DE GIANI STUPARICH
Se estima que habrá en el Adriático unas 1246 islas, de las que 79 son islas grandes, 525 son islotes y 642 son crestas y rocas.
Un hombre, gravemente enfermo, le pide a su hijo que le acompañe a pasar unos días a la isla donde nació.
Una isla, en el mar Adriático, que los llevará, de nuevo, junto al mar. El resplandor inexorable del azul, el olor y el sabor salobre, paisajes llenos de luz… el recuerdo de la infancia, la fortaleza perdida de un padre.
Serán sus últimos días de vida juntos...
Un librito, de apenas cien páginas, que se lee rápido. La vida es así. Una historia de un hombre que se despide de su hijo y de su tierra, y el hijo que se reencuentra con su padre. Es una historia triste y sentimental pero llena de luz. Esto era la vida.
Un librito, de apenas cien páginas, que se lee rápido. La vida es así. Una historia de un hombre que se despide de su hijo y de su tierra, y el hijo que se reencuentra con su padre. Es una historia triste y sentimental pero llena de luz. Esto era la vida.
Suaves eran las líneas de la isla; entre el ramaje azulenco de los olivos se transparentaba un cielo más cargado; en el aire detenido había una fragancia que llenaba de gozo, los aromas de la tierra se fundían con el olor del mar: pino, menta y adelfas con la sal y las algas.
Al fondo de la ensenada la población se empinaba escalonadamente hasta la cima de la colina, dominada por la catedral. En lo alto, las casas eran viejas, grises y agrietadas; abajo, en la orilla, resaltaban a trechos los colores más vivos y las construcciones de arquitectura más moderna.
A mí me
recuerda, no sé por qué, la imagen de la Barcelona de los años cincuenta, los
edificios adustos y atrevidos con balcones de ropa tendida de la Barceloneta, a
la calle Rosellón del Barrio Santa Eulalia en Hospitalet de Llobregat, lugar
donde se reunían los emigrantes andaluces y murcianos, entre ellos, mi padre.
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