Novela romántica de posguerra española. Tengo que reconocer que el título se las trae, que echa pa trás, como si una solterona fuese poco menos que un bicho raro, (era la época, supongo). A todo esto la solterona protagonista del libro tiene treinta y dos años. Y es que la palabra “solterona” es fea de narices, despectiva, hasta cruel.
Sin embargo, hoy en día se llenan los escaparates de las librerías con novelas de mujeres románticas sobre lo absurdo de la existencia romántica. No sé lo que es peor.
¡Una solterona de 32 años! ¡Virgen Santa! Ja ja... (Mi maridito confirma desde su sofá que hasta hace cuarenta años superar poco más de los 18 años en una joven y no estar casada era una tragedia sólo remediable con el convento).
¿Y qué hago yo leyendo semejante novela ahora? Pues porque me gusta. Así, como lo oyen. Yo, de muy niña , leía estas novelitas. ¡Qué se le va a hacer!
El caso es que hace poco visitamos a unos amigos en Salamanca y me llevaron a una de esas librerías de lance, muy organizada, con las estanterías perfectamente informatizadas por materias, muy limpito todo (nada de montoneras de libros con ácaros), de las mejores que he visto, y donde te puedes encontrar alguna que otra joyita que la gente desecha sin ningún miramiento. Antonio, por ejemplo, compró un libro desclasificado de Salvador de Madariaga, que coincidía con el que había llevado para regalárselo a Eduardo, amigo, gran liberal español también. Pueden verla aquí, se llama Re-Read.
No digo yo que “Imposible para una solterona” sea un canónico, no no..., pero sí que es verdad que ya no se edita a La Linares. Y allí estaba, esperándome. Así que le dije a mi maridito que me lo comprara. Bueno, la verdad es que se ofreció él a comprarmelo antes de que yo le dijera nada, pues es muy romántico.
No es el mejor libro que he leído de ella, pero la Linares posee todavía la capacidad de envolver y mantener la ilusión en la historia que nos cuenta. Lo que más me gusta de sus libros no es su faceta amorosa sino el sentido de aventura que tienen cada una de sus heroínas, y que se ha mantenido fresco e intacto a través del tiempo, y todo ello, aunque el relato sea rancio, tradicional en exceso. Me lo he leído en un plis plas, a la vez que paseaba, entre prados y vacas, por los alrededores bucólicos de la casa de mis amigos, en Salamanca. He aquí unas fotos que hice.
Bueno, pues la Linares nos cuenta la historia de Gina (Regina) que trabaja como secretaria en una empresa, algo gordita, blanco de las burlas de sus compañeros de trabajo y cuya vida anodina la hace comer, comer y engordar, sin amigos, sin novio ni perspectivas. Se enamora de un joven médico nutricionista al que saluda todas las mañanas por la ventana de la oficina con la esperanza de que se fije en ella y, además, tiene un jefe, soltero y sin compromiso, aunque algo serio e inaccesible. ¿Con quién se quedará? ahhhhhh…….No diré el final.
De la vida de Luisa María Linares conozco poca cosa, tan sólo que se casó muy jovencita con un oficial de la marina que, poco tiempo después, fue ejecutado a bordo de un destructor. Para poder sacar a sus hijas adelante tuvo que dedicarse a la literatura, escribiendo más de treinta novelas.
Intuyo que la vida de Luisa María Linares sí que daría para un novelón.
Quisiera saber por qué los seres humanos tenemos ese estúpido interés en contemplarnos, de exigir al cuerpo unos cánones imposibles.
En los instantes de pesimismo pienso que, como nos encontramos tan horribles por dentro, necesitamos convencernos de que al menos por fuera no se nos nota.
— ¿Píldoras contra la angustia…? — Parece que hoy día todo el mundo siente angustia vital. Temor a la vida. Terrores nocturnos. Emotividad excesiva. Indecisión de espíritu. Todo esto se puede curar si uno se lo propone. Ansiolíticos.
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