LA CONJURA

lunes, 3 de enero de 2022

HUMO

 



Todo lo que erigimos los humanos es una anomalía en la naturaleza, que tiende a absorberlo y devorarlo. Con esta premisa, el autor, José Ovejero, nos muestra la supervivencia de una mujer, un niño y una gata en una cabaña rodeada de árboles. No sabemos quienes son ellos, ni lo que les ha ocurrido. Ni siquiera conocemos sus nombres, si tienen familia o no, ni lo que, mientras tanto, le ha ocurrido a la humanidad. El niño se llama niño, la mujer, mujer y el hombre, hombre. Tan sólo una gatita tiene nombre Miss Daisy. La naturaleza o el tiempo no entiende de nombres propios.


El presente es desolador, quieren sobrevivir pero la tierra se ha vuelto yerma, están hambrientos, doloridos, aislados, y el prójimo es el enemigo. El pasado es impreciso, viven de presencias que ya son ausencias, sin memoria alguna...¿estamos en el fin del mundo?


Es una novela corta (144 páginas), muy bien escrita, buen ritmo, y tensión narrativa, con un lenguaje trabajado, descarnado, que hace saltar las lágrimas de tristeza. Me lo recomendó mi maridito.


A pesar de todo hay en mi vida momentos de felicidad. No quiero decir únicamente de tranquilidad o ausencia de miedo. Es mucho más o mucho mejor que eso. Cuando corto leña para la chimenea con el hacha pequeña que me regaló el hombre y parto la madera de un solo golpe.


Puede que renunciar al ternero sea una renuncia a sobrevivir. Y sin embargo respiro tranquila, en paz. Elegir lo que no es razonable, ceder a un capricho, aunque no sea el mío, me hace sentirme dueña de mi vida. No es algo que pueda decir muchas veces.


Había nostalgia en su voz y en sus miradas demasiado insistentes, y yo he aprendido a huir de los hombres nostálgicos; quieren rehacer contigo aquello en lo que ya fracasaron. Esperan que seas la sutura de una herida que no has abierto que no has abierto que no has abierto tú.


Sólo comida. Mejor, claro, que adornos o recuerdos o iconos, pero es difícil vivir en un lugar sin memoria alguna. Sin narración.


No sé que abejas monstruosas saldrán de este desvío que ha tomado la naturaleza. Aunque supongo que todo ser vivo es un monstruo si no estás acostumbrado a él. ¿No es monstruoso tener ojos, tener dientes, tener aparato reproductor?


No estoy segura de que corramos menos riesgo de morir si nos marchamos que permaneciendo en la cabaña. Pero al menos acabaríamos con esta espera insoportable, tendríamos la sensación de tomar el destino en nuestras manos, por grandilocuente que suene.


Desconfío de la ayuda de los extraños. Siempre esperan más de lo que dan.


He aprendido que cuando abres tus límites se te instalan dentro y se adueñan del territorio. Nadie se resigna a estar sólo de visita.


Con sólo parpadear el mundo cambia. Ni siquiera te das cuenta de lo que has hecho pero de pronto ya no conoces la realidad. Lo que estaba ha dejado de existir, un elemento extraño entra en la imagen y todo aquello que la rodea cambia de significado.

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