LA CONJURA

domingo, 13 de febrero de 2011

El cementerio de Praga

He abandonado la lectura por la página 90. Ya sé que éste es uno de los libros más leidos actualmente, un superventas, pero a mí me ha resultado pedante, algo pretencioso y aburrido sobremanera.
Simonini es un viejo antisemita que escribe sus memorias y que tiene varias personalidades o es un esquizofrénico o tiene alzheimer. No puedo saberlo porque no he llegado a la sorpresa final que nos tenía reservada el autor. Parece ser que el tal Simonini es un elemento de cuidado, que ha estado en todos los fregaos, guerras, revoluciones y siempre haciendo el mal, pero un poco pedante y pesado. Y para más INRI se dedica a falsificar todo tipo de documentos: históricos, notariales ... incluso llega a confiscar Hostias consagradas para una clienta suya que quiere hacer una misa negra; pero todo esto no le impide tener charlas intelectuales y científicas sobre la naturaleza del mal y el individuo, en un restaurante en el que resulta que sus vecinos de mesa son eminentes psiquiatras .
Me he quedado en el momento en el que el protagonista nos cuenta lo malo y racista que era su abuelo con el que creció, de modo que ahí el lector perspicaz se dá cuenta que, de casta le viene al galgo, y que pobrecito, ¿ cómo iba a salir ese niño con ese ambiente tan depravado donde creció?.
Pero si es que alguien leyera esto (que no lo creo, tan solo mi marido y mi hermana lo hacen y por exigencia mía) no me haga usted caso y lea el libro, porque las críticas que observo es que es una buena novela y puede que yo la haya cogido con cierto recelo.
Hay una frase que me ha gustado mucho y que creo acertada y es ésta: Para inducir a un francés a reconocer una tara de su raza basta con hablarle mal de otro pueblo, como si dijéramos "nosotros los polacos tenemos este o aquel defecto" y, como nunca quieren ser segundos de nadie, ni siquiera en lo malo, reaccionan al instante con "Oh, no, aquí en Francia somos peores" y dale, dale a hablar mal de los franceses, hasta que se dan cuenta de que han caído en tu trampa.
y sigue diciendo: El francés es codicioso hasta la médula..... el francés no sabe bien qué quiere, lo único que sabe a la perfección es que no quiere lo que tiene, Y para decirlo no sabe sino cantar canciones.... el itialiano es de poco fiar, vil, traidor, los españoles vanidosos... A los alemanes los he conocido, e incluso he trabajado para ellos: el más bajo nivel de humanidad concebible. Hiperactividad de la función intestinal en menoscabo de la cerebral. Un alemán produce el doble de heces que un francés. El abuso de cerveza los vuelve incapaces de tener la menor idea de su vulgaridad, pero lo superlativo de esa vulgaridad es que no se avergüenzan de ser alemanes. Se han tomado en serio a un joven glotón y lujurioso como Lutero.
También se puede leer: De los sarracenos, la indolencia; de los suevos, la ferocidad; de los griegos, la infructuosidad y el gusto de perderse en charlas con tal de dividir un pelo en cuatro.
Ahora, y después de transcribir todo esto, me están dando ganas de volver al libro.
NOTA: 4

No hay comentarios :

Publicar un comentario