LA CONJURA

miércoles, 20 de julio de 2016

I PURITANI



de Bellini






De nuevo otro fin de semana en Madrid, con el calor que hace. Esta vez solos, maridito y yo, a ver la ópera “I Puritani”  en el Teatro Real de Madrid. “El Real” como le llaman los entendidos.

Ha sido una excelente noche, aunque muy distinta a la del “Palau de la Música” en Barcelona cuando fuimos a ver a JonasKaufmann.
Para empezar, el pequeño-grande  y coqueto teatro real estaba a rebosar media hora antes de que empezara la representación. Allí, se respiraba un ambiente culto, de cierta élite, clásico, un poco chic, según donde miraras. Sí, pero con todo, un ambiente carca que no se puede disimular. “Nada de corbatas”- le dije a mi marido.

La joven que me pidió paso en mi fila, una rubia bajita a la que acompañaba un trajeado jovencito del PP, ni siquiera me miró a la cara, cuando yo me levantaba de mi asiento, sonriente y amable, para cederle el paso. El señor de al lado, al que acompañaba su esposa de rostro sumamente antipático, no tuvo ni unas buenas noches ni un gesto agradable o atisbo de saludo. “No será costumbre”- me dice mi pareja.
Sin embargo, la pareja de ancianos de atrás eran muy simpáticos y sonrientes, y nos indicaron cuál era nuestros asientos. Se les veía contentos y disfrutando de la velada. ¡Seguro que eran de fuera de Madrid!

Luego, en el descanso, toda esa fauna, sale al vestíbulo a tomar una copa de champán. Allí se miran y se remiran y comentan lo bien que ha cantando  la Danrau, y lo increíble del Camarena  y lo valiente que ha sido en los sobreagudos.




Los más entendidos, a la salida, comentan entre ellos, que no contempló emitir el fa 4 en el “Credeasi misera” optando por emitir dos Re 4, algo apurados.

A mí esos tecnicismos me dan igual. Entiendo sólo lo necesario y  lo justo para permitirme disfrutar. Sería como si yo, que soy economista, hablara de la propensión marginal del consumo y su derivada a todo aquel que constata la crisis económica.

Y es que esta ópera de Bellini requiere de altas cualidades vocales. Así que el Teatro Real ofreció un reparto que le hiciera justicia: el tenor mexicano Javier Camarena y la alemana Diana Damrau.




La acción se desarrolla en Inglaterra en el siglo XVII durante el enfrentamiento entre realistas (que apoyaban a los Estuardo) y puritanos (a favor de Oliver Cromwell).
Elvira y Arturo están enamorados. Pero Arturo que es soldado realista ayuda a escapar a la reina, esposa de Carlos I, prisionera en el castillo. Elvira que desconoce este hecho, se ve traicionada y enloquece cuando le comunican que su amado acompañaba a una mujer, cuyo rostro ocultaba precisamente con su velo de desposada. Loca de amor, encuentra a Arturo en el bosque cuando está a punto de ser apresado por las tropas puritanas. Finalmente, Cromwell gana e indulta a todos los prisioneros.



Todo ello se resume en el dilema: Amor o Patria.

Arturo decide salvar a la patria (a la reina) y no a su Amor.

La Damrau estuvo bien, tenía una voz dulce y aterciopelada, y  una gran interpretación. Sin embargo, fue el mexicano Camarena quién triunfó.

Conforme avanzaba la representación más gustaba el “chamaco gritón”. Así lo llamaban de niño. Y Se le veía emocionado cuando al finalizar se llevaba la mano al corazón, mientras recibía una fuerte ovación, la más larga. Nosotros, que estábamos en primera fila, podíamos verlo perfectamente. Entonces mi maridito, entre aplausos y bravos, dijo “Viva México”, esto es, con acento mexicano. Y el señor de al lado con mujer antipática,  por fin, sonrió.













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