LA CONJURA

sábado, 30 de julio de 2022

MIAU

 




Ramón Villaamil es un funcionario cesante del Ministerio de Hacienda que necesita trabajar al menos dos meses más para asegurarse la jubilación. No cesa de recorrer oficinas, despachos ministeriales, en busca de una recomendación que lo lleve de nuevo a un ingreso en el funcionariado, pues las influencias son clave para la colocación y promoción laboral en la España de Alfonso XII. Mientras tanto, él y su familia sobreviven gracias a la ayuda de amigos y conocidos y a algún que otro sablazo.


Aunque es un hombre íntegro, culto y un tanto idealista, ha de soportar la humillación de la implacable burocracia, indiferente a la impotencia de aquél pobre hombre ya desamparado y sin medios para ganarse la vida. Así mientras el viejo Villaamil propone la “income tax” o impuestos progresivos según la renta, cuya idea central es nada más y nada menos que el precedente del actual impuesto sobre la renta, no deja de recibir las burlas e incomprensión de los otros funcionarios, más jóvenes y con más suerte que él, pero más ineptos también.


Vive presionado por su familia, a la que le gusta aparentar. A su mujer, cuñada e hija las llaman jocosamente las Miau por su aspecto felino y soberbias que son.


Desfilan por esta novela realista una serie de personajes de la España del siglo XIX, la inocencia del pequeño Luís, de ocho años que quiere ser cura y al que se le aparece Dios en sus visiones, Víctor Cadalso, el yerno y padre de Luisito, hombre sin escrúpulos cuya forma de ascender es a través de desfalcos, y un largo etcétera de funcionarios, vecinos, porteros, políticos...


Aquí he copiado los cuatro puntos conforme los decía: señores, oro molido. Vengan acá. ¡Qué risa, Dios! Vean, vean los cuatro títulos, escritos uno bajo el otro:

Moralidad.

Income Tax.

Aduanas.

Unificación de la deuda.

Juntadas las cuatro inicales resulta la palabra MIAU. Una explosión de carcajadas retumbó en la oficina, poniéndola tan alegre como si fuera un teatro.


viernes, 29 de julio de 2022

MI FAMILIA Y OTROS ANIMALES


 



El autor de "Mi familia y otros animales", Gerald Durrell, zoólogo, naturalista, presentador de TV, y escritor, es el benjamín de la familia Durrell. Esta es la historia de la excéntrica familia que decide, a mediados de los años treinta, trasladarse a vivir a la isla griega de Corfú huyendo de la plomiza Inglaterra. El hermano mayor Larry, que con veintitrés años intenta ser escritor (El cuarteto de Alejandría), Leslie, diecinueve, obsesionado con la caza y con su inseparable escopeta, Margo, la chica, con dieciocho, busca, a la vez, broncearse y un novio, y finalmente, el personaje principal, la madre de todos ellos, Luisa, el verdadero papel de honor de toda esta historia. Una historia de amor de Luisa a sus hijos, y a la vida en Corfú.


El libro, combina con humor y alegría, el retrato de su familia con el de los animales que Gerry estudia y hospeda en su propia casa: perros, tortugas, culebras, gaviotas, urracas, arañas, salamandras…, mezclados, conviviendo unos con otros. El protagonista es feliz en plena naturaleza, rehuyendo la educación clásica que pretende darle su preceptor a instancias de su madre, entre libros y formulas matemáticas, lengua francesa o aburridos episodios históricos. Ya, en su edad adulta, creará el concepto de zoo moderno en el que los animales son tratados con dignidad y bienestar.


Vivir en Corfú era como vivir en medio de la más desaforada y disparatada ópera cómica” Y es que además debemos incluir a otros fascinantes personajes como son Theodore Stephanides, naturalista y amigo de Gerry, que establecen una relación de colegas, el chófer Spiro, un hombre esencial en el día a día de la familia y en la vida de la madre viuda, Luisa, o la lugareña y servicial Lugaretzia, siempre hipocondríaca, y que más que una asistente doméstica bien parecía un espectro surgido de las profundidades del mar.



En resumen, un libro que es pura poesía y que transmite en todo momento la atmósfera y el encanto de Corfú, una ciudad idealizada en Inglaterra como ciudad griega y de turismo en el Mediterráneo. Una historia de amor a los animales, incluida  la propia familia.


Durante toda la primavera y principios del verano, mientras yo estudiaba el cortejo de las tortugas, discurrió por la villa un desfile aparentemente interminable de amigos de Larry. Apenas acabábamos de despedir a una tanda y exhalábamos un suspiro de alivio cuando arribaba otro barco, la larga hilera de taxis y coches de punto subía la cuesta con ruido de cascos y bocinas, y de nuevo se nos llenaba la casa. Algunas veces la nueva remesa de invitados aparecía antes de que hubiésemos podido deshacernos del lote anterior, y entonces el caos era indescriptible: casa y jardín rebosaban de poetas, novelistas, artistas y dramaturgos que discutían, pintaban, bebían, tecleaban y componían. Lejos de ser la gente normal y encantadora que prometiera Larry, resultaron ser un manojo de excéntricos tan intelectuales que les era difícil entenderse los unos con los otros.


Subida a una colina entre olivos, la nueva villa, blanca como la nieve, tenía por todo uno de sus lados una ancha terraza enmarcada por gruesa cornisa de parra. Delante había un jardincito de bolsillo bien tapiado, densa maraña de flores silvestres, sombreado por el lustroso follaje verde oscuro de un gran magnolio. El camino de tierra, surcado de baches, rodeaba la casa para bajar después entre olivares, viñedos y huertos hasta desembocar en la carretera. Apenas la vimos guiados por Spiro, la villa nos gustó. Decrépita pero inmensamente elegante entre los retorcidos olivos, su aspecto era el de una beldad dieciochesca en medio de un corro de fregonas.




domingo, 10 de julio de 2022

CIUDAD DE OCCIDENTE

 



Cualquier ciudad

de occidente quiero

sentarme a tu lado.



Libro de Haikus de Teresa Gallego, cosmopolita. La profundidad de un poema no está en el número de palabras, sino en su pensamiento y contenido, en lo que provoca en el lector. Y estos poemas mínimos cuya percepción surge de la contemplación de la realidad, de la naturaleza, me hacen pensar, como pequeños puntitos del iceberg.

Los haikus de Teresa nos llevan a la Orjiva de la Alpujarra Granaina, a sus casas de piedra y madera, a la emoción de la naturaleza que la envuelve, a esa melancolía contemplativa y entusiasmo de lo cotidiano, como pequeñas sentencias flamencas: La soleá es el Haiku.

Si la sutileza de estos poemas nos hacen pensar, ir más allá o ir al principio del principio; yo siempre me pregunto dónde estaría el autor/a, y qué vería cuando escribió aquello. En este link hay una serie de haikus cuya emoción fue descrita por sus propios autores en época de confinamiento. Lo que veían a través de sus ventanas. Igual hace Teresa. 

Haikus desde mi ventana

¿Qué pensaría, donde estaría, la autora, Teresa Gallego, cuando escribió estos otros? ¿Qué mira, qué siente? Qui lo sá. No tengo certezas sobre ello , sólo cervezas, como afirma Juan de Dios, autor cartagenero de "El Canto fenicio". Mas las soleares de Teresa Gallego se imponen ante nuestra mirada y con ojos atentos meditamos:


No sé qué pensar,

¿Las nubes se expanden o

se disuelven?



Nada es nuevo,

todo es lo mismo pero

hay que alcanzarlo.


Estos dos haikus de Teresa nos llevan a dos cuestiones trascendentales en nuestro mundo: la primera es la esencia del ser humano (que es el pensar) y la segunda—que se corresponde con el segundo haiku— es que siempre el ser humano se encuentra con los grandes temas de su existencia ( el bien, la muerte, etc).

Teresa “ no sabe qué pensar” respecto a las nubes. Sócrates, el inventor de la filosofía, afirmaba que “sólo sabe que no sabe nada” (cuando miraba las nubes también). Ahora bien, el saber de Sócrates, el saber que no sabía nada o no lo sabía con certeza, era el único saber seguro y cierto para el ser humano.

Y, además, por el segundo haiku, sabemos que sobre los grandes temas del ser humano, indudablemente sí estamos obligados a recomenzar de nuevo en cada época histórica (o mejor, con cada educación de los niños y jóvenes), no podemos tener la última palabra, no podemos tener la última certeza, pero sí, quizá, nos permitirá tomar unas cuantas cervezas entre amigos, entre amigos del saber , es decir, filósofos.

Ésta ha sido mi lectura, pero puedo equivocarme, y seguro que hay otras muchas interpretaciones, sobre todo la de la propia autora, muy probablemente distinta a la mía. Por lo que quizás sea necesario tomar alguna cerveza y seguir meditando y conversando sobre los haikus de Teresa.