DE IRVIN D. YALOM
Este
libro me lo recomendó un amigo un día que comíamos en la Azohia , una playa de
Cartagena, donde, dicho sea de paso, se pueden contemplar los mejores
atardeceres del Mediterráneo. Y no exagero. Vean estas fotos (representaciones diría Arturo)
Román
defiende sus argumentos con vehemencia pero con elegancia también. Él, por ejemplo, dice “negro” y tú vas y le dices “blanco”;
entonces él mira hacia arriba, ladea la
cabeza en un gesto típico que tiene y te dice, “bueno, negro … a lo mejor,
gris”. Y empieza a pensar en esa posibilidad. Quiero decir que sin dejar de
defender su postura no se enroca y admite planteamientos nuevos. Hay que ser
generoso para hacer eso. Hoy en día es casi un milagro. Mi maridito es más erre
que erre…. Así que no dude en leer el libro nada más recomendármelo
Julius,
el protagonista, es un psicoterapeuta al que le diagnostican una
enfermedad grave. Le queda tan sólo un año
de buena salud y decide pasar ese año como siempre, trabajando como terapeuta.
Se pone en contacto con Philip, un antiguo paciente al que no pudo ayudar en su
día y lo convence para que se incorpore a su grupo de terapia.
El
libro-novela tiene dos partes diferenciadas. Por un lado, la historia de Julius
y el grupo de terapia y, por otro lado, los capítulos sobre la vida y filosofía
de Schopenhauer. Al final se convierte en una novela divulgativa sobre la vida
y obra de Schopenhauer, algo que no gusta a sesudos pensadores, por ejemplo a
los defensores de Safransky, como a mi maridito ¡Qué le vamos a hacer!
A
Philip no le ayudó la terapia recibida por Julius, “como era previsible”-
señala mi Safranskyto-, sin embargo con la lectura de la filosofía de
Schopenhauer encuentra consuelo en su vida.
No es de extrañar, pues gran parte de la
psicología freudiana se puede encontrar en el pensamiento de Schopenhauer.
Schopenhauer
fue el primer filósofo que observó los impulsos y sentimientos desde adentro y
escribió prolíficamente sobre las cuestiones internas del ser humano: el sexo,
la religión, el suicidio, la vanidad, la autoestima, las relaciones con los
demás, esos impulsos oscuros que habitan en lo profundo de nosotros y que a
veces reprimimos.
Aunque
Schopenhauer iba para comerciante, su madre lo anima para que estudie
filosofía. La relación con ella fue tormentosa—como con casi todo el mundo.
Schopenhauer era vanidoso y sus iras eran lengendarias con los “bípedos” que se
creían sus iguales, también con aquellos que frecuentaban los salones
literarios de su madre. He aquí una carta de su madre a su hijo.
Querido Arthur:
La puerta que cerraste
ayer tan ruidosamente después de comportarte de manera ten incorrecta con tu
madre está de ahora en más clausurada para ti. Parto para el campo y no he de
volver hasta que sepas que te has ido…No sabes lo que es el corazón de una
madre: cuanto más tiernamente ama tanto más dolorosamente sufre los golpes de
la mano que una vez adoró … tú mismo te has arrancado de mi lado: tu
desconfianza, tus críticas a mi vida, la elección de mis amigos, tu inconstante
actitud conmigo, el desprecio que tienes por mi sexo, tu falta de disposición
para complacerme, tu codicia, todo eso y mucho más te dan a mis ojos una faz
despiadada …
Si yo estuviera muerta y tuvieras que habértelas
con tu padre, ¿te atreverías a darle lecciones? ¿Intentarías controlar su vida
y sus amistades? ¿Acaso soy menos que él? ¿Acaso hizo él por ti más de lo que
hice yo? ¿Acaso te amó más que yo? … Mis obligaciones contigo han terminado.
Sigue tu camino, no quiero saber nada más de ti … déjame tu dirección pero no
me escribas; de ahora en adelante no leeré ni contestaré tus cartas … es el fin
… Me has lastimado en demasía. Haz tu vida y sé feliz como puedas.
No
volvieron a verse nunca más. Una época extrema ya la mitad del siglo XIX
alemán…
Imposible
explicar a Schopenhauer sin empezar por Kant a quién el filósofo admiraba y respetaba, además de Platón. Kant,
decía que no experimentamos el mundo
exterior tal como es en realidad, lo que experimentamos es nuestra propia
versión procesada de esa realidad exterior. Las propiedades como el espacio, el
tiempo, la cantidad y la causalidad están dentro
de nosotros, no afuera: se la imponemos a la realidad. Pero Schopenhauer
decía que sí podemos conocernos a nosotros mismos desde adentro. Tenemos un conocimiento directo, inmediato, que no depende
de nuestras percepciones. El cuerpo es un objeto material, es algo que existe
en el tiempo y en el espacio, pero nuestro yo o voluntad es constatable fácilmente por cada uno.
Para
Kant, la existencia de Dios, no se puede demostrar con la ciencia pero
deja una puerta abierta para la existencia de Dios a través de la razón moral.
La diferencia con Schopenhauer es que
éste entendía que la ética no puede ser cosa del imperativo categórico o de una
ley moral, pues la razón es sólo una mínima parte en la conducta humana, y la
ética, en realidad, depende del sentimiento y del carácter y no tanto de la
ciencia, según Schopenhauer. Por tanto no está abierta esa vía moral hacia
Dios. Kant, para Schopenhauer, era ateo.
Sigue
Schopenhauer: La vida es un
incesante ciclo de deseo, satisfacción, hastío y deseo otra vez. La peor
situación es la humana, porque a mayor inteligencia, más grande el sufrimiento.
Pero ¿nos contentamos acaso cuando nos
saciamos? ¡Ay! Sólo por muy breve tiempo. Casi enseguida se apodera de nosotros
el hastío, y una vez más nos ponemos en movimiento.
Sólo
al final de su vida alcanzó éxito la obra de Schopenhauer. Siempre tuvo un
inquebrantable fe en su propio genio. Mi intelecto—decía—no me pertenece a mí
sino al mundo.
Sin
embargo podemos concluir varios consejos de su filosofía.
SCHOPENHAUER,
CONSEJERO:
· La idea de felicidad tiene tres orígenes. Lo que uno
es, lo que uno tiene y lo que uno representa a los ojos de los demás.
Schopenhauer nos insta a prestar atención sólo al primero y descartar los otros
dos.
· Sé amable, así podrás manejar a los demás. Igual que
con la cera, a la que sólo se puede moldear si primero se la entibia.
· Para no ser un mero juguete en manos del bribón ni
sufrir el escarnio proveniente de los necios, la primera regla es ser reservado
e inaccesible.
· Tenía la costumbre de pagar por dos en el club donde
comía, para que nadie se le sentara cerca. En una ocasión le preguntaron por
qué comía tanto, y él contestó: “porque pienso el doble”. Igual que mi
maridito, “ que piensa más”- me dice.
· La fábula de los puercoespines expresa la gélida
visión que tenía sobre las relaciones humanas. En invierno los puercoespines
buscan el calor apiñándose entre ellos, pero si se acercan demasiado sentirán
los pinchazos de las púas de unos contra otros. Hay que buscar la distancia
óptima donde se toleren unos con otros.
· Despreciar es ganar aprecio.
· Si realmente estimas mucho a una persona, debes
ocultárselo como si fuera un delito.
· Jamás debes manifestar ira ni odio, salvo en tus actos
… sólo los animales de sangre fría son venenosos.
· La única manera de alcanzar la superioridad en el
trato con los hombres es hacerles saber que uno no depende de ellos.
· No cuentes a tu amigo lo que no debe saber tu enemigo.
· La opinión que otros tengan de nosotros no debe alterar
la opinión que uno tiene de sí mismo.
· No permitir que nuestra estima oscile como corcho en
el agua a merced de las opiniones de seres intrascendentes.
“Esto es lo que quiero, esta hora, este
día …!esto es lo que quiero! Estos momentos que estoy viviendo son los buenos
tiempos. Ojalá pueda quedarme en ese instante, echar raíces en este lugar para
siempre”. No, siempre había creído que la parte más jugosa de la vida estaba
aún por llegar y siempre había codiciado el futuro, el momento en que sería mayor,
más listo, más grande, más rico. Entonces llegó la conmoción, el cambio de
marcha, la repentina y catastrófica desidealización del futuro, y el comienzo
del afligido anhelo por el pasado.
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