De nuevo otro fin de semana en Madrid,
con el calor que hace. Esta vez solos, maridito y yo, a ver la ópera “I Puritani” en el Teatro Real de Madrid. “El Real” como le
llaman los entendidos.
Ha sido una excelente noche, aunque muy distinta
a la del “Palau de la Música” en Barcelona cuando fuimos a ver a JonasKaufmann.
Para empezar, el pequeño-grande y coqueto teatro real estaba a rebosar media
hora antes de que empezara la representación. Allí, se respiraba un ambiente
culto, de cierta élite, clásico, un poco chic, según donde miraras. Sí, pero
con todo, un ambiente carca que no se puede disimular. “Nada de corbatas”- le
dije a mi marido.
La joven que me pidió paso en mi fila,
una rubia bajita a la que acompañaba un trajeado jovencito del PP, ni siquiera
me miró a la cara, cuando yo me levantaba de mi asiento, sonriente y amable,
para cederle el paso. El señor de al lado, al que acompañaba su esposa de
rostro sumamente antipático, no tuvo ni unas buenas noches ni un gesto
agradable o atisbo de saludo. “No será costumbre”- me dice mi pareja.
Sin embargo, la pareja de ancianos de
atrás eran muy simpáticos y sonrientes, y nos indicaron cuál era nuestros asientos.
Se les veía contentos y disfrutando de la velada. ¡Seguro que eran de fuera de
Madrid!
Luego, en el descanso, toda esa fauna, sale al vestíbulo a tomar una copa de champán. Allí se miran y
se remiran y comentan lo bien que ha cantando la Danrau, y lo increíble del Camarena y lo valiente que ha sido en los sobreagudos.
Los
más entendidos, a la salida, comentan entre ellos, que no contempló emitir el
fa 4 en el “Credeasi misera” optando por emitir dos Re 4, algo apurados.
A
mí esos tecnicismos me dan igual. Entiendo sólo lo necesario y lo justo para permitirme disfrutar. Sería como
si yo, que soy economista, hablara de la propensión marginal del consumo y
su derivada a todo aquel que constata la crisis económica.
Y
es que esta ópera de Bellini requiere
de altas cualidades vocales. Así que el Teatro Real ofreció un reparto que le
hiciera justicia: el tenor mexicano Javier
Camarena y la alemana Diana Damrau.
La acción se
desarrolla en Inglaterra en el siglo XVII durante el enfrentamiento entre realistas (que apoyaban a los Estuardo)
y puritanos (a favor de Oliver
Cromwell).
Elvira y
Arturo están enamorados. Pero Arturo que es soldado realista ayuda a escapar a
la reina, esposa de Carlos I, prisionera en el castillo. Elvira que desconoce
este hecho, se ve traicionada y enloquece cuando le comunican que su amado
acompañaba a una mujer, cuyo rostro ocultaba precisamente con su velo de
desposada. Loca de amor, encuentra a Arturo en el bosque cuando está a punto de
ser apresado por las tropas puritanas. Finalmente, Cromwell gana e indulta a
todos los prisioneros.
Todo
ello se resume en el dilema: Amor o Patria.
Arturo
decide salvar a la patria (a la reina) y no a su Amor.
La
Damrau estuvo bien, tenía una voz dulce y aterciopelada, y una gran interpretación. Sin embargo, fue el
mexicano Camarena quién triunfó.
Conforme
avanzaba la representación más gustaba el “chamaco gritón”. Así lo llamaban de
niño. Y Se le veía emocionado cuando al finalizar se llevaba la mano al
corazón, mientras recibía una fuerte ovación, la más larga. Nosotros, que
estábamos en primera fila, podíamos verlo perfectamente. Entonces mi maridito,
entre aplausos y bravos, dijo “Viva México”, esto es, con acento mexicano. Y el
señor de al lado con mujer antipática, por fin, sonrió.
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