DE: Herman Melville
Mediados del siglo XIX.
Melville, escritor norteamericano, autor
de Moby Dick, aventurero y viajero, y cuya obra se caracteriza por explorar
temas psicológicos como Dostoyevsky .“Bartleby, el escribiente” es un librito
de poco más de cien páginas, incluida las ilustraciones y el gran tamaño de la
letra (Editorial Nordicalibros).
Se lee rápido. Nos recuerda la condición contingente (posible) del ser humano. Puede ser o no puede ser. Ninguna acción puede vencer esa condición. He
llegado a esta conclusión después de una larga charla con mi maridito, aunque
todavía me parece muy místico, metafísico y medieval y poco del positivista y
tecnológico siglo XIX.
Un abogado contrata a un copista para su
bufete en Wall Street. Mientras los otros empleados tienen sus tiempos planos,
el recién llegado resulta ser un incasable trabajador. No habla, no se
relaciona, apenas come y ni siquiera levanta la cabeza de su escritorio. Ahora
bien, sólo hace eso: COPIAR y COPIAR. Y cuando le piden otro tipo de trabajo
fuera de copiar, como comprobar textos, enviar cartas por correo, o simplemente
recibe la orden del jefe “venga usted a mi mesa”…se niega en redondo utilizando siempre la misma
frase, dicha con un tono muy amable:
“PREFERIRÍA NO
HACERLO”
No es que Bartleby, cuando se niega a
realizar su trabajo, se enfrente a sus superiores, ni tampoco es que se le
concedan privilegios. Es otra cosa muy distinta. Lo que en principio podría
constituir un desacato a la autoridad se convierte en un hecho desconcertante
para el abogado, jefe del bufete, y para el resto de trabajadores. Bartleby más
bien parece un ser indefenso, alguien fuera de la realidad.
Pronto, en la oficina, se atribuyen ciertas
exoneraciones a las tareas de Bartleby, y aunque en ocasiones se intentaba razonar
con él, casi como si fuese un niño, siempre terminaba con la misma frase:
“PREFERIRÍA NO
HACERLO”
Con el tiempo, en la oficina, el personal
se expresa también en esos términos. Inconscientemente, incorporan a su
vocabulario el verbo “preferir”, verbo, casi prohibido en el bufete y que irrita especialmente al jefe.
¿Por qué no despiden a Bartleby?
Porque Bartleby no resulta indisciplinado,
ni antipático, sino incomprensible y misterioso y sobre todo CONMOVEDOR.
Me senté de nuevo, cavilando qué debía hacer. Avergonzado, como estaba, por su comportamiento y decidido, como había venido, a despedirle según entrara en la oficina, sentí, no obstante, por raro que pueda parecer, que algo sobrenatural llamaba a mi corazón y me prohibía llevar a cabo mi propósito, a la vez que me acusaba de villano si osaba pronunciar una sola palabra amarga contra el más triste de los hombres.
Llega el momento en que Bartleby deja de
trabajar, ya no copia y se mantiene ausente en el despacho, de pie frente a la
ventana, mirando el muro por el que se conforma el tragaluz.
El abogado siente una gran curiosidad por
él, un individuo sin pasado, convertido en un vegetal ¿qué
extrañas razones lo han llevado a esta situación? , y decide dejarlo allí, como
parte material de la oficina.
El despacho se traslada y venden la
oficina, con el señor Bartleby incluido. Y es que cuando le dicen “Debes
abandonar la oficina” él contesta:
“PREFERIRÍA NO
HACERLO”
Pero, así es; a menudo sucede que el contacto constante con mentes intolerantes agota finalmente las mejores determinaciones de los más generosos. Aunque, sin duda, si lo pienso, no es nada raro que a la gente que venía a la oficina le sorprendiera el extraño aspecto del misterioso Bartleby y que, además, se sintieran tentados a dejar caer ciertas observaciones siniestras sobre él.
Al final, el lector obtiene información
sobre la vida de Bartleby y la causa de su extraño e insólito comportamiento. Podría
contarlas aquí, pero preferiría no hacerlo… y no hacer spoiler. Mi maridito sostiene que Rajoy repite
la misma frase en la Moncloa cuando todos le están diciendo ya que la abandone…..
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