LA CONJURA

martes, 26 de diciembre de 2017

PATRIA



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Patria es una novela sobre el conflicto vasco, cuyo argumento principal es la necesidad del perdón como forma de vida. Las víctimas necesitan perdonar para poder seguir viviendo. Así también los asesinos.

El autor, Fernando Aramburu, nos muestra el enfrentamiento desde su perspectiva más personal y cotidiana, al margen de la política. Un enfrentamiento que ha destrozado familias, arruinado vidas, y ha dejado una sociedad anquilosada por el miedo, silenciada, y que ha justificado, en nombre de la libertad,  los actos más bárbaros.
  
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La narración empieza el día en que ETA declara el cese de la lucha armada. Dos familias de signo político distinto, una de ellas abertzale, la otra, con un miembro asesinado por la banda terrorista ETA, se enfrentan a este acontecimiento, cada cual a su manera. Ambas familias han sido inseparables en otro tiempo: Bittori y Miren, Txato y Joxian, amigos íntimos desde la infancia, muy unidos en su adolescencia y juventud, y posteriormente en su matrimonio; sus hijos han formado pandilla, sus mujeres han sido íntimas desde niñas, ellos, deportistas, compañeros de mus... Sin embargo, en la actualidad, no mantienen ninguna relación ni contacto, ni siquiera se dirigen la palabra.

Txato, es un empresario vasco con una modesta flota de camiones, que paga el impuesto revolucionario de ETA. Hasta ahora ha pagado puntualmente, pero se le hace difícil cumplir cuando se le exige más dinero, lo que le supone un esfuerzo añadido y  dificultades económicas. El hombre intenta  llegar a un acuerdo, pide que le fragmenten la cuota, que se la aplacen o que se la reduzcan. Ante la imposibilidad de pagar, los vecinos le retiran el saludo y dejan de hablarle,  el miedo se instala en un pueblo donde los presos etarras son héroes, sus fotos cuelgan de la fachada del ayuntamiento o de la iglesia, se recauda dinero para su causa, y las víctimas, además de víctimas, son acosadas. Todo lo que no sea manifiestamente abertzale es sospechoso.

Al poco tiempo, Txato es asesinado.

La otra familia es la de Miren. Ella está casada con Joxian, un hombre apocado ante el fuerte carácter de su mujer. Cuando el hijo mayor, Joxe Mari,  ingresa en la ETA, Miren, sufre un proceso paralelo de fanatización, hasta tal punto, que lo que únicamente importa es una Euskal Herria libre, aunque para ello tenga que pasar por encima de la amistad, de la justicia o de la felicidad de sus otros hijos.

He leído algunas críticas negativas sobre el estilo de la novela. Argumentan que carece de calidad literaria. Yo no lo veo así. Lo cierto es que no es el típico novelón decimonónico, a pesar de sus casi setecientas páginas; sino que la narración intercala estilo directo, indirecto y frases sin terminar (a propósito)  y una estructura que, en mi opinión, refleja la atmósfera represiva y, lo que es peor, de autocensura existente en el país vasco. En un blog, por ejemplo, escribe un lector que sólo  leyó sesenta páginas y que a punto estuvo de vomitar. ¡Ah!  ¡Qué mala es la envidia!

Incluso, diría más... Como sostenía Fernando Fernán Gómez: “Ni siquiera es que los españoles seamos envidiosos; no, no, es que sentimos un enorme desprecio hacia el trabajo de los demás”

Habían aparecido pintadas en las paredes. Una de tantas: TXATO TXIBATO. Por la rima, supongo, pero el caso es difamar y meter miedo. Fulano hace un poco, mengano hace otro poco y, cuando ocurre la desgracia que han provocado entre todos, ninguno se siente responsable porque, total, yo sólo pinté, yo sólo revelé dónde vivía, yo sólo le dije unas palabras que igual ofenden, pero, oye, son sólo palabras, ruidos momentáneos en el aire.

--Pues como ocurren estas cosas. De sorpresa no le ha podido pillar. Ya se lo venían anunciando con pintadas.--¿Ha sido el que han matado por la tarde? No jodas.--Pues jodo. Se acabó el Txato. Es lo que tiene la guerra, que deja muertos.

Cagüen la puta, cagüendiós. No paraba de proferir palabrotas con cabeceos disgustados, negadores. Trató de cenar. No pudo. Le temblaba tanto la mano que era incapaz de sujetar la cuchara y esto a Minen la molestó.--Oye, ¿no te irás a poner triste?Cagüen la puta, etcétera. Y también:--Un vasco, uno del pueblo como tú y como yo. Hostia si dirías un policía, pero ¡el Txato! Yo no lo tengo por mala persona.--No se trata de buenas o malas personas. Está en juego la vida de un pueblo. ¿Somos abertzales o qué somos? Y no se te olvide que tienes un hijo en la lucha.

--Con la ama. Una tarde entra en mi cuarto a echarme en cara que yo estuviera en casa entretenido con libros mientras mi hermano se sacrificaba por Euskal Herria y la gente del pueblo había salido a la calle a protestar contra no me acuerdo qué. Y me soltó que si Joxe Mari se enteraba, se llevaría un disgusto muy grande. --¿Y tú que hiciste? --¿Qué iba a hacer? Cogí el paraguas y me fui a la manifestación a pegar cuatro gritos.








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