LA CONJURA

viernes, 3 de julio de 2020

EL TIRANO. SHAKESPEARE Y LA POLITICA





A través de la literatura de Shakespeare, —principalmente sus obras: la trilogía de Enrique VI, Ricardo III, Macbeth, El rey Lear, El cuento de invierno, o Julio César— y también con lo que el autor denomina en este ensayo de crítica literaria como ángulo oblicuo, se trata de analizar cómo es posible el ascenso y triunfo del Tirano por una cantidad de súbditos que aceptan ser engañados.


¿Por qué Ángulo Oblicuo? Según el autor consiste en eliminar los falsos supuestos y falsas creencias y así contemplar lo que se oculta detrás. Es necesario un distanciamiento estratégico, explicar lo que sucede en la Inglaterra del s. XVI  (reinado de Isabel I) a través del artificio de la ficción.


Para ello Shakespeare se inspira en los acontecimientos de la Gran Bretaña precristiana, en la Antigüedad Clásica, en la violenta Escocia del siglo XI, periodos  históricos libres de la fe cristiana o de la retórica monárquica, y los traslada a su época como forma de expresarse en código, más o menos velado y saltarse la censura.





El lector y espectador inteligente saben que dicha ficción que está viendo en el escenario proviene de la realidad en la que vive, que se le está enseñando la  realidad en la fábula, mediante la única forma—la ficción—con la que es posible burlar la censura  del  tirano.

La cuestión principal que explora “El Tirano”  es por qué la mendacidad, chabacanería o crueldad no sirven como un inconveniente definitivo para el fracaso del tirano,  sino que se convierten, por el contrario,  en un atractivo para encandilar a unos seguidores ardientes o al pueblo entero (muchas veces  la manifestación del pueblo no es la democracia,  sino el linchamiento al rebelde)

Las respuestas a esta cuestión, fundamental para la libertad humana, son varias según el grado de complicidad  con el tirano y no con la libertad.
Construye el crítico literario una serie de categorías abstractas de tipos humanos, aunque, al final todo depende de una conjunción fatal de la historia vital de los personajes (trasunto en la escena de los personajes reales). Vamos a verlo. Esa es la cuestión: “ser o no ser libre”




En el caso de los POLÍTICOS su propia naturaleza lo dice, son  gente deshonesta, para Shakespeare la palabra “político” es sinónimo de hipócrita.
Desconfían unos de otros, cada uno abriga la esperanza secreta de que sus mentiras y solo las suyas sean capaces de engañar a los demás, incluso al tirano.
Vamos que son más listos que los demás. Fingen que son virtuosos aunque no lo son, eso los hace sentir mejor; achacan a los demás sus propios defectos y además desean que todos los conjurados estén en el mismo barco sin que ninguno se desvíe o exprese la más mínima reserva.

No son hombres libres. No son.


Y luego están los CÓMPLICES.

Están los que son auténticamente engañados y dan crédito a las promesas y demostraciones de emoción del tirano.
También lo que se sienten atemorizados o impotentes ante la intimidación y la amenaza de violencia.
Otros, se dan perfecta cuenta de quién es el tirano, de que ha cometido tal o cual atrocidad, pero olvidan y son capaces de normalizar todo lo que no es normal.
Hay otro grupo además que está compuesto por los que no olvidan del todo que el tirano es un auténtico canalla, pero confían en que las cosas se arreglarán, seguirán su curso normal y al final habrá un conjunto de adultos influyentes en la sociedad que garantizarán que las promesas realizadas se vean cumplidas.
Y, por último, el grupo más siniestro lo forman quienes se convencen a sí mismos de que pueden sacar provecho de la ascensión del Tirano. Como casi todos los demás, se percatan de lo destructivo que es, pero confían estar un paso por delante de la oleada de maldad que se les viene encima y sacar provecho.

No son hombres libres. No son.

Hay otros factores que influyen en la formación de un tirano y que se recoge en la obra de Shakespeare, como son la fealdad física y moral, la locura, el orgullo, el clasismo, la falta de empatía, el desprecio o la autoridad de la madre o influencia de la esposa…Pero estas cuestiones “azarosas” y su influencia en la historia se aprecian cuando ya los hechos se han  consumado en la historia, como la “nariz de Cleopatra” y su transcendencia en la Historia de Roma.

Mientras queÉtienne de La Boétie, el amigo de Montaigne,  contempla un mundo en el que el dictador caería sencillamente por la negativa no violenta de la gente a cooperar con él, Shakespeare pensaba que el tirano siempre encontraría verdugos bien dispuestos a servirle, aunque, eso sí,  el carácter imprevisible de la vida colectiva imposibilitará que el tirano se mantenga en el tiempo, y terminaran por fracasar, derrotados por su propia maldad y por un espíritu de humanidad que puede ser reprimido, pero nunca desaparecerá por completo.

No importa la densa que sea la red tejida por el tirano, siempre hay alguien que logra escaparse de ella y ponerse a salvo.Escabullirse, escapar fuera del alcance del tirano, cruzar la frontera, unir fuerzas con otros desterrados y regresar con una tropa invasora. Esa es la estrategia básica, y no se trata solo de una argucia literaria: sirvió para los combatientes de la resistencia en la Alemania nazi, en la Francia de Vichy, y en muchos otros lugares.


Cervantes defiende el Estado Moderno frente a las creencias del Estado Medieval. El  autor del Quijote critica la religión, y se da perfectamente cuenta de quién es Homero Y DE SU SIGNIFICADO, un Homero que ficciona a los Dioses y los iguala a Ulises en el mito.
Shakespeare, por el contrario, escribe como si fuese un autor medieval, hablando de reyes, de sucesiones, traiciones…
Y Mientras Shakespeare se cuestiona quién soy, ¿Acaso soy un tirano? Cervantes, más moderno, se pregunta qué hacer para derrocar al tirano.
Mi maridito


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