LA CONJURA

sábado, 25 de septiembre de 2021

YOGA

 




Yoga” no es un libro de ficción ni un manual de yoga, es un género híbrido, una mezcla de ensayo y autobiografía. Un texto duro, triste, y a la vez hermoso. Emmanuel Carrere tuvo la idea de escribirlo a raíz de una entrevista que le hiciera un periodista, un joven culto y curioso que resultó ser, por otro lado, un ignorante en temas relativos a la práctica del yoga


Pero “Yoga” no es únicamente un libro sobre esta disciplina. Es también el testimonio de los últimos acontecimientos en la vida del autor, un hombre depresivo con tendencias suicidas y trastorno bipolar que tuvo que ser ingresado en un centro psiquiátrico, donde cuenta además el drama vivido con los refugiados sirios en una isla griega y del que el propio Carrére es testigo, las relaciones en el trabajo con editores y amigos, y, entre otros sucesos también, el ataque terrorista a Charlie Hebdo en el que uno de los asesinados fue su íntimo amigo Bernard Marris.


El tema del yoga se queda corto para la extensión del libro, entonces Carrère enlaza con otros sucesos ajenos que lo único que tienen en común es que le han ocurrido a él; sin embargo, esta extraña mezcolanza se salva por su virtuosismo narrativo y su habilidad para conectar temas aparentemente dispersos.


Un tema que aborda el libro es la falta de compasión de lo meditadores aryurvédicos, a pesar de que la compasión y la clemencia es fundamental en el budismo pero que entra en conflicto con el romper lazos que el meditador debe hacer en la práctica. Cuestión esta que aparece en las páginas 139-140 de la novela (¿de no ficción?) respecto a unos suizos alemanes ayurvédicos que no se inmutan al ver a las víctimas del tsunami en Sri Lanka, cuando todos estaban ayudándoles, y en la página 148 en el caso de “ La historia poco simpática del asceta Sangamaji” en la que Sangamaji permanece impasible cuando su exmujer le deja en el suelo delante de él, en su meditación, a su bebé desnutrido que no cesa de gritar. Ante tal falta de empatía no entiende el autor a Buda cuando, según Hervé, elogia la conducta de Sangamaji.


Conversando con Pablo D’Ors en los “Encuentros de Humanidades y Filosofía” (8 minutos antes de terminar la grabación) mi maridito le planteó esta crítica de Carrére a los meditadores y la respuesta de Pablo fue que el meditador de verdad es también compasivo y no sólo debió ayudar a las víctimas del tsunami de forma material sino también acompañándolos de forma contemplativa.


En definitiva, la práctica del yoga es para el autor una forma de sobrevivir y de llenarse de compasión y de benevolencia hacia los pensamientos de mierda, hacia la mierda de vida. Hacia ese cabrón que te ha jodido la vida. Hacia las sombras en general. Seguir vivo…



Sigo sin estar muerto”


Mi amiga Ruth Zylberman me manda estas dos cartas breves de un niño de ocho años a su abuela durante las purgas de 1936 en la Unión Soviética. He aquí la primera: Querida babushka: Todavía no estoy muerto. Tú eres la única persona que tengo en el mundo y yo la única que tienes tú. Si no me muero, cuando sea mayor y tú seas muy muy vieja, trabajaré y cuidaré de ti. Tu nieto, Gavrik. Y la segunda: Querida babushka: Tampoco esta vez estoy muerto. No es la vez de la que te hablé en mi última carta. Sigo sin estar muerto.