En una entrevista que le hacen en
la web Hislibris a Maria Dueñas, ésta confiesa—dice que sin pudor—que le
encanta la irlandesa Marian Keyes, y que aunque no es precisamente paradigma de
alta literatura, se ríe muchísimo con todos sus libros.
Si uno se ríe—me
dije—entonces es razón suficiente para leerlo. Así que me compré su
primer libro: Claire se queda sola.
Marian Keyes está considerada
como una de la máximas representantes del chick-lit, que resulta ser un género
donde se abordan los problemas de la
mujer actual, en una especie de post-feminismo de segunda ola y dentro de la
novela romántica.
Claire, la protagonista del
libro, es una joven irlandesa que está casada y vive en Londres. El mismo día
que da a luz a su primera hija, su marido, le anuncia en el hospital que la
abandona. Entonces vuelve a Irlanda, con su familia, una familia
disfuncional pero que la quieren y la protegen.
La mayor parte de la novela
discurre en Irlanda, en el domicilio familiar. Desde luego que no se parecen en
nada a la típica familia mediterránea. Beben mucho; tanto que rozan el
alcoholismo, la madre se dedica a cambiar de escondite el vodka y todo lo que
sea alcohol, mientras que las hijas se levantan por la noche a beber a hasta
altas horas de la madrugada. Por supuesto, en esa casa nadie sabe cocinar, como
mucho compran precocinados y su habilidad se limita al uso del microondas. Pero
tienen cierto encanto.
Por
descontado que mis padres no se comportaban como una pareja acaramelada. Lo más
romántico que mi padre le decía a mi madre en toda la semana era: “¿Iremos a la
tienda de congelados el jueves por la tarde?”
Bueno, se puede leer para pasar
el rato. Te ríes, eso sí que es verdad. Aunque es un poco repetitiva y el libro
estaría mucho mejor si fuese más concisa.
Llámame
anticuada si quieres, pero no hay nada que me excite más que me digan que soy
hermosa, y que me hagan sentir hermosa.
A
mí que no me vengan con lametazos estrambóticos ni con elaborados movimientos
de cadera. Conmigo, cinco minutos de piropos funcionan mucho mejor.
He leído este libro sin pudor alguno,
porque: Mujer soy, nada de las humanas me es
ajeno.
(Terencio. “El enemigo de sí mismo”)
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