LA CONJURA

sábado, 22 de diciembre de 2012

Trascendentalismo y Pragmatismo

Emerson, Charles S. Peirce, William James, John Dewey, Richard Rorty, Gianni Vattimo




Ralph Waldo Emerson nació y vivió en Nueva Inglaterra. Fue amigo de intelectuales tan destacados como Henry Thoreau y Herman Melville. Llamó a su pensamiento trascendentalismo y en él se combinan influencias hegelianas con algunas que pueden remontarse hasta Spinoza. El trascendentalismo es una suerte de idealismo panteísta: la realidad está presidida por una fuerza superior de alcance cósmico, a la que podemos llamar superalma o sencillamente Dios.

El hombre debe encauzar su acción según el modelo ético que puede leer en la organización de la naturaleza que habita: lo mejor de su destino es vivir en armonía con esa Superalma que todo lo mueve, cuyos dictados puede conocer tanto por la reflexión filosófica como por la poesía.

El estilo literario de Emerson mezcla el ímpetu poético con la capacidad razonadora. Fue un decidido partidario de la abolición de la esclavitud y su obra inspiró en gran medida el pensamiento político de Abraham Lincoln.

La actitud filosófica de mayor arraigo en Estados Unidos a finales del siglo XIX y a lo largo del XX es la conocida con el nombre de pragmatismo. Así la llamó su iniciador, Charles Sanders Peirce. Un poco a la manera de Descartes, también Peirce se ocupó sobre todo de cómo hacer claras nuestras ideas. Pero no pretende partir de una duda universal, sino más bien de las dudas concretas y parciales que suscitan algunas de las ideas comúnmente aceptadas.

Lo que pensamos de las cosas es lo que podemos hacer con las cosas: nuestras creencias son guías para nuestras acciones y no meras contemplaciones objetivas y desinteresadas del mundo. Así qué las ciencias naturales pueden servirnos de modelo para salir de dudas. Lo que debemos considerar verdad no es un absoluto ajeno a nosotros y a nuestros propósitos, sino aquello que mejor sirve para inspirar acciones que los cumplan.

William James, catedrático de la universidad de Harvard en New York fue quien popularizó el pragmatismo. Se consideró defensor de un empirismo radical, pero distinto del empirismo clásico de Locke. Para Locke lo que verifica el conocimiento es lo que comprobamos que ha sucedido, mientras que para el americano lo que cuenta es la experiencia futura, lo que esperamos que ocurra.

Los empiristas son escépticos en materia religiosa, pero en cambio James encuentra en su empirismo argumentos a favor de las creencias de ese tipo. Si la experiencia religiosa nos ayuda a dar sentido a la vida y dignidad a nuestros comportamientos, tenemos derecho empírico a creer.

John Dewey, nacido en Burlington fue continuador del pragmatismo aunque él prefería llamarlo instrumentalismo. Para Dewey, el hombre y el mundo conforman una unidad de acción y es imposible que el hombre se relacione con el mundo de una manera desinteresada y sin verse envuelto en sus vicisitudes históricas o naturales.

Cada solución obtenida para los problemas que nos planteamos nunca es definitiva y siempre da paso a nuevos enigmas que debemos resolver en un proceso infinito y abierto. La actitud de Dewey es antidogmática, porque los dogmas paralizan la riqueza de la búsqueda humana. En esta línea Dewey concedió gran importancia al tema de la educación.

El pragmatismo se ha puesto de moda en el llamado pensamiento débil, que tiene en el americano Richard Rorty y en el italiano Gianni Vattimo sus principales representantes. Una de sus características es relativizar el concepto de verdad, siguiendo también a Nietzsche, sostienen que no hay hechos indiscutibles y objetivos, sino diversas interpretaciones de la realidad, válida cada una de ella según la tradición cultural en que se encuentra.

En el caso de Vattimo hay también un intento a lo William James de rescatar la piedad católica, entendida de una manera antidogmática, aplicando lo que el pragmatista americano llamó la voluntad de creer.

1 comentario :