LA CONJURA

miércoles, 24 de diciembre de 2014

MIKOBOLDHD-50

MIKOBOLDHD-50


Desde hace unas semanas tengo en mi casa el último modelo de aspiradora Kobold HD-50 con todos sus accesorios: limpia-moquetas, limpia-colchones, mopa, friegasuelos…etc. Esta nueva máquina eléctrica y doméstica, maravillosa, única, genial…—no tengo palabras para describirla—es un producto de la misma empresa teutónica que fabrica la Thermomix.


El día que entró la Kobold HD-50 en mi casa, las cosas cambiaron. ¡El inicio de una nueva era! Del sofá he retirado las antiestéticas mantas que tenía para evitar los pelos de los gatos y todos los días paso mi querida aspiradora por el suelo, la moqueta, y el sofá (es entonces cuando mi maridito se levanta), con la misma ilusión que lo hace Monk, una de mis series favoritas. Aquí lo tenéis (a Monk):







 Y es que “la Kobold”—como la llamamos ya familiarmente, al igual que a la “Rumba” o escoba robot— tiene incluso una función para aspirar y fregar al mismo tiempo. Sí, sí, como lo oyen: aspira y friega a la vez. Es magnífico el tiempo que te ahorra, la limpieza total de ácaros, su potencia inmediata. En fin…eficacia alemana.






Pero en todo este proceso he tropezado con un grave obstáculo: Ana, la señora de la limpieza. Ella es búlgara, y viene a limpiar a mi casa una vez a la semana. A Ana le parecía que las prestaciones de la aspiradora no iban acordes con el precio. Que era demasiado cara—decía—y es verdad, pero yo me empeñé y al final la he convencido. En cuestiones de limpieza no puedo hacer nada sin su consentimiento.

Ana limpia de maravilla, es resolutiva, práctica, habla cuatro idiomas y ha vivido, además de en su país, en Grecia, Malta, e Italia. Es muy crítica con todo, con la política, con la literatura y con la sociedad en general. Además de limpiar tiene opinión para todo y tiempo para ver la televisión, las noticias, los programas basura, sabe perfectamente quien es Belén Esteban, Carmen Lomana y Monedero o Jesulín de Ubrique. También lee mucho. Yo siempre le dejo libros, en español, claro, y luego de leerlos me los comenta. Habla mucho.

No soporta a los comunistas, que según cuenta, le arruinaron la vida, a ella y a su marido que quiso ser piloto de avión pero no pudo porque no era del partido, y tuvo que conformarse con ser camionero. Me tiene confiscado a Dostoievsky, al que no quiere leer, porque ya lo hizo en su juventud en las lecturas obligatorias del Instituto. Sí que fue malo el comunismo pero el escritor peterburgués no tuvo culpa alguna…



                                 FELIZ NOCHEBUENA A TODOS    

En especial para aquellos que, como Ana, trabajan fuera de su país, lejos de su familia. 

martes, 23 de diciembre de 2014

Anillo de Moebius

De: Rubén Castillo

Editorial Sloper


Compré este libro sin conocer al autor ni a la novela. Lo vi entre las novedades de la librería y me pareció curioso, así que lo compré. Una vez le preguntaron a Diego Marín, el mejor librero de Murcia si no el mejor de España, cuál era el motivo principal por el que la gente se decide por un libro u otro, y sin dudarlo,  contestó que se fijaban en la portada. Siempre me ha parecido extraña esta respuesta, pero a mí me ha ocurrido ya  un par de veces.

 Pues resulta que Rubén Castillo, el autor, es un escritor murciano, que tiene un blog de literatura, librario íntimo se llama, y me ha sorprendido mucho por la cantidad de libros que lee—un libro cada dos días—, por sus comentarios generosos—ni una sola vez habla mal sobre lo que lee, de todos los libros saca algo bueno, y mira que he buscado, ¡pero nada!—, ha publicado trece libros,  le gusta la cerveza y  nunca ha tenido un pantalón vaquero.


Yo soy yo y mis circunstancias:




El anillo de Moebius es la historia de Enrique Beltrán, un hombre que no sabe quién es.

Un día en el autobús, el protagonista se encuentra con una joven muy atractiva, a la que no conoce, y que dice ser su novia, y además lo llama Julio y no Enrique. De pronto, toda su realidad se desmorona, no vive donde creía, no es del Barça sino del Real Madrid, no es empleado de banca sino enfermero y en el bar habitual no lo conocen, ni a él, ni a sus bromas.El autor mantiene la tensión narrativa hasta el último capítulo, donde nos ofrece un sorprendente final.

Se lee rápido pues el lector quiere resolver el enigma y  descubrir la realidad.  ¿Será un sueño, del que se despertará el protagonista? ¿Estará enfermo, loco, esquizofrénico?

Yo soy el que soy.

Yo soy el que soy, se dijo Enrique, que al repetir un estribillo de los Marañones se estaba equiparando al viejo dios del Antiguo Testamento.

Consultada Mariplatónica, asesora musical y experta en los Marañones, el autor se refiere a esta canción: Saluda al tren.





Y Feliz Navidad.

QUE SEÁIS QUIEN SOIS.