DE
JUAN DE DIOS GARCÍA
JUAN DE DIOS GARCÍA
Cuando leo poesía intuyo más que
entiendo porque el poema vive y evoluciona en el alma del lector, también en
las del propio autor, en toda la extensión de la conciencia.
¿Por qué matar la mariposa
escondida dentro de su cabeza? ¿Por qué Ártico?
Juan de Dios García es un poeta
cartagenero, oriundo de Almería, con cierto aire al actor Matthew Rhys, y al
que he visto en dos ocasiones. La primera, en la presentación de su libro de
poemas, y después en un recital de poesía en la Casa del libro de Cartagena,
con su mujer Zoraida. Por lo que he conocido de él y por lo que he leído, es un autor que
desprende generosidad y verdad.
Eso se nota. Y es para nota.
Seguir leyendo, seguir viviendo, anteponiendo la “parte” al “todo”, dice Juan de Dios en uno de
sus poemas iniciales “Este es el plan”.
¡Y qué buen plan! ¡Yo me apunto!: Escapar antes de que la realidad nos detenga
y nos pudra.
Un gran poema central, para mí uno de los mejores. Se
titula: “TRAICIONADO”. No puedo evitar emocionarme al leerlo y pensar egoistamente en
algunos versos: ¡Cómo no se me ocurrió a mí antes decir esto o aquello!
En la soledad nadie
puede herirme.
La noche estira el frío hasta
esta cala.
Tengo puesto el abrigo con el
que enterré a padre
Y gritan las gaviotas
en la oscuridad del acantilado.
La soledad pegada a los zapatos.
Las olas suicidándose
ante la indiferencia del
escollo.
Territorio fantasma, geografía
perdida.
Los sueños no aparecen en los
mapas.
La vida no es más que una
comedia de argumentos
excelentes,
hotel del fin del mundo
en mitad de una calle con vistas
al pasado.
La cocaína amarga, como yo.
¿Quién estará pensando en este
mismo
instante, al otro lado del
planeta,
en esta soledad?
Simplemente se trata de cerrar
puertas, abrir ventanas. No es
la vida
una ciencia precisa.
Estoy hablando solo.
Un pueblo primitivo bautizó
el llanto como “lluvia de los
tristes”
¿A quién le importarán estas
metáforas?
El mar me exige. Escucho
cómo escupen las olas cuando
saltan,
la playa reordenando sus arenas,
cómo está diluviando en esta
estrofa.
Sin cadáver no hay literatura.
Una bala de plata: pentagrama de
luto.
Qué triste, qué real, me recuerda
el cuadro de “El caminante sobre el mar de nubes”.
Dice mi maridito, cuando le
enseño la poesía, que es filosófica. La califica como existencial, global,
familiar y naturalista. Eso dice, mientras recoge los platos en el
lavavajillas, pues acabamos de comer y yo estoy sentada al ordenador (tenemos
uno en la cocina). Y luego me habla sobre el poema de Juan de Dios y el cuadro
de Friedrich, y me dice algo precioso, romántico, que transcribo a
continuación:
El infinito y el hombre ante el
infinito, es básicamente triste, real, concepto
que caracterizará a Occidente y que ya
tuvo su ocaso, y su recuerdo es lo que
escribimos hoy en día.
Ese es el cadáver, esa es la
literatura.
Juan de Dios me recuerda a otro gran poeta
amigo mío: Antonio García Soler. Los dos proceden de Almería, los dos con
poemas al padre perdido; a uno conozco bastante, al otro poco, pero a los dos
admiro.
Dice la madre de Juan de Dios:
Venimos
de la nada
y a
la nada llegamos,
eso
dijo mi madre en el entierro.
Y dice la tía de Antonio García
Soler:
Si to es na, nene, na
Y para terminar y siguiendo en la línea de Mariplatónica, pongo la música que, acertadamente o no, me
inspiran estos poemas: Cavallería Rusticana. Intermezzo. Ahí va.
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