Este libro me lo regaló entusiasmada mi amiga Mariplatónica hace ya un tiempo. Lo hizo con mucha ilusión porque el autor es un joven conocido suyo. Los libros los leemos inmediatamente, nada más tenerlos, pero otras veces, los más, esperan aletargados su turno atendiendo a criterios de selección aleatorios, como es el caso de esta novela.
Iria, la personaje principal de la novela, ha tenido una infancia traumática por lo que guarda un terrible secreto familiar del que son partícipes sus amigos de la infancia Quiroga y Sabela.
Ahora que ha vuelto a Monrixido, se entera de que Sabela ha sido secuestrada, y ella misma, sufre el acoso de un hombre encapuchado. ¿Tendrán estos sucesos relación con su secreto?
La lectura es rápida, ágil, entretenida, te capta desde el principio; el autor dosifica muy bien la información y sobre todo consigue mantener LA TENSIÓN NARRATIVA, fundamental en un thriller. La historia está bastante elaborada y, al final, queda muy bien resuelta. Las piezas encajan.
En la novela subyace dos cuestiones éticas fundamentales. ¿La lealtad familiar está por encima de la justicia? ¿La maldad es algo genético que nos viene de serie?
Las respuestas a estas preguntas hacen cumplir el propósito de toda buena novela, que no es otro, que “dar que pensar” pues “pensar” implica ya el sentimiento y consciencia del lector.
Esperando, pues, su próximo libro.
Era más bien la hierba del valle, ondeada por el viento, lo que le daba una cierta sensación de irrealidad. No era una sola corriente del viento, sino incontables, y provocaban en el prado el mismo efecto que los vientos alisios en la superficie del mar: una miríada de infinitas olas, que nacían en el mar y el prado para morir en los confines de éstos.
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