LA CONJURA

lunes, 26 de diciembre de 2016

ÉRAMOS UNOS NIÑOS


Patti Smith cuenta en este libro autobiográfico el tiempo que vivió junto al fotógrafo Robert Mapplethorpe.  Su amigo murió de SIDA en 1989; y ella—superviviente de aquella época— escribe este relato como un homenaje póstumo.
Escribe con estilo, con muy buen estilo, no en vano ella, además de cantante, dibujante, actriz, modelo, poeta, periodista y crítico musical, era y es una voraz lectora, de Rimbaud, Baudelaire y los grandes lectores suelen ser buenos escritores.
No, al revés, los grandes escritores suelen ser buenos lectores.
De sus páginas se desprende el gran amor, ternura y amistad incondicional que sentía por Mapplethorpe. Pero ante todo, lo que se advierte es una inconfundible  ADMIRACIÓN, casi religiosa, que le profesaba. 




Una relación poco convencional, teniendo en cuenta la homosexualidad de él y, sin embargo, eran amigos íntimos. Eran pareja.

En el año 1967 Patti Smith llega a Nueva York.  Procedente de Chicago, dejando atrás, un embarazo no deseado, una adopción urgente, un trabajo mediocre y un tipo de vida que no la convencía.  Pronto conoce al joven artista. Un bohemio de aspecto andrógino, fotógrafo, pintor, admirador de Andy Warhol, ¿hippie?, artista plástico y con un inquebrantable ánimo de triunfar.


 



Los comienzos fueron duros. La pareja vive en hoteles y habitaciones de mala muerte, pisos en muy malas condiciones, poco más o menos que derruidos, sin trabajo, y con el dinero justo para comer. Pero también es una época muy fructífera. Dibujan, escriben, realizan composiciones plásticas, en busca de un lenguaje artístico que pueda expresar su atormentado mundo interior y frecuentan los clubes de moda, en aquella épocas Max’s Kansas City, o el Quixote, quieren moverse en esos círculos,  conocer a los grandes.



Había explorado ideas sobre las que Robert y yo hablábamos a menudo. El artista aspira a ponerse en contacto con su concepto intuitivo de los dioses, pero, para crear su obra, no puede permanecer en ese tentador reino incorpóreo. Debe regresar al mundo material para hacer su trabajo. Es responsabilidad del artista equilibrar la comunicación mística y el esfuerzo de la creación.

Mientras redacto esto, llega mi maridito, recién peinado de la barbería. Mira por encima del hombro lo que acabo de escribir en el ordenador y me dice con bastante malhumor y un tonito de superioridad.
   Es la misma historia que se repite: Madonna llegó a Nueva York, justo diez años después (1977) y sufrió mucho más. Pasó hambre. Fue violada. Siempre el machismo de la sociedad occidental y no occidental. La humanidad no ha avanzado nada desde lo de Lucy (aquella  pequeñita simia astuta que inventó la Humanidad por salvar su vida: se unió irresponsablemente con unos simios bípedos y crueles que pasaban cazando por la sabana).
 la verdad es que me ha impresionado la historia de Madonna ... y la de Lucy, ella también lo pasó mal.  Pero, vamos por partes, ahora estamos con Patti Smith, así que continúo con mi reseña, después hablaremos de ellas.

Se alojaron en el mítico Hotel Chelsea, en pleno estallido cultural. Aún continúan las penurias económicas, la prostitución del fotógrafo, en un tiempo en que además las drogas hacían estragos. Patti Smith fue una de las pocas que sobrevivieron. Según ella, no se drogaba. O lo hacía puntualmente. De todos ellos era la única que trabajaba, como dependienta en una librería, y esporádicamente  en una joyería; de modo que tenía una nómina, reducida, pero la tenía. 
                                                          Patti Smith canta emocionada por la buena comida en la cocina de un restaurante
La música y la fotografía vendrán después, cuando un amigo le regale a Mapplethorpe una Polaroid y se inicie en la fotografía; y a Patti Smith le ofrezcan actuaciones para cantar en clubs nocturnos acompañada del guitarrista Lenny Kaye, en principio, como forma de recitar sus poemas.
***
Hay una cosa que NO me gusta del libro: la cantidad de nombres de personajes que enumera, tanto que yo me pierdo y la mayoría de ellos ni me interesan. A ella sí, pero al lector no. A veces, hasta es agotador.
Los que interesan: que si vieron a Allen Ginsberg, a Burroughs,  que si fueron a una fiesta en la que estaba Marianne Faithfull, Anita Pallenberg, o Sam Wagstaff o Joan Baez (según cuenta, no paraba de decir “oye tío, esto” “oye tío lo otro”,  da la impresión que no le cayera bien). Estoy segura que a un experto o apasionado de la  música, le interesen todos los músicos que hicieron posible a los grandes músicos.

Nos vestimos para la inauguración del ático de Sam Wagstaff. Robert se puso una camisa blanca remangada, un chaleco de cuero y zapatos de puntera fina. Yo, una cazadora de seda y pantalones de pitillo. Milagrosamente, a Robert le gustó mi conjunto. Asistieron personas de todos los mundos de los que habíamos formado parte desde el hotel Chelsea.

Es curioso que, YA en los inicios de la carrera de Patti Smith, Bob Dylan era una figura, (bueno, una figura no, que eso es muy flamenco) un icono de la música. Patti Smith quería  conocerlo.
La noche fue un verdadero éxito. Tocamos como si fuéramos uno y la cadencia y vibración de la banda nos transportó a otra dimensión. No obstante, pese a todo el revuelo que me rodeaba, sentí otra presencia tan segura como el conejo percibe el sabueso. Estaba allí. De pronto comprendí la naturaleza de la electricidad que impregnaba el ambiente. BOB DYLAN  había entrado al club. Aquel hecho surtió un extraño efecto en mí. En vez de modestia, sentí un poder, el suyo quizá; pero también sentí mi propia valía y la de mi banda. Me pareció una noche iniciática, en la que había logrado ser yo misma en presencia de la persona que había tomado como modelo.
Hace unos días recogía el premio nobel de literatura en su nombre.



 Os dejo un trocito del concierto de Madrid este pasado verano. Maridito, unos amigos y yo fuimos a verla.



domingo, 18 de diciembre de 2016

El Guardián invisible




Dolores Redondo, ha sido recientemente galardonada con el Premio Planeta. No por este libro sino por otro. Aunque yo he escogido “El guardián invisible”, novela negra, la primera de una exitosa trilogía.

La agente Amaia de homicidios, investiga una serie de asesinatos que se producen en la ciudad de Eliozondo, en Navarra, casualmente su pueblo natal, donde todavía reside parte de su familia. Es una excelente profesional, con un master en el FBI,  muy lista, lo que provoca las envidias de algunos de sus compañeros policías, que además de mezquinos son unos machistas y  no soportan estar a sus órdenes.


Hay que destacar el maniqueísmo de los personajes que son muy buenos, o rematadamente malos. Por ejemplo, la madre de la protagonista, es mala, malísima, odia a su hija hasta el extremo de intentar asesinarla en varias ocasiones; sin embargo, el marido es un escultor norteamericano, estupendísimo él, muy comprensivo y con más paciencia que el santo Job.


La autora recurre a frases manidas y clichés propios de la novela negra. El caso se presenta difícil, pero nuestra detective   "de manera muy sutil casi podía oír los engranajes del caso, girando, encajando, arrastrando en su lento movimiento cientos de pequeñas piezas  que encajaban a su vez en otras tantas, haciendo que todo cobrase sentido, como si en su avance fuera apartando velos de niebla que hubiera tenido ante los ojos" .

En esta historia hay un momento de inflexión. Un momento de duda, ¡vaya por Dios! Amaia, tiene una DUDA EXISTENCIAL. La cosa no le cuadra, está atascada y no sabe por dónde seguir. Entonces, llama por teléfono a su profesor del FBI, en Nueva Orleans, y éste cual maestro budista (también con ciertos ribetes Poirotianos) le dice:

"Me has dado un montón de datos, has realizado un perfil del sujeto como lo haría cualquier investigador del FBI y has avanzado en la investigación paso a paso Pero no te he oído decirme qué sientes en las tripas, inspectora, qué te dice el instinto, ¿cómo lo percibes? ¿Está cerca? ¿Está enfermo? ¿Tiene miedo? ¿Dónde vive? [...]Si te parases a pensarlo podrías contestar a todas estas preguntas y a muchas más…"

Tras el impulso de estas sabias palabras, Amaia acabará resolviendo el misterio. El asesino es descubierto y apresado, lo que supone dejar bien clarito su valía profesional y acallar las bocas de aquellos que la cuestionaron.

Lo siento, pero no me ha gustado.

Dejo, sin embargo, un trocito de la descripción de un bosque navarro, pues me fascinan estos paisajes tan bucólicos

Condujeron siguiendo la margen del río y después ascendieron hasta desembocar en una inmensa pradera que se extendía hasta el bosque de hayas que bordeaba el río y la ladera del monte  [] Sólo el rumor del Baztán rompía el silencio del paisaje [] Un giro más y desembocaron en una planicie abalconada cubierta de hierba rala y líquenes amarillos que lo tapizaban todo.
















martes, 29 de noviembre de 2016

UN VIAJE




¿Por qué a José Monge Cruz le llamaron Camarón, a Fernando Fernández Monje, el Terremoto de Jerez o a Manuel Ortega Juarez, Manolo Caracol?  ¿Qué sucedió?  Este post va de eso, de esas ocurrencias flamencas  y  de mi afición a Cádiz.


Pero empecemos por el principio...



Hay cierta rivalidad entre Cádiz y Sevilla. Reconozco que Sevilla es una espléndida ciudad, ordenada, histórica y monumental,  una explosión de colores,  de arte, gracia y salero; una gran ciudad; ya lo creo, pero a mí el lugar que verdaderamente me pellizca en Andalucía es CÁI. El mundo no se reduce a Sevilla.





Es por eso que siempre que puedo vuelvo a Cádiz. 
Y son varias las razones.
Sobre todo me impresiona la luz que inunda las estrechas calles y que termina arremolinándose en la gran bahía verdiazul, junto al puente de Carranza, o al nuevo de la Constitución de 1812; me gusta cómo hablan los gaditanos, su naturalidad, la forma con la que se toman las cosas; todavía tienen algo de afrancesados, de inconformistas, y es singular su tradicional erizada en el mercado, junto a la plaza de las flores  ( la única ciudad, que yo sepa, donde comen erizos), sacan las mesitas de la playa y , hala, a comer erizos, ostras y ostiones, y camarones en cucuruchos,  y el espíritu inglés flota en sus  bodegas,  los Osborne, los Domecq, el sherry y las carreras de caballos Tan española y tan extranjera, a la vez. Son revolucionarios, son anarquistas y también tienen a Pemán,  y flamencos, y marinos, construyen barcos en Navantia; medio cubanos, excelentes poetas (con el mayor número de poetas censados del país), y tienen uno de los mejores carnavales del mundo, donde además de pasárselo bien, es imprescindible la crítica y el ingenio.



--Aunque todavía tienen temas tabú como el criticar la falta de separación de poderes, representación uninominal de los distritos y la elección directa del gobierno—dice mi maridito que está comiendo y con el que NO estoy de acuerdo.









Cádiz es la ciudad más antigua de Europa y  la cuna del flamenco. ¡Ahí es ná!

La  peña flamenca “Antonio Piñana” de Cartagena organizó un viaje, a Cádiz, y desde luego, no iba yo a perderme tal oportunidad. Así que empezamos un largo recorrido de siete horas  en un autobús con treinta ocho personas; estudiantes, mecánicos, ricos peruanos,  médicos, abogados, jubilados, parados, profesores ¡ah! y una inglesa; en definitiva, flamencos de diferentes edades, condición social e ideología pero con la pasión del cante en común.


Un jubilado de la Bazán (empresa astillera ya desaparecida), que no paraba de cantar llegó afónico a Cádiz; otro señor mayor, delante de mi, escuchaba música en youtube, a todo volumen (por lo visto, desconocía la existencia de los auriculares), otros cantaban y hacían palmas a ritmo de tangos flamencos, bulerías y soleas, algunos leían o dormíany hablaban

El momento álgido del viaje se produjo cuando el fondo sur del autobús se revolucionó ante la idea de buscarle un alias a un joven flamenco que viajaba con nosotros. Risas y más risas. El de la Volvo, el cartagenero,  el raspallón, el marrajo, el californio  ninguno le venía bien.

Fueron siete horas ininterrumpidas de cante y palmas.



En Cádiz hicimos un recorrido por el Barrio emblemático de Santa María,  donde vivieron figuras del flamenco como “La Perla de Cádiz”, la familia Ortega, o el mismísimo Enrique “el Mellizo” (y no el gemelo como lo llamó una atribulada señora que nos acompañaba),  y luego, asistimos a la actuación de Samuel Serrano, joven promesa del cante, y cenamos en la mítica “Venta de Vargas” en San Fernando donde, en su época, cantaron Manolo Caracol y Camarón de la Isla. Después de la cena se arrancaron por bulerías y tangos.









Fue en esa venta, el día del velatorio de doña Catalina, la dueña del establecimiento, cuando, desde la habitación de arriba, se podían oír  los lamentos de una seguiriya cantada por Manolo Caracol que intentaba aliviar su pena y la de su amigo y casi hermano Juan Vargas, al que se le había muerto su madre.

Me gusta comer en la Viña cuando voy a Cádiz. Esta vez fue en la tasca “Albero”, cuyo dueño fue amigo de Camarón y que recomiendo por sus excelentes tapas. Comimos ostiones, ortiguillas (anémonas rebozadas), camarones, papas aliñás y unas deliciosas tortitas de camarones. Sin embargo, el joven flamenco al que el cono sur del autobús se afanaba en buscarle un alias, estaba malhumorado, irritado, el chico buscaba un bar donde comer algo que le gustase.



—¡Ostias! Quiero comida decente. Comida española. Quiero MAGRA CON TOMATE--dijo antes de largarse a una pizzeria.

Nos hizo gracia. 

Os dejo el sonido del mar, bueno, en realidad es el rio Guadalquivir a su paso por Sanlúcar de Barrameda, muy cerca de su desembocadura en el océano atlántico.










lunes, 7 de noviembre de 2016

LA MANCHA HUMANA

De Philiph Roth


Hace tiempo, terminé la lectura de “La Mancha Humana”, pero he querido dejar unos días para distanciarme y ser más objetiva a la hora de  hacer la reseña, pues la primera impresión fue decepcionante. ¿He dicho objetiva? Bueno, objetiva, objetiva, no sé todo lo que se pueda ser en una reseña de literatura,  pues aquí intervienen los gustos de cada uno y la manera de entender la literatura e interpretar lo que escriben los autores—reconocidos o no—.

Sin duda, Philip Roth es un gran escritor—eso dicen—, tiene en su haber una importante lista de premios relevantes, entre otros, un Pulitzer, un Premio Príncipe de Asturias de las Letras (no sé si éste será importante) además, Roth es considerado por el crítico Harold Bloom, uno de los escritores actuales norteamericanos fundamentales, PEROa mí no me ha gustado: lo fundamental puede no gustar.

No me gusta porque encuentro su prosa artificiosa, casi pedante, con largas disquisiciones exentas de ritmo y de naturalidad y muy forzada (una mala imitación de Heidegger me grita mi maridito desde la cocina). Un escritor de obligado intelectualismo, donde sí o sí, ha de ser profundo necesariamente aunque ello implique cargarse párrafos enteros, con una narrativa farragosa y sin sentido, amén de tirarse en esta novela cuatro páginas hablando sólo de grajos. Veamos un ejemplo:

“Entrelazados orgásmicamente con lo imprevisto y la insoportable convención. Los insoportables principios de la integridad. El contacto con su cuerpo es el único principio. Nada es más importante que eso.”


Eso sí, no hay lector culto que se precie y que no admire a Philiph Roth. Ni a la gente que he preguntado ni en la red. No falla, pues a todos gusta el eterno candidato a premio Nobel, con alguna excepción, claro. Por el contrario, ahí tenemos al escritor portugués LOBO ANTUNES, de natural profundo y sin artificios ¡Nada que ver!

ARGUMENTO: Un catedrático de literatura es acusado de racismo por un malentendido. El asunto es aún más grotesco cuando descubres que el profesor denunciado guarda un gran secreto: él también es negro. De apariencia blanca, ha basado toda su vida en un engaño. Así, eliminó cualquier comunicación con su familia negra con su madre, haciéndose  pasar por judío. Aquí vendrán los pedantes seguidores de Freud a decir que se trata de guiños psicoanalíticos, y bla bla bla.

Coleman Silk se casa con una caucásica y tiene perfectos hijos blancos, que desconocen quienes fueron realmente sus antepasados y que piensan que su padre es huérfano. Poco antes de jubilarse, Coleman renuncia a su plaza en la universidad, forzado por las circunstancias, por el afán de medrar de algunos compañeros, y sin el apoyo de los que fueran sus amigos. Normal en la universidad. En cualquier universidad.

Al final de su vida, Coleman entabla una relación sexual con una limpiadora de la universidad, divorciada, cuarenta años más joven que él. Relación, que sus hijos no entienden aunque Coleman es por esa época viudo.

La dictadura de lo políticamente correcto, en los tiempos del escándalo de Lewinski y reminiscencias de la tragedia griega conforman esta novela. Ya lo decía el protagonista en sus clases: Las grandes historias empiezan por trivialidades, tal y como le ocurrió a él y pone por caso la Ilíada, y la disputa por una mujer, Helena. Obsérvese que un personaje protagonista de una novela de Roth sólo puede compararse con uno de Homero o de Horacio. Sic.
A continuación extraigo algunos fragmentos que, sin embargo,  me han parecido muy buenos. La excepción confirma la regla.

Nada dura, y sin embargo nada pasa tampoco. Y nada pasa precisamente porque nada dura.
(Heidegger lo hubiera dicho mejor, pero bueno.., vuelve a repetir maridito)

Las vacas estaban sumidas en una existencia bestial que carecía dichosamente de profundidad espiritual: arrojar chorros de leche y mascar, cagar y mear, pacer y dormir, esa era toda su razón de ser.
( Roth desconoce la etología)

La facilidad  con que la vida puede ser una cosa en vez de otra, hasta qué punto es accidental el destino y, por otro lado, lo accidental que parece el sino cuando las cosas nunca pueden ser de una manera distinta a la que son. Es decir, se alejó sin haber comprendido nada, sabiendo que no podía comprender nada, aunque con la ilusión de que habría comprendido metafísicamente algo de enorme  importancia sobre la testaruda determinación de ser dueño de sí mismo con solo que tales cosas fuesen comprensibles.

Hay, por tanto, un Roth aceptable, pero no es el pedante.





miércoles, 26 de octubre de 2016

Una poesía y una fotografía


A las dos de la madrugada, en la penumbra de la habitación trescientos siete del hospital mi padre recita la única poesía que conoce. Es un poema rural y de postguerra, que habla de ganado, de lobos, y de hambre. Se la sabe al dedillo.

Mi padre no me reconoce, ni a mi madre, ni a mis hermanos; no sabe quiénes somos, ni dónde se encuentra; sin embargo, recuerda perfectamente esta poesía que hace más de setenta años aprendió en una escuela rural, Y ahí está, escuálido, recitándola en la cama  de un hospital. Ni siquiera una insuficiencia renal ni un virus estomacal han podido borrarla de su memoria.

Cuando termina se incorpora de la cama:

   Caballero—me dice sin reconocerme— ¿Me puede dar usted agua?
   Sí, claro que sí.
   Muchas gracias caballero.

Le cojo la mano y se la aprieto para darle fuerzas. ¿Quién es este hombre que me coge de la mano? Él también me aprieta. Luego me dice que le suelte, pero no lo hago. Corre el riesgo de arrancarse los sueros, sobre todo una vía central que le han colocado para que remita la infección.

En la cama de al lado el enfermo recibe la visita de unos familiares. Son de etnia gitana. La habitación se llena de gente. Mi padre los mira a través de la cortina de separación.

—Cierra las puertas, hay bandidos.
—Vale, ya las cerré. ¿Quiere que las compruebe?
—No, es peligroso. Tienen pistolas. Uno de ellos me ha disparado en la oreja.
— Era la enfermera para tomarte la temperatura…

Me mira como si estuviera loca. Yo lo acomodo en la cama y le recojo los cables de los sueros. Ahora me tutea.

— Ten cuidado no te dé la corriente.
— No te preocupes, papi…


Nunca he sido muy familiar. Mi padre era un hombre duro, a veces intransigente, casi dictatorial. Le pido que coma pero se niega con la terquedad que le caracteriza desde siempre y que el tiempo ha suavizado muy poco. Es hora de hacerle chantaje.

— ¿Has cenado?—me pregunta
— No—le contesto
— ¿Por qué?
— Si tú no comes, yo tampoco.
— Pues no comas
— Pues eso hago.

Pasados veinte minutos mi padre me indica con un dedo que me acerque a él y susurrándome al oído me dice, en estricto secreto, para que no lo oigan al otro lado de la cama:

— No soy hombre de ceder—me advierte recriminándome con el dedo— pero voy a comer para que tú lo hagas también.

Y mano a mano, frente a frente, nos comemos cada uno un yogurt.

— ¿Dónde duermes?— me pregunta.
— Aquí—le digo dando una palmada al sillón.
— ¿No tienes cama?
— No
— ¿Me voy a un lado y te dejo un sitio en la mía?
— No

Saco del monedero una fotografía, que llevo ocasionalmente desde que jugamos a un concurso en el instituto. Se trataba de reconocernos cuando éramos niños o bebés. Me la llevé para escanearla y se quedó en el monedero.

En la foto mis padres son jóvenes (más que yo ahora) y llevan a dos niños pequeños cogidos de la mano. Sus hijos. Yo soy la más pequeña, la caperucita. Caminan por la rambla y van vestidos de domingo. Mi madre lleva una chaqueta que mi padre acaba de regalarle. La mirada al infinito, ingenua, confiada… que, tras el paso de los años, desaparece, dejando tan sólo el reflejo, la esencia de lo que éramos en un viejo retrato. ¿Qué pasó? Yo, al igual que mi padre, no me reconozco en esta fotografía, tampoco a mi madre, ni a mi padre, ni a mi hermano. Éramos otras personas. Otros tiempos.






domingo, 2 de octubre de 2016

POR UNA NOCHE DE AMOR (Y OTRAS HISTORIAS)



Emile zola



La editorial Funambulista recoge— con un poco de retraso en España— cuatro relatos cortos que zola escribió para la revista rusa “El Mensajero de Europa”  a finales del siglo XIX, y que le encargó por mediación de su amigo, y escritor ruso,  Ivan Turguéniev, con la finalidad de hacer un retrato costumbrista de la sociedad francesa. Era lo que le gustaba al lector ruso de aquella época, Francia y París. Y sigue gustando hoy en día. Para un ruso, París es el centro del mundo occidental. Nunca han caído en la ilusión de trasladarlo a Londres o New York. Así que—con tal encargo— e invitado por su amigo Paul Cézanne, se trasladó a la región de Aix-en-Provence (allí, nació mi perro Fox) donde escribe y retrata el amor— ¿qué otro tema si no podría ser más apropiado?— en un ambiente de provincias, pero en la cuna del amor cortés y los trovadores.


LA SERVIDUMBRE

El amor de una joven y guapa criada por el hijo de sus señores, una tragedia de amor condenada al fracaso en Naïs Micoulin  y con un hermoso paisaje provenzal de fondo,  descrito por la impresión de zola.





EL BURGUÉS ENAMORADO

Del ambiente de los salones parisinos a las fincas en el campo en La Señora Neigon. La bella dama Louise Neigon es una buena madre y también una buena esposa. Es el relato más humorístico, y, además - ¿será esa la razón?-,  con un trasfondo político.

Estamos a primeros de mayo, y los manzanos blancos forman grandes ramilletes entre el verdor tierno de los álamos y de los olmosPero lo que me emocionaba hasta hacerme llorar era el olor a primavera que las hierbas de ambos lados del camino exhalaban a nuestro alrededor¡Y qué maravilloso fue el regreso bajo un repentino aguacero! El verde del campo era aún más tierno bajo la lluvia; las hojas y  la tierra olían bien, con un olor de amor. Louise había entrecerrado los ojos cansada y como imbuida por las voluptuosidades de la primavera.

EL NUEVO TROVADOR

 Por una noche de amor es la historia más trágica, emotiva y tierna a la vez. En la pequeña ciudad de P*** vivía Julien Michon, un joven huérfano, tosco, casi feo y sobre todo tímido. Tenía un alma tranquila y transparente; y su existencia cotidiana estaba hecha de una serie de normas fijas que le proporcionaban serenidad. Su única distracción es una pequeña flauta que aprende a tocar él solo. Hasta que un día aparece por la ventana del palacete de enfrente una bella joven El “anti- trovador” se precipita, entonces, en el infierno del amor imposible. La dama, (o anti-dama) hija de nobles y gente principal del lugar, se aprovecha del ingenuo y enomarado Julien para deshacerse  de un amante que yace muerto en sus aposentos. Julien se lo echará a los hombros y se encargará de sacarlo por la noche del palacete. Para ello, la joven le promete si lo hace una noche de amor.

Su timidez enfermiza le hacía creer que ella espiaba cada uno de sus actos para burlarse. Julien volvía a casa cabizbajo y evitaba moverse en su habitación. Más tarde, al cabo de un mes, comenzó a sufrir por el desdén de la joven. ¿Por qué no le miraba nunca? Se asomaba a la ventana, paseaba su mirada oscura sobre el empedrado desierto y se retiraba sin adivinar que él estaba allí, ansioso, al otro lado de la plaza.

LA MUJER ARTISTA

Y por último La Señora Sourdis y los entresijos del mundo de la pintura. Un matrimonio cuya alianza son los intereses y el amor hacia el arte. El proceso de degradación de un artista y la autoría encubierta de su obra. Y es que Zola fue un gran defensor de la corriente impresionista defendiéndola a lo largo de su vida con  diversos artículos, y amigo personal de grandes como Manet, Cézanne, Renoir, Degas y Pissarro. La colección particular de dichos cuadros se revalorizaba más y másaunque  todos  tenían por objeto la misma montaña




Mientras tanto, trabaje; en ello radica todo.




martes, 6 de septiembre de 2016

LA CHICA DEL TREN


La “chica del tren”, o "la borracha del tren", adolece de profundidad, trama y riqueza en los personajes, en definitiva, carece de calidad literaria “políticamente correcta”; no es un gran libro, o al menos no es el libro del año como se publicita. Con todo, a mí ME HA GUSTADO.

A veces libros tontos te ayudan, y pasas un buen rato con ellos. Y es que una historia, por disparatada que sea, te la crees o no. Eso es lo fundamental,  (ya lo dice el premio nobel Vargas Llosa). Y YO ME LO HE CREIDO.


Así que el libro ha cumplido gran parte de su cometido. Desde luego que se puede mejorar, claro, y mucho. Frases como:

 “un escalofrío ha recorrido toda mi columna vertebral”  

suenan a cliché de novela negra de serie B. (¡Si es que existe la novela serie B!  Que yo no lo sé. Quizás sí.)


Aún así, he pasado un buen rato leyéndolo. Y no sabía quién era el asesino, hasta que la autora da la pista fundamental. Lo digo porque hay mucha gente que decía saberlo desde el principio.

Narrado en primera persona, cuenta la historia de Rachel una chica que coge todos los días el tren para simular que va al trabajo. (¡Ah! Las historias de trenes tan maravillosas).



Desde hace un tiempo la han despedido de su trabajo pero ella no lo ha dicho en casa. Es alcohólica, divorciada y emocionalmente inestable. Y está obsesionada con su ex-marido, que ha rehecho su vida y tiene un nueva mujer y un bebé. Lo acosa, es decir, le manda emails, lo llama por teléfono, y deambula por el barrio donde vive, lugar donde también se comete un crimen La policía tiene que tomar cartas en el asunto.

Y es que todos los días, al detenerse el tren en un semáforo, observa una casa donde vive una pareja, para ella idílica. Representan todo lo que Rachel no ha tenido con Tom, su “ex”. Un día la mujer desaparece. Y ella,  comienza a investigar.

El ritmo de la novela, como los viajes en tren,  es trepidante. Va al grano y no se enrolla demasiado con sueños ni con historias paralelas que no interesan ni chorradas de ese estilo. Para pasar un buen rato ¿Te parece poco?

Me comporté  de un modo estúpido, como una niña, porque no soporto sentirme rechazada. Necesito aprender a perder un poco mejor.

Sé bien lo que es sentirse hueca. Comienzo a pensar que no se puede hacer nada para arreglarlo. Eso es lo que he sacado de las sesiones de psicoanálisis: los agujeros de la vida son permanentes. Hay que crecer alrededor de ellos y amoldarse a los huecos, como las raíces de los árboles en el hormigón. Todas estas cosas las sé, pero no las digo en voz alta, ahora no.

A las mujeres todavía  se  las valora únicamente por dos cosas: su aspecto y su papel como madres. Yo no soy guapa y no puedo tener hijos. ¿En qué me convierte  eso? En alguien inútil.


No puedo echarle la culpa de todo esto a la bebida. Tampoco a mis padres, ni a mi infancia, ni que abusara de mí un tío o alguna tragedia terrible. Fue únicamente culpa mía. Yo ya bebía, siempre me había gustado el alcohol. Pero me volví más triste y, al cabo de un tiempo, la tristeza se vuelve aburrida tanto para la persona triste como para la gente que hay a su alrededor. Entonces pasé de ser una bebedora a una borracha, y no hay nada más aburrido que eso.

martes, 16 de agosto de 2016

INSTRUMENTAL

                                 


James Rhodes nos cuenta en este libro una terrible historia. Su autobiografía. Pero nos ofrece también una historia de redención a través de la música clásica.

De niño sufrió abusos sexuales por parte de un profesor de boxeo. Tenía sólo seis años y era un niño tímido e inteligente, alumno en un buen colegio, hijo de una familia de clase media-alta. A esa edad, el niño entendía que los abusos eran un castigo a su propia conducta, porque era evidente que “era malo a nivel celular” y por eso precisamente le pasaban esas cosas.

Como consecuencia de las reiteradas violaciones, James Rhodes pasó por un camino de vejaciones y torturas que lo llevaría a su propio desprecio y destrucción. Fue drogadicto, alcohólico, fumador empedernido, suicida, con estrés postraumático, síndrome de Asperger y trastorno disociativo de la personalidad, entre otras enfermedades mentales.

Muy completito el diagnóstico.

Pero la MÚSICA CURA, puede llegar a los recovecos de nuestro corazón y nuestra mente y tener un efecto positivo. Es la respuesta a aquello que no la tiene.

Schumann: Mandar luz a la oscuridad del corazón de los hombres: ése es el deber del artista.

  
Es un hecho irrefutable que la música me ha salvado la vida de una forma muy literal, y creo también que la de un montón de personas más. Ofrece compañía cuando no la hay, comprensión cuando reina el desconcierto, consuelo cuando se siente angustia, y una energía pura y sin contaminar cuando lo que queda es una cáscara vacía de destrucción y agotamiento.

A los siete años Rhodes conoció la música clásica. Este descubrimiento le produjo una verdadera conmoción que le salvó la vida. Concretamente, fue la Chacona de Bach y  al famoso y virtuoso pianista y compositor Busoni.



Cuando murió la mujer de Bach, el gran amor de su vida, compuso una pieza musical en su memoria. [] Es una puta catedral musical erigida para recordar a su mujer, la torre Eiffel de las canciones de amor. Y el punto culminante de esta partita lo constituye el último movimiento, la chacona. Quince minutos de desgarradora intensidad en la conmovedora clave de re menor.
Imaginad todo lo que os gustaría decirle a alguien a quien queréis si supierais que va a morir, hasta las cosas que no podéis expresar con palabras. Imaginad que condensarais todos esos sentimientos y emociones en las cuatro cuerdas de un violín, que los concentrarais en quince minutos llevados al límite. Imaginad que de un modo u otro descubrieses la forma de construir todo el universo de amor y dolor en que existimos, que le dieseis forma musical, que lo pusieseis negro sobre blanco y se lo regalaseis al mundo. Eso es lo que él logró, con creces, y todos los días esta pieza basta para convencerme de que en el mundo existen cosas que son más grandes y mejores que mis demonios.



El libro tiene su propia banda sonora. En cada tema o capítulo el autor nos introduce a una obra clásica, explica las características de la pieza, las del autor y su vida, el momento en que la compuso y por qué. Y lo más importante, Rhodes cuenta lo que siente ante esa composición, nos traduce la música a sus palabras, con sus emociones y logra transmitirnos su entusiasmo. Esto debería hacerlo hasta un Barenboim. “Encontremos lo que nos encanta y dejemos que nos mate” dijo  Bukowski

Algunas resultan audaces y agresivas, otras traslucen resignación y cansancio. Transmiten alternativamente heroísmo, desesperación, alegría, sensación de triunfo y de derrota. Logran que el tiempo se detenga, se acelere, retroceda.

Actualmente James Rhodes es un talentoso pianista. En sus giras, se presenta como un gran renovador de la música clásica. Hasta ahora en un recital de piano se seguía un rígido protocolo: el concertista debe ir con frac y pajarita blanca, no habla, tan sólo sube al escenario, toca y se marcha. Del público se espera que sepa lo suficiente de música clásica para “comprenderla” y se considera de mal gusto aplaudir entre los movimientos de las piezas  Qué horror, que apareciera alguien con unos vaqueros y se atreviera a aplaudir cuando no toca.

Pues bien,  en los conciertos de Rhodes no es así. Esta visión “tan elitista” de la música clásica cambia. Él se salta el protocolo. Viste como quiere, explica sus intervenciones, las características de la pieza que toca, y está en contacto con su público.



El mayor motivo del éxito de los Proms es el hecho de que en ellos no se observa una actitud engreída; no se habla en público con condescendencia; se logra transmitir que, sea cual sea tu conocimiento sobre música clásica, tu experiencia, tus filias y tus fobias, tu estilo en el vestir, tu procedencia o tu inteligencia, se te acogerá con los brazos abiertos. Si quieres aplaudir entre movimientos, no te cortes un pelo. ¿No sabes cómo se pronuncia el apellido del compositor? ¿A quién le importa? ¿No eres de los que se mueren de ganas de anunciar en voz muy fuerte y con suficiencia cómo se llama el bis que el solista ha decidido tocar? Aún mejor.

Rhodes no se queda sólo en la música. Porque él ve la música en todos sus campos, y así la extiende y la proyecta a otros ámbitos. El amor a la música le sirve para ser mejor. Mejor padre, mejor concertista, mejor amante. Entiende la música como un TODO, como el poeta que lo es las veinticuatro horas al día. “La arquitectura es música congelada” dijo Goethe

Si en este momento estás con alguien a quien quieres y ambos aspiráis a durar [] ¿A él se le ha olvidado vuestro aniversario y te has enfadado? Te equivocas al enfadarte. Cierra el pico. ¿Ella no deja de quejarse (Y bla, bla, bla) hasta que te cabreas con ella? Te equivocas. Deja de ser un imbécil. Lo que más deteriora una relación es tratar de salir ganando.
Alégrate de equivocarte. Adopta la siguiente postura: “Tengo que currármelo mogollón para compensar que siempre estoy equivocándome, a ver si ella me perdona”, y te irá de maravilla. 

Vive cada comida/excursión/conversación/paseo juntos como si fuera la primera cita con una persona a la que te mueres de ganas de impresionar. Preocúpate de la ropa que llevas, ponte nervioso al pensar si te va a quedar algo entre los dientes en la cena, lávate los bajos a fondo por si se da la remota posibilidad de que pilles cacho, lleva flores, pide la mesa más romántica del restaurante, presta atención y escucha todas las palabras que pronuncie como si tu vida dependiera de ellas.

Sé generoso. Se generoso todo el rato. Hasta que estés agotado, y luego sigue siéndolo un poco más. Cuando ella te esté sacando de quicio y te quieras tirar por la ventana, ve a prepararle un té, hazle un masaje, hazle un cunnilingus, comprale un puto diamante. Es el más asombroso de los ejercicios. Y que ni se te pase por la cabeza ponerlo en práctica esperando una recompensa o las gracias. Hazlo porque quieres a esa persona, porque es espectacular, porque la adoras y la deseas. Si todo eso no fuera cierto, no estaríais juntos. Hazlo porque en el fondo sabes que para ti es una puta suerte tener la oportunidad de salir a la calle cuando hace un frío que pela y llueve a mares para comprarle sus flores preferidas.



BANDA SONORA

Bach, Variaciones Goldberg, aria
Prokófiev, Concierto para piano nº 2, final
Schubert, Trío para piano nº 2 en mi bemol, segundo movimiento
Bach y Busoni, Chacona
Beethoven, Sonata para pianonº 32, Op.III, segundo movimiento.
Scriabin, Concierto para piano, último movimiento
Ravel, Trio para piano
Shostakóvich, Concierto para piano nº 2, segundo movimiento
Bruckner, Sinfonía nº 7, segundo movimiento
Liszt, Danza macabra
Brahms, Un réquiem alemán, primer movimiento
Mozart, Sinfonía nº 41 (Júpiter), cuarto movimiento
Chopin, Estudio en do mayor, Op. 10 nº I
Chopin, Fantasía en fa menor, Op, 49
Ravel, Concierto para piano en sol, segundo movimiento
Schumann, Variaciones Geister para piano
Schubert, Sonata nº 20, D959, segundo movimiento
Beethoven, Concierto para piano nº 5 (Emperador), segundo movimiento
Rajmáninov, Rapsodia sobre un tema de Paganini
Bach, Variaciones Golberg, aria da capo

Un libro de sufrimiento con esperanza.