LA CONJURA

viernes, 29 de julio de 2022

MI FAMILIA Y OTROS ANIMALES


 



El autor de "Mi familia y otros animales", Gerald Durrell, zoólogo, naturalista, presentador de TV, y escritor, es el benjamín de la familia Durrell. Esta es la historia de la excéntrica familia que decide, a mediados de los años treinta, trasladarse a vivir a la isla griega de Corfú huyendo de la plomiza Inglaterra. El hermano mayor Larry, que con veintitrés años intenta ser escritor (El cuarteto de Alejandría), Leslie, diecinueve, obsesionado con la caza y con su inseparable escopeta, Margo, la chica, con dieciocho, busca, a la vez, broncearse y un novio, y finalmente, el personaje principal, la madre de todos ellos, Luisa, el verdadero papel de honor de toda esta historia. Una historia de amor de Luisa a sus hijos, y a la vida en Corfú.


El libro, combina con humor y alegría, el retrato de su familia con el de los animales que Gerry estudia y hospeda en su propia casa: perros, tortugas, culebras, gaviotas, urracas, arañas, salamandras…, mezclados, conviviendo unos con otros. El protagonista es feliz en plena naturaleza, rehuyendo la educación clásica que pretende darle su preceptor a instancias de su madre, entre libros y formulas matemáticas, lengua francesa o aburridos episodios históricos. Ya, en su edad adulta, creará el concepto de zoo moderno en el que los animales son tratados con dignidad y bienestar.


Vivir en Corfú era como vivir en medio de la más desaforada y disparatada ópera cómica” Y es que además debemos incluir a otros fascinantes personajes como son Theodore Stephanides, naturalista y amigo de Gerry, que establecen una relación de colegas, el chófer Spiro, un hombre esencial en el día a día de la familia y en la vida de la madre viuda, Luisa, o la lugareña y servicial Lugaretzia, siempre hipocondríaca, y que más que una asistente doméstica bien parecía un espectro surgido de las profundidades del mar.



En resumen, un libro que es pura poesía y que transmite en todo momento la atmósfera y el encanto de Corfú, una ciudad idealizada en Inglaterra como ciudad griega y de turismo en el Mediterráneo. Una historia de amor a los animales, incluida  la propia familia.


Durante toda la primavera y principios del verano, mientras yo estudiaba el cortejo de las tortugas, discurrió por la villa un desfile aparentemente interminable de amigos de Larry. Apenas acabábamos de despedir a una tanda y exhalábamos un suspiro de alivio cuando arribaba otro barco, la larga hilera de taxis y coches de punto subía la cuesta con ruido de cascos y bocinas, y de nuevo se nos llenaba la casa. Algunas veces la nueva remesa de invitados aparecía antes de que hubiésemos podido deshacernos del lote anterior, y entonces el caos era indescriptible: casa y jardín rebosaban de poetas, novelistas, artistas y dramaturgos que discutían, pintaban, bebían, tecleaban y componían. Lejos de ser la gente normal y encantadora que prometiera Larry, resultaron ser un manojo de excéntricos tan intelectuales que les era difícil entenderse los unos con los otros.


Subida a una colina entre olivos, la nueva villa, blanca como la nieve, tenía por todo uno de sus lados una ancha terraza enmarcada por gruesa cornisa de parra. Delante había un jardincito de bolsillo bien tapiado, densa maraña de flores silvestres, sombreado por el lustroso follaje verde oscuro de un gran magnolio. El camino de tierra, surcado de baches, rodeaba la casa para bajar después entre olivares, viñedos y huertos hasta desembocar en la carretera. Apenas la vimos guiados por Spiro, la villa nos gustó. Decrépita pero inmensamente elegante entre los retorcidos olivos, su aspecto era el de una beldad dieciochesca en medio de un corro de fregonas.




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