LA CONJURA

martes, 27 de octubre de 2020

AMOR INTEMPESTIVO

 DE RAFEL REIG



Amor intempestivo” es una novela de autoficción, es decir, una autobiografía que tiene mucho de fantástica. El autor comienza su recorrido por su etapa universitaria, cuando era estudiante de literatura. Como todos los jóvenes, (y como el poema de Gil de Biedma también) tenía ínfulas de genialidad y la seguridad de que escribiría una obra maestra, sólo era cuestión de ponerse manos a la obra, pues un escritor no solo es teórico sino práctico, es decir, es un ingeniero que además de diseñar la novela la escribe, en este caso, a máquina.

Recuerda la amistad con aquellos compañeros recién salidos de la universidad, lo que querían ser y lo que llegaron a ser en la vida, las juergas, el whisky, las mujeres, su etapa en Estados Unidos, sus primeros escritos y sus primeras novelas y la lucha y esfuerzo para que fuesen publicadas.

La parte más entrañable es la que dedica a su familia, siempre pendientes de lo que escribía, y en especial la relación que describe con su madre y su padre. El título de la obra va dedicado a ellos, hace referencia a la época en que los dos estaban hospitalizados en distintas plantas del mismo hospital y quedaban en un sitio intermedio. Amor intempestivo le llamo el autor. Las situaciones límites ponen a funcionar la mente de un escritor y al amor también.



Al final del libro pesa sobre todo el convencimiento del autor, que no del lector, de que nunca hará una Obra Maestra.

Y es que los escritores se dividen en I) los que escriben obras maestras y lo saben. II) Los que escriben obras maestras y no son conscientes de ello. III) Los que nunca escriben ninguna maestra, lo sepan o no.


Lo que sí he logrado comprender es por qué no he podido escribir una obra maestra. No era una cuestión de una glándula, se trataba de un alma. Ahora sé que ya nunca escribiré esa O.M. que ya nadie espera de mí, ni siquiera en mi casa. Y aunque no sin melancolía puedo confesar que casi me alegro.”


Reig se pierde demasiado en sus conquistas y vaivenes amorosos, en relatar los saraos donde bebe alcohol, sus jaranas, y esa manía suya y de otros muchos de “follar” cuando en su generación (que es la generación de los nacidos en los sesenta) se decía “echar un polvo” y no follar. Porque follar era tirarse un pedo sin ruido y maloliente pero no realizar el acto sexual. De hecho, así también lo dice la RAE.

El libro se lee rápido, es entrañable, bien escrito; pero claro, como intuye o sabe el propio Reig, la novela no es una obra maestra. Pero Rafael Reig tiene los mimbres necesarios para escribir una gran obra. Una y las que hagan falta. Que escriba lo que le apetezca realmente con la pasión que lo caracteriza y se deje de modas. Entonces llegará la OM. Las musas visitan al escritor cuando menos lo espera y no es para follar.





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