Desde que conozco a mi maridito, y hace ya algunas
décadas, nunca lo he visto tomar aspirina;
se aleja de este medicamento como alma que lleva el diablo, “vade retro”. Es
que ni siquiera permite tocarla y si un paquetito del famoso fármaco de la
Bayer osa acercarse, se convierte en un perturbado, loco, agitadísimo, gritando,
como un verdadero poseído del Medievo español. HOMBRE DE CARÁCTER FUERTE.
La razón es que era alérgico. Decía que le salían unas manchas
moradas en las manos. Una vez me las enseñó y todo, y yo creí verlas, no sé…
Sin embargo, yo pertenezco al reducido club de la aspirina, del
ácido acetilsalicílico, ya quedamos
pocos, así que cuando estoy enferma y tengo que tomar un analgésico no recurro
al ibuprofeno, ni al paracetamol, me voy directamente a la aspirina.
Aunque últimamente estoy fallando y empiezo a tomar
paracetamol.
Viernes noche en el hospital. Rodeado de aparatos, cables,
monitores, enfermeros, enfermeras, médicos, mi maridito acababa de sufrir un
infarto grave, gravísimo. Me permitieron verlo unos instantes en la UCI, yo
estaba ausente, perpleja, las circunstancias me sobrepasaban y un orfidal bajo
la lengua hacía sus efectos. Mientras tanto, una enfermera delgada, bajita y
muy joven—los médicos y enfermeros ya no son personas mayores como lo eran antes—me
preguntaba por su historial médico, sus operaciones, sus pulmones, cualquier
cosa que debieran saber, importante para el tratamiento. La enfermera insistió
en su alergia a la aspirina, decía que era fundamental en estos casos..
— ¿Alguna vez se hizo una prueba de alergia?—me preguntó
—Pues no, la verdad—le respondí haciendo esfuerzos para
concentrarme—creo que nunca se hizo pruebas y siempre he tenido mis dudas.
Al día siguiente, mi maridito continuaba en la UCI inconsciente,
pero gracias a Dios evolucionaba favorablemente. Poco a poco se dice en estos
casos. Tras hacerle análisis, los
médicos dijeron que no era alérgico a la aspirina. ATENCIÓN, que NO era alérgico. En la UCI son muy eficientes, hacen
todo tipo de pruebas, a cualquier hora. Estábamos en el hospital de referencia,
motor de la medicina contemporánea de la región.
Cuando mi maridito se despertó del coma, lo primero que hizo
fue ejercicios de lógica, a ver si su cerebro funcionaba correctamente o estaba
dañado. Hombre noble y aristocrático. Horas después entramos nosotros, sus
familiares. Él sólo acertaba a decir con la voz ronca por efecto todavía de la
intubación: “Milagro” “HA SIDO UN MILAGRO”. Le llevé una libretita pequeña y un
bolígrafo, y el primer libro que encontré—de Vargas Llosa—, “TIEMPOS RECIOS”, en
una papelería cercana al hospital, para que se entretuviese mientras estuviese
en la UCI. Luego, más tarde, leí que puso:
“Hace quince días murió
mi perro Fox, y ahora casi muero yo”
“El corazón tiene
razones que sólo los cardiólogos entienden”
No tardé en decírselo. Estaba siendo tratado con Adiro—acido
acetilsalicílico— y todavía hoy sigue tomándoselo, entre otros fármacos. El caso es que se lo dije: “no tienes alergia a la aspira, la puedes
tomar sin problemas”, a lo que él me contestó:
—Otra mentira más de este mundo confundido
y repleto de falsedades.