LA CONJURA

lunes, 10 de junio de 2019

Anna




De: Niccolò Ammaniti






Estamos en Sicilia, aproximadamente año 2020. Un virus letal asola el mundo, causando la extinción de los humanos adultos en el planeta. Sólo los niños resultan inmunes a la epidemia, sin embargo conforme van creciendo y acercándose a la fatídica edad adulta contraen inevitablemente  la enfermedad y mueren

Han transcurrido cuatro años desde la catástrofe y nos encontramos con ciudades devastadas, incomunicadas, sin luz eléctrica ni agua, derruidas, a la suerte de pandillas infantiles arrasando los supermercados en busca de comida.

 No hay Estado.

Ya me dijo mi maridito que desde Thomas Hobbes, el Estado, o Leviatán no son tan sólo los edificios o carreteras sino el conjunto de personas funcionarias que lo constituyen; siendo los habitantes, sin embargo, la sociedad encarcelada.

Anna tiene a su cargo a su hermano pequeño al que cuida y protege como si fuera su propio hijo, para ello cuenta con el libro de las cosas importantes que le escribió su madre antes de morir previendo los acontecimientos. Con este libro, al que Anna recurre en momentos importantes,  el autor hace una analogía con el texto sagrado que deja las instrucciones para este mundo: La Torá, La Biblia y  El Corán...

Ante la situación cada vez más insostenible, deciden viajar (a pie) hacia el continente, con la ilusión de encontrar la vacuna que los salve o, por lo menos, cualquier otra solución mínimamente esperanzadora.

A pesar del caos se reproducen los patrones típicos en toda sociedad. La necesidad de creer en algo, quizá en un ser superior, la esperanza  en una vida, aunque sea temporalmente eterna, el amor en todas sus dimensiones: el fraternal, el romántico y el amor en un animal, un perro, que se les une en su peregrinación.

Una novela de teología política infantil y vírica.

Y una novela que nos vuelve a reivindicar el amor, la esperanza y la caridad, pero sobre todo el amor a los demás.

Tras la muerte de su madre, había sentido una soledad tan grande y opresiva quedado como tonta durante meses, pero ni una sola vez, ni siquiera por un momento, se le había pasado por la cabeza acabar de una vez con todo, porque notaba que la vida es más fuerte que todas las cosas. La vida no nos pertenece, nos atraviesa [...] Es nuestro cometido, es lo que han escrito en nuestra carne. Hay que seguir adelante, sin mirar atrás, porque nos impregna una energía que no podemos controlar, y aunque estemos desesperados, mutilados, ciegos, seguimos alimentándonos, durmiendo, nadando para que no nos engulla el remolino.