He leído en la red el siguiente fragmento del libro del desasosiego.
"He entrado en la barbería como de costumbre, con el placer que me da poder entrar fácilmente sin inhibición en las casas conocidas. Mi sensibilidad ante lo nuevo es angustiante: sólo estoy tranquilo donde ya he estado.
Al sentarme en la butaca he preguntado,
porque me ha venido a la cabeza de casualidad, al mozo que me estaba poniendo
al cuello un paño de lino fresco y limpio, cómo estaba su compañero de la
butaca de la derecha, más viejo e ingenioso, que estaba enfermo. Se lo he
preguntado sin que me pesara la necesidad de preguntárselo: se me ocurrió
motivado por el sitio y el recuerdo. «Murió ayer», ha respondido la voz sin
tono que estaba detrás del paño y de mí, y cuyos dedos se levantaban del último
ajuste en la nuca, entre el cuello de la camisa y yo mismo. Todo mi buen humor
irracional ha muerto de repente, como el barbero eternamente ausente de la
butaca de al lado. El frío ha inundado todo cuanto pienso. No he dicho nada.
¡Nostalgia! La siento incluso de aquello que
no ha sido nada para mí, debido a la angustia por la fuga del tiempo y a la
enfermedad del misterio de la vida. Si dejo de ver las caras que veía
habitualmente por mis calles de costumbre, me entristezco; y no han
representado nada para mí, a no ser el símbolo de toda vida.
¿Aquel viejo insignificante de las
polainas sucias, que se cruzaba frecuentemente conmigo a las nueve y media de
la mañana? ¿El vendedor de lotería cojo que me molestaba inútilmente? ¿El
vejete redondo y colorado con su puro a la puerta del estanco? ¿El dueño pálido
del estanco? ¿Qué ha sido de todos ellos, que por haberlos visto una y otra
vez, han formado parte de mi vida? También yo desapareceré de la Rua da Prata,
de la Rua dos Douradores, de la Rua dos Fanqueiros. También yo –el alma que
siente y piensa, el universo que soy–, sí, también yo seré mañana el que ha
dejado de pasar por estas calles, el que otros evocarán vagamente con un «¿qué
habrá sido de él». Y todo cuanto hago, todo cuanto siento, todo cuanto vivo, no
será más que un transeúnte menos en la cotidianidad de las calles de una ciudad
cualquiera."
Casi es pecado decir algo ante una reseña tan contundente, salvo que me ha encantado. Shhhhh!
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