LA CONJURA

miércoles, 29 de febrero de 2012






LA REVOLUCIÓN DE LAS IDEAS (I)

HEGEL. MARX. SCHOPENHAUER


Georg Wilhelm Friedrich Hegel nació en Stuttgart, pero antes de que fuera famosa por sus aviones, y a los siete años ya escribía cartas en latín y griego, y de joven fue compañero de estudios del también filósofo Schelling y del poeta Hölderlin, entusiastas todos ellos de los acontecimientos revolucionarios de Francia.

Para Hegel, todos los sucesos del mundo son expresión necesaria de una misma razón universal que se va desplegando en pasos concatenados a lo largo de la historia humana. Su divisa es: todo lo racional es real y todo lo real es racional. Porque para Hegel la razón es la estructura dinámica de todo lo que existe.
Así que dijo de Napoleón: “ esta mañana he visto al espíritu de la historia a caballo, delante de mi ventana”.

Se le olvidó precisar que Napoleón no se percató de tal encuentro.

Esta aventura intelectual es narrada en su obra “Fenomenología del espíritu”. La razón no es estática y limitada sino dinámica y en marcha hacia la totalidad. Por ejemplo: ahora es de día, dejo pasar unas horas y la verdad de antes se ha convertido en falsedad. Además en el libro se hace un repaso de la percepción, el entendimiento y a la lucha por el poder entre el señor y el siervo… Hegel también escribió “Ciencia de la lógica”.

Cada paso de la razón es válido y también necesariamente falso, porque sólo el conjunto universal de la razón, la Idea total y absoluta, puede aspirar a ser considerada “la verdad”. Esta forma paradójica de avanzar : Un pasito p’alante María, otro atrás, y dos pasitos p’adelante María es llamada dialéctica y constituye la aportación más fructífera de Hegel al procedimiento intelectual.

Según la dialéctica, la razón establece primero una afirmación o tesis, después comprende las objeciones que la invalidan y pasan a negarla en la antítesis, para a continuación retomar una y otra en la síntesis, que va más allá de ambas recogiéndolas y superándolas.

Para Hegel nada grande se ha hecho en el mundo sin pasión. La sustancia ética efectiva y verdadera se va formando a base de aportaciones individuales que terminan cristalizando en instituciones históricas: la más madura de todas ellas es el Estado.

La filosofía más elevada y consecuentemente racional no se adelanta proféticamente a la historia, sino que viene después de ella para consolidar idealmente lo ya ocurrido. Porque según la metáfora de Hegel, el ave de Minerva (la lechuza) no echa a volar hasta el crepúsculo, cuando ya el día y sus acontecimientos han terminado.

El más destacado seguidor de Hegel fue Karl Marx, filósofo, economista, periodista y político, en realidad: revolucionario. En París se hizo amigo de Engels, su fiel compañero y mecenas con el que escribió el “Manifiesto del partido comunista”. Pero fue en Londres, en la Biblioteca del Museo Británico, donde escribió “El capital”, una obra fundamental e inacabada en la que expone sus ideas sobre economía, historia y filosofía política.

Marx se interesó por la obra de Feuerbach porque sostiene que todo pensamiento crítico comienza por la crítica a la religión. Pero le parece que éste se mantiene exclusivamente en el terreno de la teoría y el debate ideológico. En la última de sus “Tesis sobre Feuerbach” sostiene “Hasta el momento, los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de cambiarlo”. Es el lema que hay en su tumba en Londres.

Si la filosofía no tiene efectos prácticos será solamente otra modalidad de “opio del pueblo” como la religión, que no sirve más que para adormecer a los ciudadanos y acostumbrarles a que se resignen a la injusticia social.

El propósito de Marx es dar la vuelta a la dialéctica hegeliana. Hegel cree que es la conciencia (en forma de razón, religión o arte) lo que determina el ser del hombre, pero Marx le corrige: es el ser humano en su materialidad (es decir, sus relaciones sociales, laborales, económicas, desarrollo técnico) el que determina lo que los hombres van a pensar filosóficamente, van a creer religiosamente o van a admirar como arte sublime.

Lo que mueve la dialéctica universal no es la Idea, sino la Materia, mejor dicho – me dice mi maridito- “ la acción material humana”, que en el caso humano no es nunca mera cuestión de átomos y mecánica sino de confrontación social y luchas por el poder.
En sus obras sobre economía política, Marx denuncia lo insostenible del sistema productivo de su época: los propietarios de los medios de producción o industrias, los capitalistas, compran la fuerza de trabajo del proletariado cada vez a precio más bajo ( ver la actual Reforma Laboral del gobierno de Rajoy ), de modo que van convirtiendo a los obreros primero en explotados y luego en pobres miserables.

Es cierto que los burgueses capitalistas fueron imprescindibles para acabar con el feudalismo y la aristocracia, pero ahora se han convertido en un obstáculo para la futura sociedad, sin clases ni jerarquías sociales, donde todos los seres humanos seremos igualmente propietarios de lo común (de ahí el nombre de comunismo) y en ello coincidía con Bakunin.

Los verdaderos triunfos revolucionarios que consiguió su doctrina no consistieron en un cambio de gobierno tras una guerra civil, sino en conquistas como el Estado de bienestar, la seguridad social, etcétera. En cambio, en algunos países en que aparentemente triunfó, la Rusia soviética primero, luego la China de Mao, la Cuba actual, el comunismo marxista se convirtió en justificación ideológica de dictaduras sanguinarias.

El propio Marx dijo en alguna ocasión “ Yo no soy marxista”. Cosa que mi maridito repite de vez en cuando: “Yo soy como Marx, que dijo : “ yo tampoco soy marxista””.
Vamos, que todos somos marxistas y lo negamos tres veces antes de que cante el gallo, como San Pedro.

Así que PROLETARIOS DEL MUNDO, UNÍOS …. pero no para hacer un simple botellón ¡! ;-)

Schopenhauer, un optimista bien informado, nació en Danzing, en la actual Polonia, hijo de un comerciante que se volcó en su educación y de una madre novelista (con cierto éxito popular) a la que detestaba. Casi adolescente viajó por Francia e Inglaterra y recién cumplidos los treinta años publicó su obra fundamental "El mundo como voluntad y representación" que para su gran indignación pasó inadvertida durante décadas.

Atacó a los filósofos idealistas Fichte, Schelling y sobre todo a Hegel, su gran enemigo, al que calificó de farsante, criatura ministerial y cabeza de alcornoque, entre otras lindezas. Para colmo, se empeñó en poner su curso en la Universidad de Berlín, a la misma hora que el de Hegel, entonces en pleno auge de su fama y no consiguió audiencia, lo que tampoco aumentó su simpatía por su celebrado colega.

¡Cómo hubiera cambiado la historia de la humanidad si el alumno Marx se hubiera equivocado de clase y hubiera entrado a la de Arturo ¡- me dice mi maridito-.

Se instaló definitivamente en Frankfurt, donde se dedicó a escribir apéndices y corolarios a su obra principal. A los sesenta y tres años los reunió en una compilación llamada "Parerga y Paralipomena" en la que trataba diversos temas, amor, mujeres, fantasmas, universidad ( llena de fantasmas también ), duelos, locura…. Y entonces tuvo el reconocimiento que se le había escapado toda su vida.

Para Schopenhauer el mayor filósofo de todos los tiempos fue Kant, aunque se burlaba de su parte pietista, moralista, creyente. Trató de perfeccionar el pensamiento kantiano a través de la sabiduría hindú de los Upanishad, que conoció en la versión del orientalista francés Anquetil Duperron. Con Schopenhauer, Oriente se incorpora al pensamiento europeo moderno: su gabinete de trabajo desprovisto de cualquier fetiche religioso cristiano, estaba presidido por una imagen de Buda. Y si hubiera conocido Yogamaiga, seguro que vendría con mi maridito en el Mercedes a las sesiones de yoga de los lunes o miércoles de muchas semanas….

Lo que conocemos de la realidad no es más que nuestra representación de lo que hay, es decir, lo que Kant denominaba “fenómeno”. O sea, aquello que causa en nuestro cuerpo todo lo que está fuera de nosotros. Esta representación proviene de nuestra intuición vital, a partir de la cual operará después la razón y sus conceptos abstractos.

La representación es lo que los hindúes llaman “el velo de Maya”, es decir, el conjunto de ilusiones producidas por nuestros deseos y apetencias vitales que encubren lo que no les interesa y embellecen lo que prefieren.

Porque lo que de verdad cuenta para nosotros del mundo es lo que la voluntad que nos constituye quiere de él, una demanda infinita que siempre desea más y más, sin contentarse nunca con nada, anhelando algo nuevo en cuanto conseguimos lo que habíamos apetecido.

En verdad no es nuestra razón idealista la que dirige cuanto queremos, sino nuestro salvaje e inconsciente querer o voluntad el que domina cuanto entendemos y razonamos.
Todos los grandes pensadores han supuesto que lo que está bien en el mundo es la totalidad en su conjunto, y que los males provienen de nuestra individualidad caprichosa y equivocada.

Schopenhauer opina lo contrario: el mundo es dolor, porque el querer nunca está satisfecho y todo lo que existe es puro apetito de obtener más y más, sin tregua ni objetivo final. Todos los seres sufren, cada cual a su modo. Nadie merece ser envidiado ¡! – ni siquiera mi maridito.

Pero precisamente el ser humano, por medio de la razón, puede darse cuenta de este absurdo y frenar su querer, apaciguarlo e incluso renunciar a la voluntad voraz.

Primero por medio del arte, que nos distancia del mundo y lo representa sin obligarnos a sufrir y desear (el arte superior es la música o la voluntad en directo), después por la compasión, el fundamento de toda moral, que nos hace comprender los sentimientos del resto de los seres, no sólo humanos, sino también animales ( cada vez que conozco más a los hombres, mejor me cae Fox).
Finalmente en la santidad (sin dioses ni clero, desde luego), que hace a unos pocos renunciar a la procreación, e incluso al deseo cruel de vivir y les permite extinguirse suavemente en el nirvana. Pero no suicidarse, obviamente, pues eso sería darle demasiada importancia a la vida y a la voluntad de vivir.

Las recomendaciones de Schopenhauer pretenden reducir al mínimo los padecimientos de la vida utilizando el sentido común. Fue un excelente escritor. Un ejemplo de su perspectiva pesimista es la fábula de los puercoespines en invierno, como metáfora de la vida social: cuando llega el frio invernal los puercoespines se arriman para darse calor pero no pueden acercarse demasiado porque se pinchan con las púas de sus semejantes.

















sábado, 11 de febrero de 2012

Plenilunio

PLENILUNIO. ANTONIO MUÑOZ…MOLINA

En honor a Antonio Muñoz Molina he preparado el ambiente propicio para escribir esta reseña, todos los detalles dispuestos—como supongo le gustaría a él—en la cocina de mi casa, de grandes ventanales por los que entra a raudales el sol de una espléndida mañana de sábado, con Gladiator—mi gato—sentado a mi lado, y al fondo música de Bach en el spotify mientras tecleo en el portátil. Mi maridito que también se llama Antonio Muñoz… pero Ballesta y no Molina, se fue esta mañana a una excursión, a castillitos, unos acantilados que fueron del ejército con fortificación y cañones abandonados, y desde donde se divisa, según él porque yo lo dudo, la costa africana. Las mismas caminatas que Muñoz Molina—le digo yo—pero en diferentes escenarios, tú en el levante español y él en las calles de Niuyor y en el rio Jadson en vez del Mediterráneo.
Muñoz Molina se enrolla mucho, tanto que algunas veces desespera, pero algo tiene que cuando leo alguno de sus libros (por lo menos los leídos hasta ahora), transmite ganas de vivir, ilusión y esperanza sobre todo en las pequeñas cosas que hacemos a diario: una simple comida con un buen vino, una canción, un atardecer o amanecer, el cielo gris plomizo con persistente lluvia; es como cuando uno sale del cine después de ver una buena película (un drama o una comedia, da lo mismo) y respira profundo, y dice ¡Qué bien!. Y empiezas a pensar cuál será el próximo libro suyo que leerás.
Luego está el autor, el propio AMM, al que así llamaré de ahora en adelante para diferenciarlo del otro gran genio, mi maridito AMB, que intuyes una buena persona, lúcido en sus comentarios, un poco progre en ocasiones, pero siempre, siempre, respetuoso e incluso honesto.
Plenilunio es la historia de un inspector de policía, trasladado desde el País Vasco, que tiene que resolver el caso del asesinato de una niña, y es también la historia de su relación amorosa con Susana Grey, la maestra del pueblo. Ambos personajes fracasados en sus respectivas vidas, indiferentes a todo o casi todo, se reconocen como almas gemelas en el lento discurrir de acontecimientos anodinos del pueblo, y se unen el uno al otro como única tabla de salvación.
“Ahora descubro que no sé nada, que en realidad no me he preocupado de aprender ni de entender nada, de pronto no sé en qué se me ha ido la vida, aparte de en tener miedo y en perseguir terroristas y en beber whisky”.
Descubrimos al asesino, con su historia sórdida y miserable, y en ocasiones se le tiene lástima o asco, o ambas cosas a la vez. Y ese pueblo inconfundible, que en toda la narración me ha recordado a la eterna Mágina, con sus plazas, centro histórico, y sus estatuas de generales y toreros.
Aunque se enrolla demasiado para mi gusto, a pesar de ello, qué bien describe:
“La luz de la mañana de mayo le había herido los ojos cansados por el insomnio, le aturdía como una sonoridad muy aguda después de una noche de resaca. Haría calor en cuanto avanzara la mañana, se levantaría una niebla tenue de la tierra profundamente empapada de agua a lo largo de tantos meses y resplandecería violentamente al sol el verde fragante y limpio de los sembrados, el amarillo cegador de los jaramagos que crecían con una pujanza inusitada de vegetación selvática entre las filas de olivos y en las cunetas de la carretera.”
El primer libro que leí de AMM fue "El jinete polaco” y lo hice por la gran estima que tiene mi amigo César Cóbos a la novela y sobre todo al autor, me lo prestó, pero en mi casa se inundó el sótano donde tengo la biblioteca, entonces el jinete polaco se hinchó y relinchó y lo colgué junto a otros libros en el tendedero de la ropa; así se secó al sol.
Después he leído otros, como por ejemplo “Los secretos de Madrid” que me parece una pequeñita obra de arte. Estos últimos días mi maridito ha recibido un SMS de Michel Houellebecq donde dice que le ha gustado mucho Plenilunio.
AMB no tardará en volver, me dice por teléfono que ha hecho fotos. Yo, por mi parte, tengo la comida preparada mientras escribo estas líneas y escucho a Rocio Jurado por Alegrias.

NOTA: 7