DE
LUIS LEANTE.
De este escritor leí hace tiempo
“Mira si yo te querré” y la verdad es que
me gustó bastante. Sobre todo recuerdo su impactante y demoledor final: un
vagabundo silbando una canción… no digo más. No me lo esperaba. Así que cogí
este otro libro, “la luna roja” a ver si me sorprendía de nuevo. Y el caso es
que la novela me gusta, sí; pero la
encuentro forzada, con un final rocambolesco.
Emin Kemal es un escritor turco
afincado en Alicante. Su traductor, René Kuhnheim, vuelve a la ciudad, tras
varios años fuera, desalentado por su falta de talento literario, (eso cree
él). Ambos autores han llevado una vida paralela. Los dos han vivido en
Estambul, con una infancia difícil y desgraciada y con la pérdida del primer gran amor en su juventud, aunque en periodos de
tiempo distintos.
Leante es un liante. Traza un
puzle de historias en varios tiempos y con diferentes niveles narrativos, que
convergen en el desenlace de la novela. Una dualidad de biografías. A veces, la
lectura se hace impaciente y uno se
agobia. Cuando ya te has metido de lleno
en la historia de un personaje, y consecuentemente en la de sus amigos y en la de sus antepasados, y se perfila el personaje y te haces por fin con él, entonces, el autor te corta en lo más interesante y pasa
a otra cosa. Eso me cabrea algo, es como si en lo mejor de la película te
cortan para ir a publicidad. El resultado es una lectura ávida, con el objeto
de desentrañar el misterio, a ver qué pasa, cuando a mí lo que más me gusta es saborear
el libro y no darme un atracón.
Sin embargo, hay que reconocerle
que maneja bien la trama. Que describe bien la sensación de soledad e
inadaptación del personaje. Y sufres con él la pérdida del gran amor y la pena
de su reencuentro veinte años después.
Sonó como una llamada de socorro, como un grito de
desesperación. Antes de terminar la frase, ya pensaba que lo había ensuciado
todo, que se había estropeado definitivamente. Pero ella se quedó en silencio.
Sabía que si en ese momento se volvía hacia el taxi no la vería nunca más. Ella
no decía nada, y yo no me sentía con fuerzas para repetir mis palabras. Le acaricié
la mejilla y le aparté el cabello de la frente. Me retuvo la mano. Me pareció
que dudaba. Traté de no espantarla con la mirada.
Pensé que nunca diría esto en voz alta en
lo que me quedaba de vida, pero voy a decirlo: mis sentimientos hacia ti no han
cambiado, pero yo no soy la misma mujer ingenua. Hace mucho que el centro de mi
vida se desplazó. No soy dueña de mis decisiones.
Creía que si sus pensamientos se materializaban en
palabras pasaban a ser algo serio y consistente.
Y ella le dijo que sentía mucha curiosidad por saber lo
que estaba haciendo. Y él le dijo “escribo, señorita”, y ella insistió “¿por
qué?”, y él, sorprendido por la pregunta, le respondió “porque es la única
manera que conozco de escapar de la locura”, y desde entonces ella se quedó
atrapada en aquella mirada lejana, imprecisa, la mirada de un hombre que
observaba desde muy dentro y no conseguía entender lo que ocurría fuera.
Emin la miró con lucidez, como pocas veces conseguía
mirar.
— ¿Te gusta el lujo?
—Soy
una mujer austera—respondió Derya—. Puedo vivir sin nada, pero me gusta el
lujo. ¿A ti no?
—No
lo sé. Me gusta la belleza.
—El
lujo nos acerca a la belleza.
Un libro sobre el amor y la vida,
trufado con el mundo de la literatura, de la escritura y su inspiración.
"cuando a mí lo que más me gusta es saborear el libro y no darme un atracón" ¡Ja,ja,ja!
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