FRED VARGAS
El comisario Adamsberg se interesa por la
picadura mortal a tres ancianos de la araña Loxosceles
rufescens, popularmente conocida
como la reclusa. Al policía, obviamente, le parece demasiada
casualidad y empieza a investigar por su cuenta. Según se dice en la novela—y a mi entender la autora insiste demasiado en ello—se necesita gran cantidad de arañas y su correspondiente veneno para que
la dosis sea mortal. Nos queda claro.
Los ancianos que han muerto procedían todos
del mismo reformatorio, y habían sido miembros de una banda que abusaba cruelmente
de otros niños, por lo que el comisario empieza a sospechar que el caso puede deberse a una venganza largamente urdida en el tiempo.
Al contrario que otros lectores a quienes
les ha gustado esta novela negra, a mí se
me ha hecho pesada. Dice mi maridito que
según Espinosa, las causas explicativas de las cosas deben ser recientes para
ser eficientes.
No sé. El caso es que yo me he perdido entre nombres
de policías y personajes. También en la trama, que resulta artificiosa; en ocasiones cogida de alfileres. Para mí tiene
fallos y argumentos que no terminan de estar claros.
Adamsberg se cruzó con Froissy en el patio.—Me voy a andar, teniente.—Lo entiendo, comisario.—Las sacudidas al andar, al deambular, ponen en movimiento las micro burbujas gaseosas que se pasean por el cerebro. Se mueven, se cruzan, se entrechocan. Y, cuando uno busca pensamientos, es una de las cosas que hay que hacer.
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