LA CONJURA

miércoles, 4 de marzo de 2015

ELOGIO DE LA LOCURA O ENCOMIO DE LA ESTULTICIA.


ERASMO DE ROTTERDAM.



La idea fundamental del ensayo le vino a Erasmo de Rotterdam allá por el año 1511, durante un traslado de Italia a Inglaterra. Viajaba para ver a su amigo Tomás Moro (los grandes humanistas terminan por conocerse entre sí pues son pocos en cada época). Lo concibió a modo de divertimento y a fin de evitar hablillas rudas y vulgares mientras iba a caballo; pues la ocasión era poco propicia para meditaciones serias.

Objetivo del libro…

Utilizando la ironía, se da voz a la estulticia (necedad, insensatez,…) para hacer su propia defensa y reclamar sus méritos, presentándose ella como el origen de la felicidad, del éxito, y alegando para sí sus méritos en contraposición a la sabiduría, que nos aleja de la felicidad.
Y es que no hay nada más necio que la sabiduría inoportuna ni nada más imprudente que la prudencia descaminada.  “O bebe o vete”
Hay un guiño sofístico y retórico, un alarde de ingenio, queriendo demostrar que puede hilvanar una serie de argumentos para defender lo indefendible: que la insensatez es mucho mejor que la sabiduría.




El barco de los locos. El Bosco.

El mundo se desmorona…

En la transición entre la Edad Media y el Renacimiento está situado el Humanismo cristiano que preconizaba Erasmo de Rotterdam. En él pretendía aunar filología y fe; un movimiento reformador con  una religión de adultos, capaz de pensar, libre de tutelas asfixiantes, de ritos y  miedos. Ilustración cristiana, cosa que todavía está ausente.
Pero la obra estuvo en el índice de libros prohibidos por la Iglesia. En España, Menéndez y Pelayo leyó en serio “Elogio de la locura” y le pareció un libro blasfemo.


Comentando la obra…

La estulticia se vanagloria de los beneficios que reparte entre todo tipo de personas: reyes, eclesiásticos, vulgo, filósofos, poetas, teólogos.
Ha sido divertido leer este libro, qué digo divertido, divertidísimo. Lo recomiendo muy vivamente, como diría Desiderio Erasmo. Y uno llega a pensar y a reconocerse en los textos de un hombre que escribió lo siguiente hace más de quinientos años.

Imagino a Erasmo en  “El intermedio” con el Gran Wyoming.  Entrevistado y diciendo en serio lo siguiente:




Extracción de la piedra de la locura. El Bosco. Museo del Prado.

Lo que dice sobre los oradores:

“Pues éstos, según ya sabéis, cuando pronuncian un discurso que les ha costado treinta años elaborar, y que más de una vez incluso es ajeno, juran que lo han escrito, y aun que lo han dictado, en tres días, como por juego”
“Si les faltan palabras de lenguas extranjeras, arrancan de podridos pergaminos cuatro o cinco palabras anticuadas con las cuales derramen tinieblas sobre el lector, de suerte que los que las entiendan se complazcan más con ellas, y los que no, se admiren tanto más cuanto menos se enteren”

La Fortuna y la Sabiduría:

“La Fortuna ama a las personas poco sensatas, a los audaces, a los que se complacen en decir: “El dado está echado”. La sabiduría hace a las personas tímidas; por lo cual veis fácilmente a los sabios en la pobreza, en la estrechez y en la oscuridad, despreciados, desconocidos y olvidados. En tanto a los estultos afluye el dinero, tienen en las manos la gobernación del Estado, y, en fin, prosperan de todos modos”
A lo que EL Gran Wyoming diría “como ocurre en Totana y en Madrid, no ¡ ¿?


Jan Sanders van Hemessen. El cirujano. Museo del Prado.



Los gramáticos:

“Si logran desenterrar un cascote de piedra antigua con alguna mutilada inscripción, oh Júpiter, qué alegría, qué triunfo, qué encomios, como si hubiesen conquistado el África o tomado Babilonia”
“Pero no hay nada más divertido que ver a estos desdichados cuando se prodigan mutuas alabanzas y admiraciones y se rascan recíprocamente; pero si uno de ellos por descuido se equivoca en alguna palabreja y el otro, más listo, tiene la suerte de cazársela; ¡por Hércules, qué drama, qué pelea, qué de injurias y denuestos!... ”


Escritores y poetas…

“De idéntica calaña son los que corren tras la fama imperecedera publicando libros; todos ellos me deben mucho, y especialmente aquellos que emborronan papel con meras majaderías. Los que escriben doctamente para agradar a un corto número de eruditos, y que luego rechazarían para críticos suyos a Persio y Lelio, me parecen más dignos de lástima que felices, puesto que viven en continua tortura: añaden, modifican, quitan, vuelven a poner, rehacen, aclaran, aguardan nueve años, nunca se dan por satisfechos”

“Todo ello para la fútil recompensa de las alabanzas; alabanzas, además, de unos cuantos, pagadas a costa de tantas vigilias, del sueño, la más agradable de todas las cosas, y de fatigas, sudores y trabajos infinitos…”
“Por el contrario, el escritor que me pertenece (el estulto) es tanto más dichoso cuanto más disparata, porque sin lucubración alguna escribe todo lo que se le ocurre, todo lo que le viene  a los puntos de la pluma, o lo que sueña, sin más gasto que un poco de papel, y no ignora que cuan mayores tonterías escriba, más aplaudido será de la mayoría, es decir, por los ignorantes y por los necios”

“Pero quienes verdaderamente saben lo que hacen son los que dan a la  luz obras ajenas como propias y copiando hacen suya la gloria ganada por los demás con gran trabjao. Aunque saben que se les acusará de plagio algún día, mientras no llega se aprovechan”
“Vale la pena ver los aires que se dan cuando se sienten ensalzados por el vulgo; cuando la multitud les señala con el dedo diciendo: “Éste es aquel hombre tremendo”; cuando ven sus obras en las librerías y cuando en la portada de sus libros ponen títulos solemnes, muy a menudo extravagantes, que parecen de magia, y que, dioses inmortales, no son sino palabrería”
“Resulta chistoso sobremanera verlos alabarse unos a otros con epístolas, poesías y encomios, donde un tonto adula a otro tonto y un indocto replica a otro indocto”


Y lo más divertido: lo que dice de los filósofos:

“Los filósofos, cuya barba y capa los hace venerables, los cuales se tienen por los únicos sabios y al resto de los mortales consideran sombras errantes.

Con qué manso delirio construyen infinitos mundos, se entretienen en medir como a pulgadas y con un hilo el Sol, la Luna, las estrellas y los planetas; explican las causas del rayo, del viento, de los eclipses  y de todos los demás fenómenos inexplicables, sin ninguna vacilación, como si fuesen secretarios del artífice del mundo y hubiesen acabado de llegar del consejo de los dioses.

En tanto, la naturaleza se ríe en grande de ellos y de sus conjeturas, pues nada absolutamente saben con certeza, y buena prueba de ello son esas disputas inenarrables que sostienen acerca de cada uno de los asuntos.
Aunque nada sepan, creen saberlo todo y no se conocen a sí mismos, ni ven la fosa abierta a sus pies, ni la roca notoria, sea a las veces porque son cegatos y otras porque tienen la cabeza a pájaros. Ello no les impide afirmar que ven claras las ideas, los universales, las formas abstractas, las quididades (esencias), los primeros principios, las ecceidades (presencias), y conceptos tan sutiles, que el mismo Linceo no llegaría a percibir, según creo.

Desprecian al vulgo profano, porque ellos se sienten capaces de trazar triángulos, rectángulos, círculos y semejantes figuras geométricas superpuestas las unas a las otras y en forma laberíntica o rodeadas de letras puestas como en formación y repetidas en diversas filas, con cuyas tinieblas oscurecen a los indoctos. Entre estos filósofos se cuentan también los que anuncian lo por venir tras consultar los astros y prometen prodigios más que mágicos, y todavía tienen la suerte de encontrar a quienes lo creen”




Peter Brueghel el viejo. Manicomio donde se está extrayendo la piedra que causa la locura.