DE CARMEN
MARTIN GAITE
(Nadie se
queda en ningún
sitio para siempre) (Carmen Martín Gaite)
A mi
amiga Agueda Gómez
Fernández-Henarejos,
porque quizás no
me lea.
Qué coincidencia que, esta mañana, cuando empiezo la reseña estalla una fuerte tormenta,
el último
martes del mes de abril. Será que la liebre ha saltado por el erial ( como gusta decir a
las protagonistas del libro). Y eso que las noticias anunciaban para hoy
precisamente nubosidad variable, como el título del libro y de pronto el cielo encapotado se ha
tornado de un negro profundo y llueve a cántaros. Pero ha sido una lluvia primaveral y reconfortante.
Todo hay que decirlo.
Dos amigas del instituto, Sofía Montalvo y Mariana León, se reencuentran después de treinta años. Nada saben la una de la
otra pero la primera impresión es que todo sigue igual, no en sus vidas, claro está, sino su amor y amistad
incondicional, lo que parece más sorprendente después de tanto tiempo.
Sofía está casada con un hombre del que no está enamorada y con el que ha
tenido tres hijos y Mariana, es ahora
una reputada psiquiatra. Ninguna de ellas ha conseguido una estabilidad
emocional, refugiandose ambas en la literatura. A partir de ese reencuentro,
las amigas mantienen una relación epistolar que las ayudará a analizar sus propias vidas,
sus miedos, sus éxitos
y sus fracasos y al final tomarán decisiones importantes.
Ellas saben que sus preguntas no tienen jamás respuesta, que han de
enfrentarse a ellas mismas sin más auxilio que la aceptación de su desamparo. Tenían que ponerse a escribir como
único refugio posible. "Te decía
antes que mi patria es la escritura". Y es una literatura con valor terapéutico que deconstruye la
autoridad de la razón, el concepto de la verdad y la objetividad.
Aunque el punto de desencuentro es en teoría un antiguo novio compartido
por las dos amigas, la realidad es otra distinta; se distanciaron porque crecer es
empezar a separarse de los demás y porque dejaron de creer que la gente a la que uno
quiere va a estar siempre a tu lado y
dejaron de pedirse continuidad y vigencia continua.
Y ello causa extrañeza, porque conforme
vas leyendo se hace más evidente que las dos amigas
no se pueden concebir la una sin la otra. Dos cuerpos y un espíritu. (Aristóteles)
Mariana recuerda a Manolo, deambulando por la Caleta , por el barrio de la Viña , en Cádiz, todavía recuerda el beso que le dio antes de levantarse y salir
corriendo. Se canta lo que se pierde (A.
Machado). Y se lamenta no haber sabido reconocer, en ese momento, el amor y
de haberlo dejado marchar. Pero el amor es para Mariana un pretexto, que le da
pie a jugar a todo o nada, para desafiar el riesgo de perder sin dejar de
llevar las riendas. Los hombres han sido un pretexto: ¿Me ves llorando
ahora? pues hace dos semanas lloraba igual por otro.
Y es que hay hombres (dice Sofía) que son para casarse y otros para recordarlos siempre
como amores de novela. Como ella suele decir: "el acto es corto, y el
entreacto es muy largo"
He llegado a no verle a la
vida más
sentido que el de indagar su sentido, aun a sabiendas de que ninguna pista
lleva a aclarar nada, fallando en la pesquisa una vez detrás de otra. Es
como leer con fruición
inalterable una novela policiaca donde nunca aparece el asesino.
Pero, bueno, como decía mi padre, la
cuestión
es pasar el rato. Lo decía
mucho. Siempre me había
parecido una frase banal, pero una vez, siendo ya él bastante
viejo, me aclaró
que se refería
al rato de vida que nos había
correspondido a cada uno al nacer.
( Mi abuelo José siempre decía ante estas cuestiones existenciales: "no me
joas")
En el fondo, no se ama ni se
habla ni se escribe para convencer a nadie de nada, sino para convencerse uno a
sí
mismo de que sigue en forma.
[...descorché una botella de
champán
y me sentía
feliz. Mucho más
que si te tuviera al lado, porque te estaba pensando a mi manera.]
Si bien se mira, no tenemos más que eso: el
placer de respirar y de ejercitar la propia voz en sus distintas modalidades de
tristeza, indignación
o entusiasmo.
Por más vueltas que le
demos, todo es soledad.
A mí el desorden, en
principio, no me desagrada. Son huellas de vida.
[Sobre los estragos del
tiempo:
No se engañe nadie, no
pensando que ha durar lo que
espera
más que duró lo que vio.]
Nunca he sabido calcular el
tiempo ni me interesa. Sólo
aspiro a que me acoja, a entrar sin miedo en su recinto sagrado, en vez de
estarlo aquí
acosando desde fuera, defendiéndome
de él,
tomándole
las medidas.
Somos seres discontinuos, qué le vamos a
hacer. Pero se aguanta mal. Por eso nos agarramos como a un clavo ardiendo al
encuentro amoroso, por nostalgia de la continuidad perdida, ya lo decía Bataille,
porque nos resistimos a morir encerrados en nuestra individualidad caduca.
Pocas veces he esperado con
mayor angustia un amanecer. Dejé
una breve nota encima de la mesa con un poema de Pessoa; que a ti, Sofía, te gustaba
mucho.
"Hoy por la mañana salí muy temprano
por haber despertado aún más temprano
y no tener nada que me
apeteciese hacer.
No sabía que camino
tomar,
pero el viento soplaba fuerte
y me empujaba de espaldas;
así que seguí ese
camino."
Mi maridito al leer esta reseña sólo se le ha ocurrido decir:
"existencialista, muy lista la
Martín ".
Nota: 8
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