ERNEST HEMINGWAY
Me gusta tener siempre a mano un buen libro de cuentos. Se
leen rápidos, te desintoxican de lecturas anteriores, y sirven de transición
para otras futuras. Ahora que vengo precisamente de una boda, es como un
sorbete de limón entre el primer y segundo plato. Aunque, claro, puede ocurrir que
te guste más el sorbete que el plato principal, como me ocurre a mí muchas veces. (No consta que a Hemingway le gustara el sorbete, a no ser que fuese sorbete de Whisky)
Y es que escribir cuentos no es nada fácil. La historia que
se narra, los términos, las palabras empleadas, absolutamente todo, ha de ser
exacto y milimétrico, condensado, pura esencia, sin margen para divagaciones y
al servicio de una idea principal, con un tiempo y ritmo limitados.
Empiezo con el prólogo del libro y me parece extraordinario,
tanto que miro quien lo ha escrito, y resulta ser nada más y nada menos que
Gabriel García Márquez.
Cuenta Gabo en el prólogo que en la primavera del 1957,
cuando él era periodista en París, vio a Hemingway pasear por el bulevar Saint
Michel. Sin atreverse a pararlo le gritó desde lejos “Maestro” y él se volvió con la mano en alto y en español le
contestó “Adioooós amigo”.
Toda la obra de Hemingway—continúa Gabriel García
Márquez—demuestra que su aliento era genial, pero de corta duración. Y es
comprensible. Una tensión interna como la suya, sometida a un dominio técnico
tan severo, es insostenible dentro del ámbito vasto y azaroso de una novela.
Sus cuentos son precisos, sin adornos. A pesar de su aparente sencillez es necesario hallar
el fondo, y entender su complejidad. Como decía Hemingway: “La escritura literaria—como el iceberg—solo
tiene validez si está sustentada debajo del agua por los siete octavos de su
volumen”
En el cuento “El fin de algo” se produce
una de las rupturas más cortas y sin embargo, más tristes que yo haya leído
nunca. Nick aprovecha un día de pesca para romper con su novia Marjorie. Ella
le pregunta “¿Qué te pasa de verdad?” Y
él sólo le contesta: “Ya no es divertido”. Nick le miraba la espalda. “¿El amor
ya no es divertido?”—le dice Marjorie. “No”—dijo Nick. Marjorie se levantó.
Nick se quedó sentado con la cabeza entre las manos.
Aunque el cuento no lo dice expresamente, el lector sabe que la
ruptura de Nick era planeada, que Marjorie estaba enamorada de él, y él de ella
y que todo fue un dejarse llevar por la corriente, un prurito de hombría ante
su amigo Bill.
Para volver en otro cuento “El vendaval de tres días” con lo siguiente:
Ahora que estaban
fuera, la cuestión de Marge no parecía tan trágica. Ni siquiera era muy
importante. El viento lo disipaba todo.
En el cuento “Gato bajo la lluvia” es según García Márquez donde
se aprecia lo más característico de su obra, donde mejor se condensan sus
virtudes. Una mujer salva a un gatito que se resguarda bajo una mesa un día de
lluvia. Pero la mujer quiere el gato,
porque es lo más parecido que le recuerda y representa a un hogar.
En “las nieves del Kilimanjaro” el protagonista, Harry, está herido en la selva esperando una avioneta para
trasladarlo al hospital. Pero la avioneta tarda en llegar y la gangrena hace
suponer que el fin está cerca. Harry, en sus últimas horas, reflexiona sobre el
tiempo perdido, en todo aquello que vio, y que presenció pero nunca escribió y
que ya con su inminente muerte nunca escribirá. Es el cuento más famoso y
también el que más me ha impactado, precisamente por todo aquello que no dice,
y que el lector intuye.
La naturaleza, el bosque, el whisky
con soda, la pesca, la guerra, los toros, Paris, Italia y España, las mujeres y
la literatura, el amor y la muerte, y como no, LA AVENTURA, son los temas de sus cuentos. Son los
temas de su vida real. Son cuentos realistas, pero sin fantasías. ¿O de tan
reales son fantásticos?
En una entrevista que le hizo el periodista George Plimpton
enseñó—en contra del concepto romántico de la creación—que la comodidad
económica y la buena salud son convenientes para escribir, que una de las
dificultades mayores es la de organizar bien las palabras, que es bueno releer
lo propios libros cuando cuesta trabajo escribir para recordar que siempre fue
difícil , que se puede escribir en cualquier parte siempre que no haya visitas
ni teléfono, y que no es cierto que el periodismo acabe con el escritor, sino
todo lo contrario.
Y como termino esta
reseña el día siete de Julio.
¡VIVA SAN FERMÍN!
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