Después de leer la segunda parte
del Quijote me dispongo a hacer una reseña. Pero… ¿Qué decir que no se haya
dicho ya sobre el ingenioso y famoso hidalgo de la Mancha? ¡Tamaña empresa me
resulta imposible! De hecho, mi maridito se me acerca a traición, por la
espalda, y me dice con sorna “¿Qué estás haciendo? ¿La reseña del Quijote?” Me levanté del ordenador y le dije:
¿Leoncitos a mí? ¿A mí leoncitos, y a tales horas?
A lo que mi maridito me contesta:
“que soy un tigre, no un leoncito”
Pero mi intención no es otra que dar
la opinión de un lector más, señalar lo que me ha hecho reír a carcajadas, lo
que me ha conmovido o simplemente aquello que me ha llamado la atención, con el
único afán de contar cuánto he disfrutado leyendo el libro, todo esto sin tener yo mucha idea. Francisco Rico,
cervantista de pro, lo dice bien claro: “El
quijote es una charla para reír “, es
decir, una “lucha entre el deseo y la realidad”.
Para leer el Quijote lo primero
que hay que hacer es comprarse una buena edición. Este punto es imprescindible
para terminar con éxito la lectura. Yo he utilizado la edición de Rico, que me la
recomendó el librero Diego Marín, y ha
resultado ser excelente. Además del texto de la obra, I y II Parte, dispone de
una compilación de refranes, temas y pasajes memorables, citas, obras y
autores… etc. Las notas están a pie de página y no al final, lo que facilita la
lectura. Y para aquellos que nos gustan hacer anotaciones, tiene varias hojas
en blanco al final del libro para poder escribir lo que convenga.
Don Quijote es un loco especial. Es
tan tierno. Y sólo está loco a ratos. Sí, ya sé que en lo tocante a las órdenes de
caballería el hombre está de remate, pero en otras facetas conserva intacto su juicio, es una persona prudente
y bien razonada.
Así que, cuando le
pregunta Don Diego, el caballero de verde gabán sobre la educación de su hijo,
éste se asombra del análisis y razonamientos que hace Don Quijote, a pesar de
ser ese mentecato encontrado en el camino. Dice de él lo siguiente:
“Es un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos”
El hijo de Don Diego quiere ser
poeta pero su padre no lo tiene claro y pide consejo a D. Quijote.
Dice Don Diego Miranda, el
caballero del verde gabán:
“Todo el día se le pasa en averiguar si dijo bien o mal Homero en tal
verso de la Ilíada; si Marcial anduvo deshonesto o no en tal epigrama; si se
han de entender de una manera o de otra tales y tales versos de Virgilio”
A lo que Don Quijote le responde,
entre otras muchas cosas:
“En lo de forzarles que estudien esta o aquella ciencia, no lo tengo
por acertado, aunque el persuadirles no será dañoso, y cuando no se ha de
estudiar para ganarse el pan… sería yo de parecer que le dejen seguir aquella
ciencia a que más le vieren inclinado, y aunque la poesía es menos útil que
deleitable, no es de aquellas que suelen
deshonrar a quien las posee. La poesía, señor hidalgo, a mi parecer es como una
doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa, a quien tienen
cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas
las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de a
autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída
por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones
de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe
tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener el que la
tuviere a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos;
no ha de ser vendible en ninguna manera…”
Sigue diciéndole D. Quijote a
Lorenzo, el poeta, sobre los premios literarios:
“Y si es que son de justa literaria, procure vuestra merced llevar el
segundo premio, que el primero siempre se le lleva el favor o la gran calidad
de la persona, el segundo se le lleva la mera justicia, y el tercero viene a
ser segundo, y el primero, a esta cuenta, será el tercero”
Los razonamientos de D. Quijote
son admirables:
a) Sobre
la libertad:
“La libertad, Sancho, es uno de los más
preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden
igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad
así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario,
el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres… que las
obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recibidas son
ataduras que no dejan campear el ánimo libre. ¿Venturoso aquel a quien el cielo
dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al
mismo cielo!
b) El
silencio:
“porque en
aquel sitio el mismo silencio guardaba silencio a sí mismo”
c) La
valentía:
“No huye el que se retira—respondió don
Quijote—, porque has de saber, Sancho, que la valentía que no se funda sobre la
base de la prudencia se llama temeridad, y las hazañas del temario más se
atribuyen a la buena fortuna que a su
ánimo. Y, así, yo confieso que me he retirado, pero no huido, y en esto he
imitado a muchos valientes que se han guardado para tiempos mejores, y de eso
están las historias llenas”.
d) El
mundo, artíficos y apariencia:
“en esta aventura se deben de haber
encontrado dos valientes encantadores, y el uno estorba lo que el otro intenta:
el uno me deparó el barco y el otro dio conmigo al través. Dios lo remedie, que
todo este mundo es máquinas y trazas, contrarias unas de otras. Yo no puedo más”.
e) Sobre
el mono adivino y las artes adivinatorias:
“Ahora digo, que el que lee mucho y anda
mucho ve mucho y sabe mucho… No me entiendes, Sancho: no quiero decir sino que
debe de tener hecho algún concierto con el demonio de que infunda esa habilidad
en el mono, con que gane de comer, y después que esté rico le dará su alma, que
es lo que este universal enemigo pretende. Y háceme creer esto el ver que el
mono no responde sino a las cosas pasadas o presente, y la sabiduría del diablo
no se puede extender a más, que las por venir no las sabe si no es por
conjeturas, y no todas veces, que a solo Dios está reservado conocer los
tiempos y los momentos, y para Él no hay pasado ni porvenir, que todo es
presente. Y siendo esto así, como lo es, está claro que este mono habla con el
estilo del diablo”.
f) Los
gobernantes:
“y más que ya por muchas experiencias
sabemos que no es menester ni mucha habilidad ni muchas letras para ser uno
gobernador, pues hay por ahí ciento que apenas saben leer, y gobiernan como unos
gerifaltes.; el toque está en que tengan buena intención y deseen acertar en
todo, que nunca les faltará quien les aconseje y encamine en lo que han de
hacer, como los gobernadores caballeros y no letrados, que sentencian con
asesor. Aconsejaríale yo que ni tome cohecho ni pierda derecho, y otras cosillas
que me quedan en el estómago, que saldrán a su tiempo, para utilidad de Sancho
y provecho de la ínsula que gobernare”
g)
La
hermosura:
“—Advierte, Sancho—respondió don Quijote—,
que hay dos maneras de hermosura: una del alma y otra del cuerpo; la del alma
campea y se muestra en el entendimiento, en la honestidad, en el buen proceder,
en la liberalidad y en la buena crianza, y todas estas partes caben y pueden
estar en un hombre feo; y cuando se pone la mira en esta hermosura, y no en la
del cuerpo, suele nacer el amor con ímpetu y con ventajas. Yo, Sancho, bien veo
que no soy hermoso, pero también conozco que no soy disforme, y bástale a un
hombre de bien no ser monstruo para ser bien querido, como tenga los dotes del
alma que te he dicho”.
La relación que existe entre D.
Quijote y D. Diego Miranda, el del gabán verde, es muy diferente a la relación que
tiene con los duques del castillo. Para
mí la diferencia es fundamental. En los dos casos, Don Quijote y Sancho Panza son invitados a la
casa, o al castillo, respectivamente. Pero, mientras el caballero del Gabán
Verde le pide consejo, le ofrece su cómoda casa de caballero labrador y rico y lo convida de una forma limpia, abundante y
sabrosa, con un trato admirable; los duques no hacen sino burlarse de Don
Quijote y Sancho Panza, los agasajan con
banquetes, con falsos halagos, para prepararles historias y componendas con las
que reírse de ellos; en especial el episodio de la condesa Trifaldi o la dueña
Dolorida, encantada por Malambruno y que para ayudarla, Don Quijote y Sancho
Panza, han de viajar por los aires a lomos del caballo Clavileño.
A pesar de las desventuras que
vienen sufriendo, Sancho Panza, es un escudero fiel. En este sentido, la duquesa no entiende a Sancho Panza. Si éste
sabe que Don Quijote está loco, y sin embargo, le sirve y le sigue. ¿Por qué? El escudero es contundente en sus principios y le contesta a la duquesa:
— Par Dios, señora—dijo Sancho—, que ese
escrúpulo viene con parto derecho, pero dígale vuesa merced que hable claro, o
como quisiere, que yo conozco que dice verdad, que si yo fuera discreto, días
ha que había de haber dejado a mi amo. Pero ésta fue mi suerte y ésta mi
maladanza; no puedo más, seguirle tengo; somos de un mismo lugar, he comido su
pan, quiérole bien, es agradecido, diome sus pollinos, y, sobre todo, yo soy
fiel, y, así, es imposible que nos pueda apartar otro suceso que el de la pala
y azadón.
Don Quijote debe regresar a su
casa y dejar la caballería durante un año por una promesa hecha al caballero de
la Blanca Luna, que lo reta en duelo y le vence. Pero Don Quijote, que continúa
en su desvarío, decide ahora, al dejar la caballería, hacerse pastor:
¡Oh Sancho! Que nos convirtiésemos en pastores, siquiera el tiempo que
tengo de estar recogido. Yo compraré algunas ovejas y todas las demás cosas que
al pastoral ejercicio son necesarias, y llamándome yo el “el pastor Quijótiz” y
tú “el pastor Pancino”, nos andaremos por los montes, por las selvas y por los
prados….
D. Quijote llega a su casa y cae enfermo.
Antes de morir recobra el juicio.
Yo tengo juicio ya libre y claro, sin las sombras caliginosas de la
ignorancia que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los
detestables libros de caballerías. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y
no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde que no me deja tiempo
para hacer alguna recompensa leyendo otros que sean luz del alma.
Cervantes es de esos escritores,
dice Mariplatónica, de frases contundentes cuya agudeza encierran un
pensamiento valiente, único, y eso es lo que distingue a un gran escritor. Según Hermosilla, Cervantes
experimentó el infortunio y la tristeza en grado sumo, en la guerra, y
en la cárcel, un hombre que conoció los límites de la desesperación, y lejos de
doblegar su espíritu, se hizo más fuerte y agrandó su conocimiento del alma
humana.
— ¡Ay!—respondió Sancho llorando—. No se muera vuestra merced, señor
mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede
hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le
mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso,
sino levántese de esa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como
tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña
Dulcinea desencantada…
Y así murió Alonso Quijano, el
Bueno, que con ese nombre era en verdad conocido, por ser un hombre fundamentalmente
bueno.
No recuerdo exactamente lo que te dije pero sí que me acuerdo de una cosa con precisión porque sencillamente me maravilla, y eso es lo que me pasó cuando leía las citas cervantinas de tu reseña: hay escritores que con unas pinceladas inteligentes y sensibles, con unas pocas palabras escogidas y encadenadas consiguen condensar y trasmitir toneladas de experiencia de la vida, de conocimiento y de percepción y todo ello de una forma asombrosamente natural y uno, cuando lee esas cosas, asiente a una verdad y accede a un mundo en el que el autor le ha introducido delizándole sin que se entere como aquel que dice. Esos autores, con unas pocas palabras ajustadas son capaces de transmitirte con una nitidez fabulosa la atmósfera y la luz de un lugar, una situación y todo el complejo interior de uno varios personajes. Hay algo puro, sin artificio, en ellos y por eso creo yo que son grandes.
ResponderEliminarY eso le pasa a este hombre, a Cervantes, que es capaz de darte un volumen de valiosa información en dos líneas y no “esos pesados que le dan vueltas y vueltas a las conjunciones”, como tú dices.
Me encanta que la gente se ría con El Quijote. Te oí reírte y se me contagió tu entusiasmo y recordé los tiempos en que leí algunos capítulos y de los que me quedé maravillada, entusiasmada también. Así que cuando retome el leer, (hace dos años que no leo, no me había pasado nunca pero la cosa es así), pues me acabaré La Montaña Mágica ( otro que tal baila ) y seguiré con El Quijote. Y después lo demás, y tendrá que ser a saltos porque son muchas las cosas que quiero conocer aunque sea sólo sobrevolando y descendiendo de vez en cuando (ya sé que no es muy ortodoxo esto que digo pero son muchas cosas y poco el tiempo). Mientras tanto, tus reseñas me ayudan a planear por aquí y por allá.
Qué bueno tu comentario, sólo con él se podría hacer un excelente post: las cualidades de un gran escritor.
Eliminarperdón, transmitir
ResponderEliminarTrasmitir es aceptado. C´.
Eliminar