LA CONJURA

martes, 22 de diciembre de 2015

Las obras infames de Pancho Marambio

De Bryce Echenique



Desde mi época de estudiante, Alfredo Bryce Echenique es uno de mis autores preferidos. Y  eso no va a cambiar, ni tan siquiera ahora, cuando leo otras obras suyas apenas comparables en calidad a “La vida exagerada de Martin Romaña” o “Un mundo para Julius”…etc., como es el caso de esta novela.
El universo de Bryce Echenique, es recurrente, todito recurrente, que diría él: la ciudad de Paris o la de Barcelona, Italia, sus viajes por Europa, su familia de rancio abolengo en el viejo Perú y sus compatriotas limeños a los que debe hospitalidad, la literatura, el alcohol…, un universo que se muestra una y otra vez, en toditos sus libros, en toditas sus novelas… ¡en fin! su genial y barroca espontaniedad, en toditos sus cuentitos. 




A Alfredo hay que quererlo porque sí y porque ya lo dice él: “yo escribo para que me quieran”, aunque un amigo mío me dijo al respecto: “No funciona”. Pero yo creo que sí funciona, al menos conmigo  y también con mi maridito (él también se apunta desde la cocina, donde se toma una infusión extraña para el resfriado)

Bienvenido Salvador Buenaventura es un educado, excelente y distinguido abogado perteneciente a una importante familia limeña, cuya maldición familiar consiste en un alcoholismo congénito y hereditario entre sus miembros. Nadie se libra de semejante maldición que se transmite en la familia por generaciones,  hermano tras hermano todos caen en el alcoholismo, hombres y mujeres. Todos, salvo Bienvenido Salvador Buenaventura, que es la gran excepción a la regla.

Pero nuestro protagonista decide jubilarse y con el patrimonio que ha ganado y el heredado,  irse a vivir a Barcelona. Allí compra un pisito, en la calle Provenza, al que debe hacerle unas reformas. Y para ello, contrata nada más y nada menos que a Pancho Marambio, craso error, el mayor estafador y charlatán del mundo. El inefable Pancho lo saquea vilmente, aumenta presupuestos, utiliza materiales de pésima calidad… Así con Pancho Marambio, Bienvenido comienza a beber y a cumplir con su fatal destino.

Y había también otro operario, de inconfundible aspecto magrebí e imposible acento analfabeto, al que Pancho le dijo un día que le debía unos quinientos euros, o sea, unos quinientos euros por tercera o cuarta vez consecutiva. Bienvenido ya no escuchó, ya ni observó, y tampoco miró ya a nadie de arriba abajo. Hacía tiempo que simple y llanamente lo aceptaba todo.
—Pues dime su nombre, para hacerle un cheque nominal. —se limitó a decir aquella enésima vez.
— ¿Su nombre? Pues mira, su nombre es una serie de sonidos cuyo resultado es Rafael. Con eso basta y sobra.

El whisky con sus cubos de hielo perfectos en un vaso de cristal tallado, de cristal tallado de roca…

Y  me recuerda Bryce Echenique, porque los cita en esta novela y en otras y porque lo tengo pendiente, que he de leer a Juan Rulfo y a Julio Ramón Ribeyro.




No hay comentarios :

Publicar un comentario