LA CONJURA

sábado, 18 de junio de 2022

Juan de Mairena

 





Juan de Mairena. Sentencias, donaires,

apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo 

(1936.)




¡Un hombre que escucha!...Todos mis respetos.






Al Juan de Mairena lo he ido leyendo en los ratos libres que he tenido en el trabajo. Se trata de una obra de carácter fragmentario, un conjunto de aforismos, reflexiones, sentencias que ya en su tiempo fueron publicadas en diversos periódicos por separado, y que Machado recopila en un sólo volumen editándose justo el mismo año en que comienza la guerra civil.


¡Perfecto para leer, poco a poco, en los descansos entre clase y clase! Así que termino el libro a la vez que finaliza el curso. Sin embargo, y como dice José Martínez Hernández en su obra “Antonio Machado, un pensador poético” después de una primera lectura más graciosa y divertida debería venir otra lectura más reflexiva, en torno a los temas que en ella se abordan, algo de lo que estoy totalmente de acuerdo.


Juan de Mairena es un heterónimo de Machado, profesor de Retórica y de Gimnasia (ahora Educación Física). En sus clases enseña a sus alumnos a reflexionar sobre el arte, la política, y la vida en general, con un tono grave, aunque humorístico, lleno de ironía y escepticismo.


En este conjunto de sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, es harto difícil resaltar alguno de sus párrafos, por la trascendencia de todos ellos; y todavía lo es más el subrayar algunos de ellos, cosa que también hago. En cualquier caso, yo lo he intentado.



Sobre la literatura, la poesía y el arte en general.


Quisiera yo—habla Mairena a sus alumnos—que entraseis en el mundo literario curados de ese snobismo para el cual sólo es nuevo el traje que lleva todavía la etiqueta del sastre, y es sólo un elegante quien así lo usa […] Mas no por esto he de aconsejaros el amor a la rutina, ni siquiera el respeto a la tradición estricta. Al contrario; no hay originalidad posible sin un poco de rebeldía contra el pasado”



Lo que hace angustiosa la lectura de algunas novelas, como en general la conversación de las mujeres, ¿EHHHHH? es la anécdota boba, el detalle insignificante, el documento crudo, horror de toda elaboración imaginativa, reflexiva, estética. Ese afán de contar cosas que ni siquiera son chismes de portería… ¿Demasiado bien lastradas para el naufragio, esas novela, en el mar del tiempo! Y menos mal si con ellas no se pierden en el olvido algunos aciertos de expresión, observaciones sutiles, reflexiones originales y profundas en que esas mismas novelas abundan. Un poco de retórica, tal como nosotros la entendemos, convendría a sus autores”.



De cada diez novedades que se intentan, más o menos flamantes, nueve suelen se tonterías; la décima y última, que no es tontería, resulta, a última hora, de muy escasa novedad “


Los grandes poetas son metafísicos fracasados. Los grandes filósofos son poetas que creen en la realidad de sus poemas”.



En nuestra literatura—decía Mairena—casi todo lo que no es folklore es pedantería. Con esta frase no pretendía Mairena degradar nuestra gloriosa literatura, como, seguramente, Xenius, cuando afirmaba: Todo lo que no es tradición es plagio, no pretendía degradar la tradición hasta ponerla al alcance de los tradicionalistas. Mairena entendía por folklore, en primer término, lo que la palabra más directamente significa: saber popular, lo que el pueblo sabe […] En segundo lugar, todo trabajo consciente y reflexivo sobre estos elementos, y su utilización más sabia y creadora”.


De cada diez novedades que se intentan, más o menos flamantes, nueve suelen ser tonterías; la décima y última, que no es tontería, resulta, a última hora, de muy escasa novedad”.


Si nos viéramos forzados a elegir un poeta, elegiríamos a Shakespeare, ese gigantesco creador de conciencias. Tal vez sea Shakespeare el caso único en que lo moderno parece superar a lo antiguo”.



En efecto, Juan de Mairena hubiera definido la poesía pura como aquella en que dialogan el hombre y su tiempo”


En toda época de decadencia los nuevos apedrean a los originales”.


La prosa, decía Juan de Mairena a sus alumnos de Literatura, no debe escribirse demasiado en serio. Cuando en ella se olvida el humor—bueno o malo—,se da en el ridículo de una oratoria extemporánea, o en esa que llaman prosa lírica, ¡tan empalagosa!...[…] una chispita de ironía nunca está de más”.


El paleto perfecto es el que nunca se asombra de nada; ni aun de su propia estupidez”.


Huid del preciosismo literario, que es el mayor enemigo de la originalidad. Pensad que escribís en una lengua madura, repleta de folklore, de saber popular, y que ése fue el barro santo de donde sacó Cervantes la creación literaria más original de todos los tiempos”.


Lo clásico en el tablado flamenco es el jaleador, que recuerda al coro de la tragedia antigua, al llenar los silencios de la copla y de la guitarra con su ¡Pobrecito! O su ¡Hay que quererla!. Pero es mucho más sobrio, y contrasta por lo piadoso y afectivo—este coro flamenco y reducido—, con aquel terrible y a veces superfluo jaleador del infortunio clásico”


Sobre los toros


Yo os confieso que nunca me han divertido. En realidad, no pueden divertirme, y yo sospecho que no divierten a nadie, porque constituyen un espectáculo demasiado serio para diversión”.


“—¡Conque el toro le ha roto a usted la clavícula, compadre!… (dijo el célebre picador Badila) —Lo que me ha roto a mí es todo el verano”.


Sobre el humor inglés


Para ser clown—decía mi maestro—hay que ser inglés, pertenecer a ese gran pueblo de humoristas que tan profundamente ha comprendido el inmortal proverbio del cómico latino: Nada humano es ajeno a mi, y menos que nada, la inagotable tontería del hombre. El clown la exhibe en sí mismo, la profesa como tonto de circo, con la seriedad y la alegría de los niños y de los santos. Cuando vemos y escuchamos un clown inglés nos explicamos la existencia de un Shakespeare, tan repleto de humanidad y bufonería. Leyendo a Corneille, a Racine, al mismo Molière, no comprendemos la existencia de un clown francés. Leyendo a Quevedo… Hablen los quevedistas, si los hay. Por mi parte—añadía Mairena—sólo me atreveré a decir que leyendo… a Cervantes me parece comprenderlo todo”.



Sobre Dios y el ser humano


De esta conciencia que tiene el hombre de ser ente sin conciencia del hombre brota la angustia humana. No es la Nada el origen de su angustia, como suponen modernos filósofos, sino la totalidad del ser que ignora al hombre”.


Que un hombre público que queda mal en público es mucho peor que una mujer pública que no queda bien en privado”.


“ — ¿Cree V. en Dios?

Quiero creer; no logro creer. A veces no quiero creer; a veces creo sin querer. Creo hoy; mañana dejo de creer. Dudo.

Pero Dios existe o no existe; hay que creer en Él o negarlo; no cabe dudarlo.

Eso es lo que V. cree”.










sábado, 4 de junio de 2022

CRÓNICAS A CONTRAPELO

 



Me pregunto—y creo que también Cristina Guirao en su magnífico librito de crónicas—  si viajar no se ha convertido ya en un ir de aquí para allá, de un aeropuerto a otro,  carente de sentido o de un sentido machista y neocolonialista, en una serie, en fin, de fluctuaciones cíclicas de masas turísticas a contrarreloj.

 

Si queremos una imagen para entenderlo: es la imagen de enormes cruceros navegando y contaminando casi por los mismísimos canales de Venecia.

 

“Crónicas a contrapelo”, en cambio, es la crítica a los “viajes de imágenes” a las ciudades del mundo que ha construido nuestra subjetividad. Tenemos que narrar la historia de los otros y de las otras ciudades para conocer nuestras identidades. Esa es una buena razón para leer este libro.

 

¿Qué sentido, me pregunto,  tiene cruzar un continente en uno de esos boeing transatlánticos e hipersónicos en los que unes tu vida a la vida del piloto que se dirige, por ejemplo, a una ciudad alemana teniendo que sobrevolar los picos de los Alpes? 

 

Mi amigo totanero C. dice que él no es turista sino viajero, y además, le molesta en extremo si le llaman “turista”, supongo que con esto quiere decir que no busca un viaje cualquiera sino una realidad ajena al turismo, lo que denomina: la experiencia del viajero. Cosa que querrá decir algo así como lo que afirma la autora en su libro: que sin una mirada histórica y crítica del viajero que llega a la ciudad, y al país que le acoge, es como no haber estado en esa ciudad, ni en  ese país.

 

Además otro amigo sevillano: Z., suele decir que él no hace turismo ni es viajero porque una vez que llegas a esa ciudad tan lejana tienes que volver aquí, y para volver siempre a tu pueblo de origen, ¿para qué ir? ¿Para qué molestarse si terminas siendo el mismo?

 

No ocurre así con  el librito de Cristina: te hace replantearte supuestas evidencias, machistas y clasistas, que, irremediablemente, y al reflexionar sobre ellas, te cambian, te hacen cambiar como persona y para mejor.

 

 

Entonces, podemos preguntarnos ¿existe una cara B en nuestros viajes, algo que no se pueda visitar en las ciudades, ni siquiera ver a primera vista de la imagen del Iphone o de la Nokia? Y sobre todo, como decía Z.: ¿Es necesario viajar teniendo en cuenta que irremediablemente hay que volver?

 

Nadie puede escapar de este mundo que te atrapa nada más nacer—decía Neruda—, y, además, para sentenciarlo con fundamento filosófico diré que en flamenco hay un martinete aplicable—por extensión— al turista, viajero o  flâneur :

 

¿De qué me sirve a mí

que mis amigos me saquen a pasear?

Si luego vuelvo a mi casa,

y vuelvo, de nuevo… a pensar.

 

 

 

Bueno, “Crónicas a contrapelo” trata un poco de eso y mucho más. A medio camino entre la crónica de viajes, el ensayo y el diario—así dice la contraportada—traza un recorrido analítico, concreto, de las ciudades más allá de lo que vemos, pasando del objeto a su representación sociológica, metafísica y antropológica, sin olvidar la crítica social y el feminismo. El mundo es complejo y nosotros frágiles. El mundo es plural en identidades.

 

Tampoco es que necesariamente haya que viajar como si se hiciera un documental de la dos, ni de ser un snob, o de charlar con los murcianos en Paris o Venecia, no;  se trata de recordar una ciudad evocando el espíritu del lugar y el tiempo. La esencia de la ciudad. La subjetividad construida socialmente del viajero y de la ciudad.

 

Y a veces, para comprender mejor una ciudad y su tiempo hay que partir de hechos intrascendentes o banales. Son el hilo, que tirando de él, te lleva al ovillo, o el hilo que, siguiéndolo, te permite salir del laberinto cavernoso a la luz de la verdad.

 

 

Recordar la intensidad de lo vivido en la ciudad que visitas, las personas con las que  te has encontrado o aquellas que te han acompañado al viaje, por ejemplo una amiga (MP) que te acompaña a Buenos Aires, la persona que amas, el atardecer, los sueños que allí tuviste y no el número o cantidad de monumentos o calles y plazas que se hayan visitado.

 

Dos anécdotas más al respecto de los monumentos que se visitan y fotografían de prisa y corriendo por los turistas: otra amiga, M.M. d R., se quejaba una y otra vez de los viajes de estudio en los que se pasaban horas y horas viendo "piedras viejas y sucias, con un calor tremendo", cuando se podía estar en piscinas y playas, mucho más agradablemente. Y el descubrimiento de mi maridito en un pueblecito alto de Suiza en el que los turistas guardaban cola para  fotografiarse delante de una enorme roca. La roca del eterno retorno de Nietzsche. “Lo único que retornaba eran ellos, los turistas”, dice mi maridito.

 

 

Puede haber tantos viajes como viajeros, así un mismo trayecto cuenta con diversidad de caminos y de historias, que amplían los márgenes de lo que aprendemos y de lo que vivimos.

 

Así, traza la autora un recorrido para perderse en los pasajes de París tal y como lo hiciera en su momento Walter Benjamin, la Nápoles pendenciera de Elena Ferrante, los inviernos de Venecia en las acuarelas del pintor inglés Turner,  el universo borgiano del Aleph en Buenos Aires,  La Siracusa de Platón: ¿está la auténtica filosofía de Platón en sus cartas de viajes?…y, en fin,  en todas esas ciudades se entrelazan temas, lugares e historias, pensamientos liberadores.

 

  

En París, por ejemplo, vemos a Walter Benjamin, exiliado, huyendo a causa de la ocupación nazi e intentando cruzar la frontera española por la zona de Portbou. Allí fue donde se suicidó ante la negativa de las autoridades españolas a dejarlo entrar por falta de documentación. El filósofo alemán llevaba siempre consigo el “Angelus Novus” un dibujo sobre papel de Paul Klee que representa a un ángel impulsado hacia el futuro pero con el rostro horrorizado por las ruinas del pasado.

 

Tuve un diálogo con mi maridito al ver dicha obra porque él también es pintor. Se me ocurrió decir que el ángel parecía una mezcla de ave con cabeza de tigretón, lo que le indignó bastante; además critiqué la interpretación que al respecto daba el filósofo alemán y judío, sobre el hecho de que el Ángel Novus contemplara las catástrofes del pasado, a lo que me contestó que mi pensamiento era inadmisible y del todo totalitario al no comprender la nueva visión de la historia que introducía W.B.

 




No debía de tener un buen día mi maridito porque luego, cuando destaqué del librito la frase: Efectivamente la historia de la humanidad no ha parado nunca, todo está en movimiento” me dijo que esa afirmación habría que relacionarla con el pensamiento de Parménides y Zenón, pues ellos, como ahora sostiene también el físico argentino Gustavo E. Romero,  tienen razón cuando afirman que el movimiento es una apariencia o engaño de nuestros sentidos. Y que, en realidad no hay ni movimientos ni viajes, ni nada.

 

Puedes estar equivocado, le dije, y él me contestó, que en todo caso estará equivocado el razonamiento deductivo, y que ya Einstein, más recientemente,  dijo que el espacio y el tiempo son prejuicios nuestros y demostró “deductivamente” que se pueden hacer viajes en el tiempo, al futuro, al pasado también (aunque no lo dijera Einstein) a través de los recientemente descubiertos agujeros de gusano o  negros; y que todo lo que parece movimiento es apariencia, pero no verdad. Todo es eterno, uno, inmóvil, sin origen ni fin, pero todo muy racional.

 

Por lo demás yo termino este libro con la sensación de que es un auténtico librito de viajes que ha ido adquiriendo alma a medida que lo iba leyendo, tal y como le ocurrió al propio cuaderno de notas de la autora, desgastado ya por la experiencia de los viajes.

 

“Este cuaderno, que está a dieciséis páginas de su final, va impregnado de vida en sus tapas. Es de color negro, rutero, burdamente cosido, de tapa flexible, con hojas que amarillean fácilmente. Dispuesto a sufrir inclemencias y estrecheces, se ha adaptado a todos mis bolsos, a mis manos frías o sudorosas, a los viajes y a los golpes”.

 

Como epílogo a esta reseña me parece interesante añadir las palabras que escribió, en privado, A.M.B. sobre “crónicas a contrapelo”

 

“Tu libro es un maravilloso libro pensado andando por las ciudades visibles del ser y estar humanos/as. Reflexivo/a y reivindicativo/a. Así, cuando escribes de Nápoles y hablas de los libros de Elena Ferrante, que tanto aprecia mi mujer, estás expresando, una vez más, que las ciudades de hoy en día son las novelas, los libros, las  crónicas de viaje, necesariamente escritas a contrapelo. Encuentro ecos de W. Benjamin, de Italo Calvino, y, por tanto, de  “Librerías” y “Barcelona. Libro de los pasajes” de nuestro común amigo Jorge Carrión, pero tú eres mucho más filosófica en tu cuaderno de viajes, vas al arjé de los viajes: escribir en ellos, en definitiva, es destejer y tejer quienes somos. ¿Ulises vs Penélope?.  Felicitaciones.”