La primera vez que fui a
Barcelona me preguntaste extrañada: ¿qué vas a hacer allí?. De eso hace ya tiempo.
Desde entonces, he viajado a otras ciudades, algunas sólo he ido una vez para cubrir
expediente, pero a Barcelona siempre
vuelvo.
Pues bien, te contaré lo que me pasó en este último viaje.
Quería terminar de leer el librito que me había llevado a Barcelona "La personalidad literaria", y
discutirlo con mi maridito en un sitio muy especial: la Plaza de Santa María, frente a la Basílica conocida como la Catedral del Mar, una de
las plazas que más me
gustan de Barcelona. Así que nos dirigimos al lugar en
cuestión en
el barrio de Born. Era tarde y había llovido, no obstante, hacía calor. La plaza radiante
como siempre.
Me gusta especialmente este
sitio por el contraste entre lo exiguo de la plaza y la
magnificencia del la
Catedral , que se erige austera y muy sufrida sobre el resto
de edificios (se construyó gracias al esfuerzo de los
Bastaixos, "pedreros" que traían la piedra desde Montjuic).
Hay un bar "La vinya del senyor" que tiene un excelente vino, así que mi intención era sentarme allí, frente a la Catedral del Mar mientras
tomábamos
un vino blanco gallego y comentábamos el libro.
El caso es que cuando llegamos
no había
sitio, todas las mesas estaban ocupadas. Dimos un par de vueltas , pero nada,
todo ocupado. Entonces un señor que había al fondo, nos llamó y nos invitó muy amablemente a que nos sentáramos a su mesa, que él ya se iba. Aunque no es lo
normal, ni por parte de él ni de nosotros mismos aceptar la invitación de un desconocido, así lo hicimos. ¿y por qué no Águeda?
El hombre tendría unos cincuenta años largos, era amable, apenas
hablaba más que
para decir lo necesario, cosas concretas, quiero decir que no parecía pedante. "Me voy enseguida" "Os recomiendo
el cava" "este bar es muy
conocido" ...
Era un hombre solitario que parecía guardar un secreto y del que
únicamente conocíamos que se llamaba José Luis y era de Madrid.
Enseguida se fue. Cogió una pequeña mochila beige de piel que
había
dejado sobre una silla y desapareció. Pero nosotros hemos estado
hablando de él todo el día.
¿Qué hacía un hombre solo tomando una copa de cava contemplando una
Iglesia?.
La hipótesis de mi maridito es que
venía a
ver a su ex mujer, quizás esperanzado en una posible reconciliación sin éxito, o quizás una cita allí mismo, en aquél lugar, con alguien que, al
final, no había
acudido.
Mientras comíamos en un restaurante de la
plaza real, hemos hecho todo tipo de conjeturas acerca de José Luis; un hombre poco
convencional, que disfruta de los pequeños detalles y al que
quizás le
gusten las motos, o viajar en tren, podría ser médico, dibujante de cómics, músico, fontanero, electricista, escritor, pero seguro que no era político, ni vendedor de coches, ni banquero, ni comercial, ni
agente de seguros.
El caso es que después, viendo las fotos que
echamos, hay un pequeño vídeo de diez segundos que hizo mi maridito al llegar a la plaza, antes de sentarnos con José Luis, y en el que apenas
imperceptiblemente sale él muy borrosamente si le das al pause, en sólo unas décimas de segundo.
José Luis será un enigma. ¡Cómo me hubiera gustado saber
quién
era!, ¡ Por qué estaba allí!. Entonces mi maridito me dijo
muy acertadamente (como siempre):
-- Escribe sobre él. Un escritor es aquél que rellena lo que
falta ( a la realidad).
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