En un país africano, al sur de los Pirineos, los gatos solían ser animales muy
limpios. De los más limpios. Hacían sus necesidades en la arena
y luego la tapaban muy bien, con cuidado, para que no oliese.
Y decimos “solían ser limpios” porque en un pueblo junto al mar, un gato llamado “Mini” no lo era. Sus dueños le pusieron ese nombre porque lo encontraron en la puerta de su casa, debajo de un coche marca Mini. Era tan pequeño… y maullaba tanto… que se lo quedaron.
Y decimos “solían ser limpios” porque en un pueblo junto al mar, un gato llamado “Mini” no lo era. Sus dueños le pusieron ese nombre porque lo encontraron en la puerta de su casa, debajo de un coche marca Mini. Era tan pequeño… y maullaba tanto… que se lo quedaron.
Lo llevaron al veterinario, lo
vacunaron y cómo tenía hongos le
cortaron el pelo a ras. Parecía recién salido de un campo de concentración. Jugaba con Fox, el perro; especialmente metía la cabeza en su boca, sin
miedo, y luego, le hacía emboscadas a lo largo del pasillo de la cocina.
El caso es que Mini, empezó haciendo caca en el
sumidero del patio trasero de su dueño. No pasó nada porque se la recogían. Pero el
problema fue cuando empezó a hacer caca en el sumidero del patio del vecino. El
vecino se iba a enfadar y con razón. ¡Vale
que lo hiciera en el de su casa pero no en la del vecino!
Y es que Mini estaba obsesionado
con los sumideros, los identificaba con su water particular. Ya se sabe que educar a un gato es tarea
difícil, casi imposible. No son como los perros.
Un día su dueño compró un producto líquido en el supermercado Mercadona, que echándolo todos los
días impedía que los animales defecaran u orinasen. Se llamaba reeducador en spray para perros y gatos Compy
Pero lo difícil era llegar hasta
el patio del vecino y echárselo. Tendría que saltar y buscar una escalera, lo cual sería imposible hacerlo sin ser descubierto. Además de que los vecinos sólo venían un mes de vacaciones al año. Entonces se le ocurrió ir a Galería Bernal, una tienda que
vende objetos relacionados con la playa, y compró dos enormes pistolas de agua.
De esas pistolas de muchos colores que
utilizan los niños para jugar en la playa y dispararse agua. Una de ellas, la
más aparatosa, era una especie de lanzallamas y la otra--más efectiva--era del tipo de la guerra de las galaxias.
Pues bien, en el silencio de la siesta, la dueña de Mini rellenaba de agua las pistolas y le echaba unas gotitas del líquido
reeducador y desde la ventana de la cocina, con unos prismáticos, apuntaba bien,
y disparaba al sumidero.
Un día el maridito se compró un traje de neopreno para nadar en invierno (en su ciudad no hay piscina climatizada).
No hay comentarios :
Publicar un comentario