LA CONJURA

viernes, 4 de octubre de 2024

LAS REGLAS DEL MIKADO


 




Comienza la novela Erri de Luca con un diálogo entre un anciano campista en un bosque solitario y una joven gitana que huye de su familia por no aceptar un matrimonio concertado. El diálogo es la forma más filosófica para superar supersticiones, lo dice Platón (y mi maridito).


La narración se presenta tan simple que al principio llega a parecer artificial y algo pretenciosa, un tanto surrealista, por la características de los personajes y su historia, la del viejo y una gitana con cuervo y oso incluido. Oigo a mi maridito decir desde el sofá: La filosofía siempre ha sido considerada así desde que Tales cayó en un pozo cuando contemplaba las estrellas y causó las risas de la esclava tracia.


Pero pronto De Luca empieza a dejar perlas en sus sentencias y sabios aforismos. El juego del Mikado es la metáfora para entender el juego de la vida misma. Coger palillos sin afectar al resto de la edificación construida hasta entonces, es decir, aprender a actuar, en la vida, poco a poco, sin llamar la atención y sin rozar a los demás (sin dañar o perjudicar a los demás, a los demás palillos ni a la estructura misma).


La gitanilla cree en el destino, en las señales, en el dios de las cosas; el viejo (que además es relojero) le basta una explicación más pequeña: ser un engranaje dentro de la máquina del mundo (un palillo más en el Mikado del mundo). Al fin y al cabo las personas son mecanismos biológicos dentro de un útero que hacen tic tac y que, a veces, hay que intentar ajustar y arreglar. Incluso lo hermoso, dice el viejo, requiere su propio mecanismo.


El viejo y la joven establecen una relación que durará toda la vida. Reflexionan sobre la vejez, la literatura, la guerra, en fin, de la vida que cambia a las personas.


Gracias a Giovanni Criscione y a su mujer, Dora Giurdanella, por recomendarme este libro.


Hay más magia en entenderse con un oso y un cuervo.

Hay magia en todo.



Reaccionó como los niños, que dan más importancia al juego que a la vida misma. […]

¿Qué guerra?

No lo sé. Una guerra. Que preguntas más raras haces. ¿Es que las guerras tienen nombre y apellidos? Los gitanos no hacen ninguna y las han vivido todas.



¿Qué tal es eso de ser viejo?

Es cuando te hablan y meten la palabra todavía. ¿Todavía trabaja usted? ¿Todavía sigue yendo a acampar, todavía hace esto y lo otro?



No hago distinciones de edad. Me llamas viejo, de acuerdo, pero vivo en la misma edad que tú, a pesar de todo, en tu misma época. Las generaciones no existen para mí. Mientras estemos vivos somos contemporáneos. Somos dos personas.



Al despertar doy las gracias, no sé a quién, pero tengo ganas de dar las gracias.



Como ocurre con quien escribe cuentos, el lector debe suspender la incredulidad. […] Evitar la agotadora desconfianza […] del mismo modo que dejo caer un libro que me suena falso por una trama demasiado estudiada o incongruente.



¿Cómo es ese mar adonde vamos?

Es una extensión de agua que no se puede beber, demasiado salada. Cambia de color según el cielo que tiene encima. A veces ambos son grises y no puede verse dónde termina uno y empieza otro.

Es rosa cuando sale el sol o cuando se pone.

Como los lagos y los ríos.

Pero no tiene fronteras, el mar rodea toda la tierra.



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