Un thriller
psicológico, aceptable, aseaico, que, sin ser una cosa del
otro mundo, mantiene la tensión narrativa. ¡No es poco! Lo de “aseaico” es un dicho de los flamencos de CT,
los rampistas como mi maridico, cuando quieren calificar a los cantaores
correctos pero sin duende.
El argumento
es sencillo, como todos los argumentos: Una mujer que padece agorafobia
presencia por la ventana de su casa el
asesinato de su vecina de enfrente. El caso es que tras denunciarlo a la
policía resulta que la mujer a la que supone han asesinado, en realidad, está
vivita y coleando, por lo que nadie la cree. Encima, la protagonista está
alcoholizada y toma una medicación que podría producirle alucinaciones.
Así que se
encuentra sola, aislada en su casa de la que no puede salir (se supone un
ambiente claustrofóbico, aunque a mí no me lo parece en absoluto, teniendo en
cuenta que vive en un super chalet), haciendo fotos como James Stewart en "La ventana indiscreta". Anna Fox bebe, sobrevive a base de
pastillas, es cinéfila—el libro está repleto de múltiples referencias a películas,
sobre todo en blanco y negro— y su único contacto con el exterior son las redes
sociales, en concreto un foro de psicología (ella es psicóloga).
Muy a menudo
habla con su marido del que está divorciada y con su hija que vive con él.
Aunque el lector ya se lo ve venir… Y
estás todo el rato diciendo ¿Será que? ¿A que va a ser que…? Pues sí. Lo es. Un
cliché de novela negra.
La trama del
asesinato (que lo hubo, desde luego, y todos lo sabemos) está bien estructurada.
El autor se ha molestado en hacer algo creíble dentro de estos parámetros de
novela negra, o al menos lo hace creíble. Y hay tensión. Hasta que quieres
llegar al final, y saber.
Un libro entretenido. Todas las novelas negras o
policiacas lo son o deben serlo.
Lo he contemplado durante horas desde la ventana de mi dormitorio, he visto caer la nieve en gruesos copos, helar las aceras, tapizar los escalones de las entradas, formar altas pilas en las jardineras.
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