LA CONJURA

lunes, 1 de agosto de 2016

Menese y Lo Ferro

                          
Catedral del cante. La Unión.

La primera vez que vi a José Menese fue hace muchos años, en el festival del cante de las minas de la Unión. Estábamos en la cola para sacar las entradas (ahora es más cómodo, se hace por internet) cuando lo vimos pasar acompañado de una bella mujer, que, por lo visto, y según dijeron,  era su esposa. Una gitana que estaba delante de mí le gritó:

   ¡Anda hijo! Que si no fuese por esa voz que tienes

¿A qué se refería la gitana? ¿A la esposa ¿? ¿A que no cantaría en la Unión si no fuera por su voz?

José Menese era bajo, un poco cabezón y algo rechoncho por la edad. No recuerdo nada más de aquél encuentro, sólo que una vez dentro del concierto, en la que llaman la catedral del cante—antiguo mercado— su voz profunda y unas letras reivindicativas e íntimas  lo elevaron en mi memoria como uno de los mejores talentos del flamenco. En lo más alto.

¡Su voz! Esta mañana me han dado la noticia de su muerte.



Fue por entonces cuando me aficioné al  cante flamenco y al baile del flamenco. Todos los veranos vamos a algún festival, ya sea el Cante de las Minas o Lo Ferro (más  a éste último desde que se masificó el primero). El caso es que el verano no es verano si no hay flamenco. ¿O al revés?

Lo Ferro, como Menese, es especial. Un festival de gran calidad perdido en alguna parte del campo de Cartagena. Entre cultivos e inmigrantes,  surge la tasca del Melón de oro. Aquello parece un milagro. Una perla en el erial.



Del patio encalado, salen las notas de la guitarra del Torero, el guitarrista oficial del certamen, la voz de Antonio Carrión ( también guitarrista de Menese), los debates sobre mineras, la Ferreña y otros palos, y el arranque de alguno de los asistentes por verdiales Además de los concursos y de las galas flamencas, tienen jornadas o actividades paralelas de conferencias y debates  sobre temas  divulgativos y luego un fin de fiesta. Todo ello en una aldea de no más de 500 habitantes, donde asombrosamente se discute, se aprecia y se sabe de flamenco.

Este verano asistimos a la mesa redonda “Didáctica del flamenco: del colegio a la universidad, pasando por el conservatorio” Después de la conferencia hubo fin de fiesta (algo que debería generalizarse en toda clase de conferencias).

Y Saltándose (cosa que también debería generalizarse)  el rígido programa de otros festivales, esa noche, una espectadora (de México ¡!) subió a bailar por alegrías. Inserto vídeo.







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