PAUL AUSTER
Mi maridito viene a casa con una bolsa de libros, colocándolos encima de la mesa del comedor que ya está de bote en bote, entre ellos 4321 de
Paul Auster. Eso me hace pensar que además de llamar al electricista y
comprarme un nuevo ventilador para el dormitorio he de comprar urgentemente un
par de estanterías.
Hojeo la novela que tiene nada menos que 920 páginas y
observo que lleva un librito adosado de apenas 40 cuyo título me llama la
atención ¿Por qué escribir? Elijo éste
último.
Bueno, pues son cinco mini relatos sobre coincidencias que
han resultado trascendentales en la vida de sus protagonistas. Como una
embarazada vio la película protagonizada por Audrey Hepburn “Historia de una
monja” entre dos partos; el hecho accidental de la rotura de un jarrón permite
que Auster salve la vida a su hija que cae por unas escaleras, un campamento de
verano y una tormenta con trágico final y un prisionero de guerra en un campo
alemán cuyo hijo, muchos años después, se enamora de la hija de unos de sus
guardianes.
Es en el último relato donde explica cómo se inicia el joven
escritor. Auster era un niño de ocho años que lo que más le importaba era el
béisbol y su equipo favorito el NY Giants. Un día fue con sus padres a un partido
y casualmente al salir se tropezaron con uno de sus ídolos Willie Mays, al que
el niño le pidió un autógrafo. Pero nadie alrededor suyo, ni él mismo, llevaban
un lápiz con el que poder firmar.
“– Lo siento, chaval-dijo-. Si no tienes lápiz, no puedo
firmarte un autógrafo.
Y salió del estadio perdiéndose en la noche.”
Así que el niño Auster adquirió
la costumbre de no salir de casa sin asegurarse de que llevaba un lápiz en el
bolsillo, porque lloró y lloró, también en el coche que lo regresaba a
casa, abatido, decepcionado e irritado con él mismo por no ser capaz de
controlar las lágrimas. No había sabido dar la talla.
Y llevar un lápiz implica ser escritor todos los días: “si llevas un lápiz en el bolsillo, hay
bastantes posibilidades de que algún día te sientas tentado a utilizarlo.”
Así Paul Auster lleva un lápiz (o un iPhone) siempre encima
dispuesto a utilizarlo para un autógrafo o una ficción.
Total, que parafraseando un refrán español, mi maridito, que se está intentando leer las casi mil páginas de su última novela, me dice que a Auster le gusta más escribir que a un tonto un lápiz.
Total, que parafraseando un refrán español, mi maridito, que se está intentando leer las casi mil páginas de su última novela, me dice que a Auster le gusta más escribir que a un tonto un lápiz.
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