LA CONJURA

domingo, 7 de abril de 2024

DON JUAN VALDERRAMA

 




La peña flamenca de la que soy socia me pide presentar, dentro del ciclo de flamenco de Jaén, la proyección del documental “Retrato Flamenco de Juan Valderrama”. Me lo piden a mí o a mi maridito que tanto da.


Resulta que desde pequeña he tenido aversión a una copla que cantaba Valderrama: “La hija de Juan Simón”, copla que por aquella época era muy famosa, la emitían a menudo en los discos dedicados de la radio y también se podía oír en formato antiguo de cinta de radiocassette. La historia trata del enterrador del cementerio al que se le ha muerto su hija y tiene que enterrarla. Una historia terrorífica.


El horror que infundía en mí la letra de esta copla (basada a su vez en una obra teatral de los años treinta) traspasó los límites radiofónicos hasta llegar a identificarlos con la figura del interprete, de cualquiera de los intérpretes, a los que no podía escuchar.


Durante estos días estudiar a este artista, GRAN ARTISTA, ha sido una de las sorpresas más grandes que me he llevado en el flamenco. Y es que Valderrama es tan famoso como desconocido.





Extraigo aquí alguna de las cosas más importantes:


Juan Valderrama Blanca fue un artista multifacético: gran cantaor de flamenco y de copla, compositor, letrista, actor de cine y empresario. Pero sobre todo fue una gran persona, una buena persona en el mejor sentido de la palabra.


Nació en el año 1916 en Torredelcampo (Jaén), y muere en el 2004 es, por tanto, testigo directo de prácticamente un siglo, lo que hace que tenga una vida muy azarosa, ha vivo La República, La Guerra civil, la posguerra, la dictadura y la democracia.


Desde muy niño fue aficionado al cante flamenco, trabajaba en el campo con su padre, en el cortijo que tenía la familia, pero su padre no quería que fuera artista porque entendía que llevaban una vida demasiado desordenada. Él no quería el ambiente de los artistas para su hijo. Sin embargo, no tuvo más remedio que terminar aceptándolo cuando fue al pueblo de gira la compañía de la NIÑA DE LA PUEBLA. Entendió que la cantaora y su compañía era algo más serio y formal.


Y así comenzó la trayectoria artística de Juanito Valderrama.


Valderrama tenía una voz brillante y limpia, con una alta proyección. Podía cantar cualquier cosa. Técnicamente era un tenor ligero.


Además tenía una memoria impresionante y un gran dominio de los cantes, de los que era un estudioso, era una enciclopedia del flamenco. Recopiló todas las modalidades del flamenco. En este sentido tuvo la suerte de conocer a Pepe Pinto y vivir en casa de la Niña de los Peines una larga temporada, en la que aprendió mucho y fue decisivo en la formación del artista. De su recopilación de cantes grabóEl retablo flamenco, antología de cantes, que ha sido reeditado, además de su obra fundamental: “Historia del flamenco”


Durante la guerra civil española se alista en un batallón de la CNT y crea una compañía que actúa para los soldados republicanos que están en el frente. Años después escribiría la letra de la copla “El emigrante” como homenaje a los exiliados españoles que perdieron la guerra. La canción en principio se iba a titular “El exiliado” , pero por precaución Valderrama la llamó “El emigrante”.


Hay una anécdota con respecto a esta copla. En una de las fiestas privadas de Franco le pidió a Valderrama que le cantara la copla. Él temeroso la cantó y pensó que ya iba a tener problemas pero Franco le dijo que le gustaba mucho, y que era una copla muy patriótica.


Valderrama escribe sus propias letras y triunfa en la copla. Hay una cuestión también económica. Él veía que cantando canción copla se ganaba tres veces más que con el flamenco. Fue entonces, cuando el sector más purista del flamenco le criticó, como por ejemplo Mairena que había establecido el canon estético-cultural de lo que debía concebirse como flamenco.


Valderrama asume las criticas, dice literalmente que una figura tiene que tener un 75% de seguidores y un 25% de críticos; de lo contrario no sería un artista.


Montó su propia Compañía y contrató a grandes figuras de la época como Fosforito y también a cantaores que empezaban por aquella época, como Carmen Linares, o un jovencísimo Camarón, (fue el primero en contratarlo) a los que apoyó musical y económicamente.


Le gustaba como empresario poner nombres artísticos. A Carmen Linares se lo puso él. La contrató para hacer una gira por el sur de Francia y le dijo que no sonaba bien lo de Carmen Pacheco. Así que le puso Carmen Linares por ser de allí. A su mujer, Dolores Caballero, le puso Dolores Abril. Y a él le querían poner “El niño de la perla fina” a lo que él se negó diciendo que ya había por entonces demasiados flamencos llamados “niños” y que él se iba a quedar con Juan Valderrama.


Le concedieron la Medalla de Andalucía y la Medalla de oro de las Bellas Artes. Sin embargo, para Valderrama su mejor premio fue el homenaje que le hicieron en el año 1994 en las Ventas de Madrid. 24 de junio, día de San Juan 1994. Fue la noche más grande de su vida artística. Fueron todos sus compañeros, el mundo del flamenco por completo, José Mercé, Lola Flores, Menesse, La Jurado y otros muchos del cine y la música en general, Serrat, Carlos Cano, José Sacristán.


Hay que recordar la relación importantísima entre Valderrama y el festival del Cante de las minas del que el cantaor fue impulsor. Valderrama cantaba en las fiestas patronales de la Union (año 61) cuando le pidieron sus coplas más famosas, a lo que él se negó a cantar y dijo que debían reivindicar sus propios cantes, los cantes mineros. Fue entonces cuando se planteó la creación del festival.


Las grabaciones del recital de Valderrama del año 2000 en el Cante de las Minas es una lección de maestría pues muestran a un cantaor en plenas facultades, cuando Valderrama ya contaba con 84 años. Años después se le hizo también un merecido homenaje por el centenario de su nacimiento. Una reivindicación de un cantaor básico en la historia del flamenco.


Termino con las palabras de Fosforito:

Juanito Valderrama era un hombre sabio, un cantaor muy completo y un adelantado a su tiempo.







domingo, 31 de marzo de 2024

LA ASOMBROSA TIENDA DE LA SEÑORA YEOM

 



La hipótesis principal de la novela es la de que hacer cosas buenas ocasiona beneficios no sólo a aquel o aquellos sujetos a quien van dirigidas las buenas acciones sino también a la persona que generosamente las hace. Ya lo dijo Sócrates en los diálogos de Platón. Conviene hacerlo por el bien del alma propia.


El caso es que compré la novela de casualidad, sin que nadie me la recomendase. Tiene mérito en un mercado libresco saturado de ofertas line y on line. Fui a la librería de mi pueblo y la vi allí expuesta, destacando entre otras muchos libros. La verdad, no puedo decir que sea una obra maestra, ni indispensable. Ciertamente, es para pasar el rato y poco más.


Dokgo es un indigente que vive en la estación del tren en Seúl. Está alcoholizado y ha perdido la memoria. No recuerda nada de su pasado. Un día ayuda a la señora Yeom frente a unos ladrones rescatando el monedero que le habían robado. Ésta, en agradecimiento lo contrata en su pequeña tienda de conveniencia abierta las 24 horas al día, hecho que mejora las vidas de los que están a su alrededor y la de él mismo.


Cuentan que la abuela de Bob Dylan le dijo cuando era joven que la felicidad no se encuentra en la meta después del camino, sino que el propio camino es la felicidad. Y también que debes ser amable con todas las personas de tu alrededor, porque todo el mundo está luchando una dura batalla.


A In-kyeong no le gustaba nada y, para colmo, la sección de alimentos frescos era aún más desoladora. Ni los Kimbaps ni los sándwiches eran de su gusto y solo quedaban dos bandejas de comida preparada, ambas con una selección muy poco apetecible.


sábado, 27 de enero de 2024

MAESTROS ANTIGUOS

 




Reger es un musicólogo y crítico de arte, que durante más de treinta años lleva acudiendo al Museo Kunsthistorisches para contemplar el mismo cuadro todos los días, “El hombre de la barba blanca” de Tintoretto. Con la ayuda inestimable del vigilante, un tipo singular, monótono y efectivo en su profesión, y que además es su amigo, Reger, puede sentarse en el mismo banco gris donde nadie le molesta, el sitio perfecto con la temperatura perfecta para pasar las mañanas y preparar sus artículos del periódico.


Todo hombre tiene necesidad de una costumbre así para sobrevivir, dijo. Y, aunque sea la más demencial de las costumbres, la necesito”.


Un día cita a un tal Atzbacher al museo, con la sorprendente idea de que lo acompañe al teatro a ver una comedia “El cántaro roto”. Una proposición que resulta insólita por la opinión que  tiene el protagonista de los escritores, a los que ve, en general, como simples mecanógrafos de su tontería abismal. Los escritores, según él, realizan una literatura sin pensamiento.


Aunque la acción en este libro es simple, pues casi nada sucede, sin embargo es un librito MUY RECOMENDABLE por varias causas, la singularidad narrativa propia de Bernhard con sus frases repetitivas, casi obsesivas, su mal humor tan disparatado y, a la vez, tan razonable que te hace reír, aún cuando esté hablando del asunto más serio, triste o escabroso.


Para el protagonista de “Maestros Antiguos” las grandes obras están sobrevaloradas, a poco que las contemplemos fijamente y durante un rato nos resultarán grotescas y aparecerá la caricatura... y cuanto más observemos las obras más ridículas nos (a)parecerán.


De los libros clásicos, a los que hay que hojearlos en alto grado pero no leerlos enteros, dice que sólo permanecerán ciertos pasajes, y por tanto, las obras filosóficas del pensamiento universal se reducirán a simples aforismos. Carga contra todos y contra Todo.


Al fin y al cabo, el mayor placer nos lo dan los fragmentos, lo mismo que en la vida, al fin y al cabo, sentimos el mayor placer si la consideramos como fragmento, y qué horrible nos resulta el todo y nos resulta, en el fondo, la perfección acabada”.


A Velázquez no puede verlo, tampoco al Greco, que dice que no sabía pintar manos y parecían trapos de cocina húmedos y sucios, ni a otros muchos tampoco, así por ejemplo Leonardo, Miguel Angel, Tiziano, no resistirían lo que el autor denomina la contemplación realmente crítica. Sin embargo Goya le parece más resistente.


Mire usted bastante tiempo un autorretrato de Rembrandt, cualquiera, y se le convertirá a la larga, con toda seguridad, en caricatura y se apartará de él. Lea a Kant con insistencia y con más insistencia aún y de pronto le dará un ataque de risa, dijo”.


Especial inquina muestra hacia el alemán Heidegger. Le sorprende que haya gente que haga tesis doctorales sobre el filósofo, y que además haga la tesis en serio. Sus partidarios son aquellos que confunden la filosofía con el arte culinario, y la entienden como algo refrito, asado o cocido. Así lo dice. La sinceridad del narrador se confunde, parece ser, con la sinceridad del autor Thomas Berhard.


Termino con el asunto de los viajes. Según un amigo mío, cuando le hablan de viajes contesta que para qué ir a ningún sitio si luego hay que volver, otro amigo dice no viajar a donde previamente no hayan ido los romanos y Reger, protagonista de este libro, dice sobre los viajes:


Tantos viajes absurdos hizo mi mujer antes de que me casara con ella […] ella tenía, como la mayoría de las mujeres hoy, la locura viajera, hoy aquí, mañana allá, ése es su lema y en el fondo no viven nada, no ven nada, ni traen a casa otra cosa que no sea el bolso vacio”.


Por lo que la conclusión del libro de Berhard es el siguiente aforismo:

“ Todo libro, aunque sea de Thomas Berhard, bien mirado durante un rato,

no es para tanto: no hay maestros”.




viernes, 5 de enero de 2024

El malogrado

 







Un hombre viaja hasta una ciudad austriaca para asistir al entierro de un amigo que se ha suicidado, que se ha suicidado. Durante el viaje recuerda su época de estudiante y la amistad que por entonces le unió a sus otros dos otros compañeros pianistas. A sus otros dos pianistas.


Un texto escrito a partir de las ilusiones perdidas. Ilusiones perdidas que completan el texto. Texto con el título “El malogrado” porque malograr a virtuosos es malograr lo que podía ser un bien social: dos grandes pianistas. Y por la culpa de la existencia de los genios. En este caso son genios del piano.


El estilo Thomas Bernhard es muy original. Un escritor con una prosa deslumbrante pero con muy mala baba. Mala baba para un mundo maligno. Tiene la particularidad de hacerte reír aún cuando esté sumido en una de sus habituales disquisiciones pesimistas y a pesar de sus muchas ráfagas antipáticas y amarga existencia de sus personajes.


Una prosa inusitada, atrayente, dicen, que a modo de una pieza musical, dicen, se repite como si se tratara de un estribillo, dicen. Frases reiterativas y obsesivas. Es como suele decirse… un escritor de culto. Culto, pero con mala follá: un escritor granadino aunque viviera en Torremolinos.


En “El malogrado” Thomas Bernhard reflexiona sobre la imposibilidad del artista cuando se enfrenta a la verdadera genialidad. Creemos entonces que el talento es lo único que importa y no somos capaces de vivir. La verdad no nos deja condiciones para la existencia. Es la vieja rivalidad o envidia maligna de Salieri contra Mozart.


Y ahora ya dicho de otra manera más prosaica, como decía mi amigo “C”: No importa lo bien que sepas hacer algo porque siempre hay alguien que te superará. Te supera no sólo en virtuosismo, sino en originalidad.


Como no he nacido para filósofo, me he convertido, de forma no totalmente inconsciente, tengo que decir, en aforístico, en uno de esos repulsivos participantes en la filosofía, de los que hay a millares, decía, pensé. Con ocurrencias muy pequeñas, aspirar a efectos muy grandes, y engañar a la humanidad, decía, pensé. En el fondo, no soy otra cosa que uno de esos aforísticos que son un peligro público […] Si no bebemos, nos morimos de sed, si no comemos, nos morimos de hambre, de esas sabidurías parten todos esos aforismos, a no ser que sean de Novalis, pero también Novalis dijo muchos disparates. Mirándolo bien, de los mayores proyectos filosóficos no nos queda más que un lamentable regusto aforístico.



A quien no sabe reír no hay que tomarlo en serio.