje principal, la madre de todos ellos, Luisa, el verdadero papel de honor de toda esta historia. Una historia de amor de Luisa a sus hijos, y a la vida en Corfú.


El libro, combina con humor y alegría, el retrato de su familia con el de los animales que Gerry estudia y hospeda en su propia casa: perros, tortugas, culebras, gaviotas, urracas, arañas, salamandras…, mezclados, conviviendo unos con otros. El protagonista es feliz en plena naturaleza, rehuyendo la educación clásica que pretende darle su preceptor a instancias de su madre, entre libros y formulas matemáticas, lengua francesa o aburridos episodios históricos. Ya, en su edad adulta, creará el concepto de zoo moderno en el que los animales son tratados con dignidad y bienestar.


Vivir en Corfú era como vivir en medio de la más desaforada y disparatada ópera cómica” Y es que además debemos incluir a otros fascinantes personajes como son Theodore Stephanides, naturalista y amigo de Gerry, que establecen una relación de colegas, el chófer Spiro, un hombre esencial en el día a día de la familia y en la vida de la madre viuda, Luisa, o la lugareña y servicial Lugaretzia, siempre hipocondríaca, y que más que una asistente doméstica bien parecía un espectro surgido de las profundidades del mar.



En resumen, un libro que es pura poesía y que transmite en todo momento la atmósfera y el encanto de Corfú, una ciudad idealizada en Inglaterra como ciudad griega y de turismo en el Mediterráneo. Una historia de amor a los animales, incluida  la propia familia.


Durante toda la primavera y principios del verano, mientras yo estudiaba el cortejo de las tortugas, discurrió por la villa un desfile aparentemente interminable de amigos de Larry. Apenas acabábamos de despedir a una tanda y exhalábamos un suspiro de alivio cuando arribaba otro barco, la larga hilera de taxis y coches de punto subía la cuesta con ruido de cascos y bocinas, y de nuevo se nos llenaba la casa. Algunas veces la nueva remesa de invitados aparecía antes de que hubiésemos podido deshacernos del lote anterior, y entonces el caos era indescriptible: casa y jardín rebosaban de poetas, novelistas, artistas y dramaturgos que discutían, pintaban, bebían, tecleaban y componían. Lejos de ser la gente normal y encantadora que prometiera Larry, resultaron ser un manojo de excéntricos tan intelectuales que les era difícil entenderse los unos con los otros.


Subida a una colina entre olivos, la nueva villa, blanca como la nieve, tenía por todo uno de sus lados una ancha terraza enmarcada por gruesa cornisa de parra. Delante había un jardincito de bolsillo bien tapiado, densa maraña de flores silvestres, sombreado por el lustroso follaje verde oscuro de un gran magnolio. El camino de tierra, surcado de baches, rodeaba la casa para bajar después entre olivares, viñedos y huertos hasta desembocar en la carretera. Apenas la vimos guiados por Spiro, la villa nos gustó. Decrépita pero inmensamente elegante entre los retorcidos olivos, su aspecto era el de una beldad dieciochesca en medio de un corro de fregonas.




domingo, 10 de julio de 2022

CIUDAD DE OCCIDENTE

 



Cualquier ciudad

de occidente quiero

sentarme a tu lado.



Libro de Haikus de Teresa Gallego, cosmopolita. La profundidad de un poema no está en el número de palabras, sino en su pensamiento y contenido, en lo que provoca en el lector. Y estos poemas mínimos cuya percepción surge de la contemplación de la realidad, de la naturaleza, me hacen pensar, como pequeños puntitos del iceberg.

Los haikus de Teresa nos llevan a la Orjiva de la Alpujarra Granaina, a sus casas de piedra y madera, a la emoción de la naturaleza que la envuelve, a esa melancolía contemplativa y entusiasmo de lo cotidiano, como pequeñas sentencias flamencas: La soleá es el Haiku.

Si la sutileza de estos poemas nos hacen pensar, ir más allá o ir al principio del principio; yo siempre me pregunto dónde estaría el autor/a, y qué vería cuando escribió aquello. En este link hay una serie de haikus cuya emoción fue descrita por sus propios autores en época de confinamiento. Lo que veían a través de sus ventanas. Igual hace Teresa. 

Haikus desde mi ventana

¿Qué pensaría, donde estaría, la autora, Teresa Gallego, cuando escribió estos otros? ¿Qué mira, qué siente? Qui lo sá. No tengo certezas sobre ello , sólo cervezas, como afirma Juan de Dios, autor cartagenero de "El Canto fenicio". Mas las soleares de Teresa Gallego se imponen ante nuestra mirada y con ojos atentos meditamos:


No sé qué pensar,

¿Las nubes se expanden o

se disuelven?



Nada es nuevo,

todo es lo mismo pero

hay que alcanzarlo.


Estos dos haikus de Teresa nos llevan a dos cuestiones trascendentales en nuestro mundo: la primera es la esencia del ser humano (que es el pensar) y la segunda—que se corresponde con el segundo haiku— es que siempre el ser humano se encuentra con los grandes temas de su existencia ( el bien, la muerte, etc).

Teresa “ no sabe qué pensar” respecto a las nubes. Sócrates, el inventor de la filosofía, afirmaba que “sólo sabe que no sabe nada” (cuando miraba las nubes también). Ahora bien, el saber de Sócrates, el saber que no sabía nada o no lo sabía con certeza, era el único saber seguro y cierto para el ser humano.

Y, además, por el segundo haiku, sabemos que sobre los grandes temas del ser humano, indudablemente sí estamos obligados a recomenzar de nuevo en cada época histórica (o mejor, con cada educación de los niños y jóvenes), no podemos tener la última palabra, no podemos tener la última certeza, pero sí, quizá, nos permitirá tomar unas cuantas cervezas entre amigos, entre amigos del saber , es decir, filósofos.

Ésta ha sido mi lectura, pero puedo equivocarme, y seguro que hay otras muchas interpretaciones, sobre todo la de la propia autora, muy probablemente distinta a la mía. Por lo que quizás sea necesario tomar alguna cerveza y seguir meditando y conversando sobre los haikus de Teresa.

sábado, 18 de junio de 2022

Juan de Mairena

 





Juan de Mairena. Sentencias, donaires,

apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo 

(1936.)




¡Un hombre que escucha!...Todos mis respetos.






Al Juan de Mairena lo he ido leyendo en los ratos libres que he tenido en el trabajo. Se trata de una obra de carácter fragmentario, un conjunto de aforismos, reflexiones, sentencias que ya en su tiempo fueron publicadas en diversos periódicos por separado, y que Machado recopila en un sólo volumen editándose justo el mismo año en que comienza la guerra civil.


¡Perfecto para leer, poco a poco, en los descansos entre clase y clase! Así que termino el libro a la vez que finaliza el curso. Sin embargo, y como dice José Martínez Hernández en su obra “Antonio Machado, un pensador poético” después de una primera lectura más graciosa y divertida debería venir otra lectura más reflexiva, en torno a los temas que en ella se abordan, algo de lo que estoy totalmente de acuerdo.


Juan de Mairena es un heterónimo de Machado, profesor de Retórica y de Gimnasia (ahora Educación Física). En sus clases enseña a sus alumnos a reflexionar sobre el arte, la política, y la vida en general, con un tono grave, aunque humorístico, lleno de ironía y escepticismo.


En este conjunto de sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, es harto difícil resaltar alguno de sus párrafos, por la trascendencia de todos ellos; y todavía lo es más el subrayar algunos de ellos, cosa que también hago. En cualquier caso, yo lo he intentado.



Sobre la literatura, la poesía y el arte en general.


Quisiera yo—habla Mairena a sus alumnos—que entraseis en el mundo literario curados de ese snobismo para el cual sólo es nuevo el traje que lleva todavía la etiqueta del sastre, y es sólo un elegante quien así lo usa […] Mas no por esto he de aconsejaros el amor a la rutina, ni siquiera el respeto a la tradición estricta. Al contrario; no hay originalidad posible sin un poco de rebeldía contra el pasado”



Lo que hace angustiosa la lectura de algunas novelas, como en general la conversación de las mujeres, ¿EHHHHH? es la anécdota boba, el detalle insignificante, el documento crudo, horror de toda elaboración imaginativa, reflexiva, estética. Ese afán de contar cosas que ni siquiera son chismes de portería… ¿Demasiado bien lastradas para el naufragio, esas novela, en el mar del tiempo! Y menos mal si con ellas no se pierden en el olvido algunos aciertos de expresión, observaciones sutiles, reflexiones originales y profundas en que esas mismas novelas abundan. Un poco de retórica, tal como nosotros la entendemos, convendría a sus autores”.



De cada diez novedades que se intentan, más o menos flamantes, nueve suelen se tonterías; la décima y última, que no es tontería, resulta, a última hora, de muy escasa novedad “


Los grandes poetas son metafísicos fracasados. Los grandes filósofos son poetas que creen en la realidad de sus poemas”.



En nuestra literatura—decía Mairena—casi todo lo que no es folklore es pedantería. Con esta frase no pretendía Mairena degradar nuestra gloriosa literatura, como, seguramente, Xenius, cuando afirmaba: Todo lo que no es tradición es plagio, no pretendía degradar la tradición hasta ponerla al alcance de los tradicionalistas. Mairena entendía por folklore, en primer término, lo que la palabra más directamente significa: saber popular, lo que el pueblo sabe […] En segundo lugar, todo trabajo consciente y reflexivo sobre estos elementos, y su utilización más sabia y creadora”.


De cada diez novedades que se intentan, más o menos flamantes, nueve suelen ser tonterías; la décima y última, que no es tontería, resulta, a última hora, de muy escasa novedad”.


Si nos viéramos forzados a elegir un poeta, elegiríamos a Shakespeare, ese gigantesco creador de conciencias. Tal vez sea Shakespeare el caso único en que lo moderno parece superar a lo antiguo”.



En efecto, Juan de Mairena hubiera definido la poesía pura como aquella en que dialogan el hombre y su tiempo”


En toda época de decadencia los nuevos apedrean a los originales”.


La prosa, decía Juan de Mairena a sus alumnos de Literatura, no debe escribirse demasiado en serio. Cuando en ella se olvida el humor—bueno o malo—,se da en el ridículo de una oratoria extemporánea, o en esa que llaman prosa lírica, ¡tan empalagosa!...[…] una chispita de ironía nunca está de más”.


El paleto perfecto es el que nunca se asombra de nada; ni aun de su propia estupidez”.


Huid del preciosismo literario, que es el mayor enemigo de la originalidad. Pensad que escribís en una lengua madura, repleta de folklore, de saber popular, y que ése fue el barro santo de donde sacó Cervantes la creación literaria más original de todos los tiempos”.


Lo clásico en el tablado flamenco es el jaleador, que recuerda al coro de la tragedia antigua, al llenar los silencios de la copla y de la guitarra con su ¡Pobrecito! O su ¡Hay que quererla!. Pero es mucho más sobrio, y contrasta por lo piadoso y afectivo—este coro flamenco y reducido—, con aquel terrible y a veces superfluo jaleador del infortunio clásico”


Sobre los toros


Yo os confieso que nunca me han divertido. En realidad, no pueden divertirme, y yo sospecho que no divierten a nadie, porque constituyen un espectáculo demasiado serio para diversión”.


“—¡Conque el toro le ha roto a usted la clavícula, compadre!… (dijo el célebre picador Badila) —Lo que me ha roto a mí es todo el verano”.


Sobre el humor inglés


Para ser clown—decía mi maestro—hay que ser inglés, pertenecer a ese gran pueblo de humoristas que tan profundamente ha comprendido el inmortal proverbio del cómico latino: Nada humano es ajeno a mi, y menos que nada, la inagotable tontería del hombre. El clown la exhibe en sí mismo, la profesa como tonto de circo, con la seriedad y la alegría de los niños y de los santos. Cuando vemos y escuchamos un clown inglés nos explicamos la existencia de un Shakespeare, tan repleto de humanidad y bufonería. Leyendo a Corneille, a Racine, al mismo Molière, no comprendemos la existencia de un clown francés. Leyendo a Quevedo… Hablen los quevedistas, si los hay. Por mi parte—añadía Mairena—sólo me atreveré a decir que leyendo… a Cervantes me parece comprenderlo todo”.



Sobre Dios y el ser humano


De esta conciencia que tiene el hombre de ser ente sin conciencia del hombre brota la angustia humana. No es la Nada el origen de su angustia, como suponen modernos filósofos, sino la totalidad del ser que ignora al hombre”.


Que un hombre público que queda mal en público es mucho peor que una mujer pública que no queda bien en privado”.


“ — ¿Cree V. en Dios?

Quiero creer; no logro creer. A veces no quiero creer; a veces creo sin querer. Creo hoy; mañana dejo de creer. Dudo.

Pero Dios existe o no existe; hay que creer en Él o negarlo; no cabe dudarlo.

Eso es lo que V. cree”.










sábado, 4 de junio de 2022

CRÓNICAS A CONTRAPELO

 



Me pregunto—y creo que también Cristina Guirao en su magnífico librito de crónicas—  si viajar no se ha convertido ya en un ir de aquí para allá, de un aeropuerto a otro,  carente de sentido o de un sentido machista y neocolonialista, en una serie, en fin, de fluctuaciones cíclicas de masas turísticas a contrarreloj.

 

Si queremos una imagen para entenderlo: es la imagen de enormes cruceros navegando y contaminando casi por los mismísimos canales de Venecia.

 

“Crónicas a contrapelo”, en cambio, es la crítica a los “viajes de imágenes” a las ciudades del mundo que ha construido nuestra subjetividad. Tenemos que narrar la historia de los otros y de las otras ciudades para conocer nuestras identidades. Esa es una buena razón para leer este libro.

 

¿Qué sentido, me pregunto,  tiene cruzar un continente en uno de esos boeing transatlánticos e hipersónicos en los que unes tu vida a la vida del piloto que se dirige, por ejemplo, a una ciudad alemana teniendo que sobrevolar los picos de los Alpes? 

 

Mi amigo totanero C. dice que él no es turista sino viajero, y además, le molesta en extremo si le llaman “turista”, supongo que con esto quiere decir que no busca un viaje cualquiera sino una realidad ajena al turismo, lo que denomina: la experiencia del viajero. Cosa que querrá decir algo así como lo que afirma la autora en su libro: que sin una mirada histórica y crítica del viajero que llega a la ciudad, y al país que le acoge, es como no haber estado en esa ciudad, ni en  ese país.

 

Además otro amigo sevillano: Z., suele decir que él no hace turismo ni es viajero porque una vez que llegas a esa ciudad tan lejana tienes que volver aquí, y para volver siempre a tu pueblo de origen, ¿para qué ir? ¿Para qué molestarse si terminas siendo el mismo?

 

No ocurre así con  el librito de Cristina: te hace replantearte supuestas evidencias, machistas y clasistas, que, irremediablemente, y al reflexionar sobre ellas, te cambian, te hacen cambiar como persona y para mejor.

 

 

Entonces, podemos preguntarnos ¿existe una cara B en nuestros viajes, algo que no se pueda visitar en las ciudades, ni siquiera ver a primera vista de la imagen del Iphone o de la Nokia? Y sobre todo, como decía Z.: ¿Es necesario viajar teniendo en cuenta que irremediablemente hay que volver?

 

Nadie puede escapar de este mundo que te atrapa nada más nacer—decía Neruda—, y, además, para sentenciarlo con fundamento filosófico diré que en flamenco hay un martinete aplicable—por extensión— al turista, viajero o  flâneur :

 

¿De qué me sirve a mí

que mis amigos me saquen a pasear?

Si luego vuelvo a mi casa,

y vuelvo, de nuevo… a pensar.

 

 

 

Bueno, “Crónicas a contrapelo” trata un poco de eso y mucho más. A medio camino entre la crónica de viajes, el ensayo y el diario—así dice la contraportada—traza un recorrido analítico, concreto, de las ciudades más allá de lo que vemos, pasando del objeto a su representación sociológica, metafísica y antropológica, sin olvidar la crítica social y el feminismo. El mundo es complejo y nosotros frágiles. El mundo es plural en identidades.

 

Tampoco es que necesariamente haya que viajar como si se hiciera un documental de la dos, ni de ser un snob, o de charlar con los murcianos en Paris o Venecia, no;  se trata de recordar una ciudad evocando el espíritu del lugar y el tiempo. La esencia de la ciudad. La subjetividad construida socialmente del viajero y de la ciudad.

 

Y a veces, para comprender mejor una ciudad y su tiempo hay que partir de hechos intrascendentes o banales. Son el hilo, que tirando de él, te lleva al ovillo, o el hilo que, siguiéndolo, te permite salir del laberinto cavernoso a la luz de la verdad.

 

 

Recordar la intensidad de lo vivido en la ciudad que visitas, las personas con las que  te has encontrado o aquellas que te han acompañado al viaje, por ejemplo una amiga (MP) que te acompaña a Buenos Aires, la persona que amas, el atardecer, los sueños que allí tuviste y no el número o cantidad de monumentos o calles y plazas que se hayan visitado.

 

Dos anécdotas más al respecto de los monumentos que se visitan y fotografían de prisa y corriendo por los turistas: otra amiga, M.M. d R., se quejaba una y otra vez de los viajes de estudio en los que se pasaban horas y horas viendo "piedras viejas y sucias, con un calor tremendo", cuando se podía estar en piscinas y playas, mucho más agradablemente. Y el descubrimiento de mi maridito en un pueblecito alto de Suiza en el que los turistas guardaban cola para  fotografiarse delante de una enorme roca. La roca del eterno retorno de Nietzsche. “Lo único que retornaba eran ellos, los turistas”, dice mi maridito.

 

 

Puede haber tantos viajes como viajeros, así un mismo trayecto cuenta con diversidad de caminos y de historias, que amplían los márgenes de lo que aprendemos y de lo que vivimos.

 

Así, traza la autora un recorrido para perderse en los pasajes de París tal y como lo hiciera en su momento Walter Benjamin, la Nápoles pendenciera de Elena Ferrante, los inviernos de Venecia en las acuarelas del pintor inglés Turner,  el universo borgiano del Aleph en Buenos Aires,  La Siracusa de Platón: ¿está la auténtica filosofía de Platón en sus cartas de viajes?…y, en fin,  en todas esas ciudades se entrelazan temas, lugares e historias, pensamientos liberadores.

 

  

En París, por ejemplo, vemos a Walter Benjamin, exiliado, huyendo a causa de la ocupación nazi e intentando cruzar la frontera española por la zona de Portbou. Allí fue donde se suicidó ante la negativa de las autoridades españolas a dejarlo entrar por falta de documentación. El filósofo alemán llevaba siempre consigo el “Angelus Novus” un dibujo sobre papel de Paul Klee que representa a un ángel impulsado hacia el futuro pero con el rostro horrorizado por las ruinas del pasado.

 

Tuve un diálogo con mi maridito al ver dicha obra porque él también es pintor. Se me ocurrió decir que el ángel parecía una mezcla de ave con cabeza de tigretón, lo que le indignó bastante; además critiqué la interpretación que al respecto daba el filósofo alemán y judío, sobre el hecho de que el Ángel Novus contemplara las catástrofes del pasado, a lo que me contestó que mi pensamiento era inadmisible y del todo totalitario al no comprender la nueva visión de la historia que introducía W.B.

 




No debía de tener un buen día mi maridito porque luego, cuando destaqué del librito la frase: Efectivamente la historia de la humanidad no ha parado nunca, todo está en movimiento” me dijo que esa afirmación habría que relacionarla con el pensamiento de Parménides y Zenón, pues ellos, como ahora sostiene también el físico argentino Gustavo E. Romero,  tienen razón cuando afirman que el movimiento es una apariencia o engaño de nuestros sentidos. Y que, en realidad no hay ni movimientos ni viajes, ni nada.

 

Puedes estar equivocado, le dije, y él me contestó, que en todo caso estará equivocado el razonamiento deductivo, y que ya Einstein, más recientemente,  dijo que el espacio y el tiempo son prejuicios nuestros y demostró “deductivamente” que se pueden hacer viajes en el tiempo, al futuro, al pasado también (aunque no lo dijera Einstein) a través de los recientemente descubiertos agujeros de gusano o  negros; y que todo lo que parece movimiento es apariencia, pero no verdad. Todo es eterno, uno, inmóvil, sin origen ni fin, pero todo muy racional.

 

Por lo demás yo termino este libro con la sensación de que es un auténtico librito de viajes que ha ido adquiriendo alma a medida que lo iba leyendo, tal y como le ocurrió al propio cuaderno de notas de la autora, desgastado ya por la experiencia de los viajes.

 

“Este cuaderno, que está a dieciséis páginas de su final, va impregnado de vida en sus tapas. Es de color negro, rutero, burdamente cosido, de tapa flexible, con hojas que amarillean fácilmente. Dispuesto a sufrir inclemencias y estrecheces, se ha adaptado a todos mis bolsos, a mis manos frías o sudorosas, a los viajes y a los golpes”.

 

Como epílogo a esta reseña me parece interesante añadir las palabras que escribió, en privado, A.M.B. sobre “crónicas a contrapelo”

 

“Tu libro es un maravilloso libro pensado andando por las ciudades visibles del ser y estar humanos/as. Reflexivo/a y reivindicativo/a. Así, cuando escribes de Nápoles y hablas de los libros de Elena Ferrante, que tanto aprecia mi mujer, estás expresando, una vez más, que las ciudades de hoy en día son las novelas, los libros, las  crónicas de viaje, necesariamente escritas a contrapelo. Encuentro ecos de W. Benjamin, de Italo Calvino, y, por tanto, de  “Librerías” y “Barcelona. Libro de los pasajes” de nuestro común amigo Jorge Carrión, pero tú eres mucho más filosófica en tu cuaderno de viajes, vas al arjé de los viajes: escribir en ellos, en definitiva, es destejer y tejer quienes somos. ¿Ulises vs Penélope?.  Felicitaciones.”

 

 


 

 

 

sábado, 28 de mayo de 2022

Tetralogía "La amiga estupenda"

 




Tras leer el libro “Dos amigas”, el primero de la famosa tetralogía de Elena Ferrante, sobre la amistad de dos niñas y mujeres nacidas en un barrio pobre de Nápoles, he ido volando a la librería a comprar las otras tres novelas y completar la saga. Y es que al final de cada libro la historia queda abierta, no hay unidades narrativas independientes, por lo que necesitas seguir leyendo, saber qué les ocurre a estas amigas. Así que he decidido reseñar todos los libros a la vez.


La historia de Lila y Lenú es bastante interesante, está contada sin tapujos, cada una con sus luces y sus sombras, en un barrio pobre y violento, Rione Luzzatti, en una ciudad marcada por las vendettas de la camorra. Son amigas y se quieren, pero también se odian, como se odian las amigas. Hay momentos en que Lenú llega incluso a desearle la muerte a Lila, sin embargo, al final, lo que siempre prevalece es su inquebrantable amistad a lo largo de los años.


Las dos protagonistas toman caminos diferentes, una de ellas hace carrera universitaria y se convierte en una escritora de renombre, mientras que la otra, se queda en la ciudad y se involucra en la vida brutal del barrio, celos, asesinatos, lucha obrera, siendo, sin embargo, la más creativa e inteligente de las dos.


En general, me ha gustado la saga, aunque de los cuatro libros me interesaron más los dos primeros donde se relata la infancia y la juventud de las protagonistas. Los otros dos, a medida que iba leyendo, la trama iba perdiendo fuerza e interés, y los devaneos de los personajes ya en su madurez son menos interesantes haciéndose un pelín largo, también es verdad que me he leído la tetralogía de un tirón y quizás estuviese cansada. Como si fuese una metáfora de la vida: las primeras épocas son más auténticas e inocentes, pero a partir de la época adulta ya todo es hipocresía.


Llega el final y lo más valioso en sus vidas ha sido tenerse la una a la otra, más que su propia familia. Dos carreras, dos formas de vida, pero una misma alma.


El vestíbulo del edificio estaba en silencio, de los pisos no llegaban voces ni ruidos. Miré a mi alrededor angustiada. Quería que Lila apareciera por la escalera A o la B o de la garita desierta del portero, flaca, gris, la espalda encorvada. Lo deseé más que cualquier otra cosa, lo desee más que un regreso inesperado de mis hijas con mis nietos. Esperaba que dijera con su sorna habitual: ¿Te gusta el regalo? Pero no ocurrió y me eché a llorar.