LA CONJURA

domingo, 29 de septiembre de 2013

EL VERANO SIN HOMBRES

De Siri Hustvedt



A Mía Fredicksen, una poeta de cincuenta y cinco años de edad y con cierto prestigio, la abandona su marido. Éste le pide una "pausa" en sus relaciones, y la Pausa resulta ser  una guapa francesa con unas buenas tetas y bastante más joven que su mujer. 

Ese verano, la protagonista, regresa  a la ciudad donde vive su madre, internada en una residencia de ancianos. Allí simpatizará con algunas ancianas, compañeras de su madre. Contratada en un taller literario, enseña   poesía a un grupo de adolescentes, e intima con su joven vecina, madre de dos niños pequeños, y con problemas en su matrimonio.

Hasta aquí todo normal. Un neurocientifico, una poeta e intelectual, un apartamento en New York, todo muy civilizado.

Pero la autora, Siri Hustvedt, (esposa de Paul Auster) en apenas doscientas páginas del libro, pone tal cantidad de referencias intelectuales, de poetas, de filósofos y pensadores, que si Heidegger, que si Hegel o Kierkegaard o Leibniz...en fin, que hace un texto  recargadísimo de citas. Hasta la primera experiencia sexual de la protagonista ocurre precisamente en la biblioteca mientras leía a Kant.

La novela estaría mucho mejor sin tanta disquisición forzada, porque Siri Hustvedt escribe bien, y no necesita demostrar nada, no necesita medirse con su marido; Paul Auster, que es lo que parece que hace.


Hay varias  cosas que me gustan del libro. Por ejemplo, la relación  de la protagonista con el marido y con su madre,  la forma en que enseña poesía a sus  alumnas, el conocimiento de algunos autores, el maravilloso haiku sobre la brevedad de la vida, la historia de la sexualidad en los primates y los sonidos de las hembras cuando alcanzan el orgasmo como si fueran Santa Claus JO JO JO, la historia del clítoris como un rompecabezas darwiniano en fin, a veces, me ha arrancado carcajadas. Sin embargo, la novela no es de humor. La ambigüedad es la característica general de todas las artes contemporáneas: escultura, pintura, y también en la novela.


Recordé la inmensidad del mundo

Todos somos personajes cómicos, bufones ridículos que avanzamos a trompicones  por la vida, dejando todo tipo de desaguisados a nuestro paso.

  
Pero otras veces, en otras páginas, he visto demasiados autores, demasiadas citas, demasiado rimbombante:

Lo que dice sobre una tormenta: Una sucesión de detonaciones mezcladas con explosiones encima de cabeza una y otra vez.

Consultada mi amiga y filósofa de cabecera Mariplatónica, acerca del libro me remite el siguiente correo:




Por lo que contáis, parece que revolotea sobre un montón de cuestiones más o menos interesantes y profundas. No, no es normal tanto filósofo en un párrafo salvo que se quiera presumir o liar las cosas. Y menos en un libro que no parece un estudio sesudo de un tema en el que a lo mejor sí que hay que hacer muchas referencias. No y no.

Dice Hume sobre los libros: "
Si, convencidos de estos principios, pasamos revista a las bibliotecas, ¿qué estragos será necesario que hagamos? Si cogemos, por ejemplo, un volumen de teología o de metafísica escolástica, preguntémonos: ¿es que contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad o el número? No. ¿Es que contiene algún razonamiento empírico sobre los hechos y la existencia? No. Confiadlo entonces a las llamas, ya que no puede contener más que sofistería e ilusión.

Y digo yo: ¿ profundiza en alguna cuestión de interés ( éste u otro libro cualquiera)? ¿aprendo algo con él de la vida, del mundo o de la gente? ¿qué es lo que muestra? ¿me río o me lo paso bien? ¿merece la pena hacer el esfuerzo de leerse las páginas que quiera que contenga?
                                

 

Pues a mi me ha merecido la pena leerlo, en el sentido en que  ha sido un libro muy discutido, y eso como mínimo siempre es  interesante.

Mi maridito, como mariplatonica, tiene una buena impresión de Hume, pero respecto a esa cita en cuestión la califica de "boutade ", propia de quien minimiza su experiencia.

Sigue Mariplatónica diciendo:


Por otra parte, la gente lee lo que lee, lo que cree que debe leer, lo que le dicen que lea, lo que le interesa,  yo qué sé, es una cuestión psicológica compleja en la que se mezcla (me parece a mí) las estructuras sociales (ya económicas, ya culturales, ya políticas..), las estructuras familiares, las personales, y todo ello desde varios ángulos, quiero decir que inciden en varias dimensiones de nuestro ser: en la emotiva (autoestima, estima de los demás), cognitiva (el conocimiento, la cultura), social (jerarquías , status, relaciones con el grupo y con la sociedad, en definitiva) , y todo eso, mezclado con el proceso digestivo en sí de información útil o no para la vida, pero que a priori, por alguna/s de las razones mencionadas, lo consideramos así. (No sé si se me está yendo mucho la olla pero me lo estoy pasando en grande, si no me contaras las cosas que me cuentas no me pondría a pensar estas otras así que me vienen muy bien). Bueno, sigo, quiero decir que cuando leemos realizamos un acto social y personal (a veces muy social,  y a veces muy personal, mucho, y prepondere lo uno o lo otro, siempre se dan esas dos dimensiones porque lo básico de la lectura al final es el contacto con el otro, con el escritor (y viceversa). Y esa es la maravilla, me parece a mí. Es una de las formas más complejas, extrañas y maravillosas de comunicación humana, tal y como yo lo vivo.
 Sin ventanas. Mónadas.

Leibniz (quizá esto ya lo sabes) decía que todo está constituido por mónadas, una especie de entidades inmateriales, unidades de energía pura y dura pero que están en el seno mismo de materia, que aun cerradas sobre sí mismas  interactúan con la dimensión material  y con las otras monadas por una suerte de leyes universales;  y decía también que los hechos del mundo se producían según un plan (de Dios, el gran monadólogo), un diseño perfecto que establecía una armonía entre las mónadas y la  realidad toda, la armonía preestablecida, lo llamaba él.
Me encanta esa imagen, esa cosmovisión. Me fascina.
A mí siempre me ha parecido un genio aunque la Historia de  la Filosofía le ha hecho un caso relativo, sí y no,  como si fuera un desvarío su monadología. La  física cuántica ahora empieza a pensar cosas parecidas, bueno, hace ya tiempo. Lo que siempre le han  reconocido, es verdad, es su genio matemático y lógico.

Y por qué me he acordado yo de Leibniz. Pues porque podríamos pensar,  al menos a veces, que somos como átomos incomunicados, pequeñas y sufridoras entidades solipsistas que, gracias a algún misterio que se nos escapa, nos trascendemos un poco, lo que se puede, y nos comunicamos.
Y las leyes tienen que ver. Estamos sujetos a un sinfín de fuerzas, leyes o como lo queramos llamar que nos atraviesan y nos rodean, y que atravesamos y rodeamos (me creo yo), y así  estamos limitados y a su vez "abiertos" (con el permiso de Leibniz) precisamente por ese contacto con el  exterior (que nos condiciona y nos amplía paradójicamente),  y por eso leemos lo que leemos y como lo leemos y cuando lo leemos y no otras cosas. (Uy, uy, uy)

No se lo dije a Mariplatónica, pero Siri Hustvedt habla también en su novela de la Monadología de Leibniz, así que será por eso que, intuitivamente, mi amiga lo saca a relucir.

Luego dice Siri H.

“Yo que he soportado continuos embates  por mis enfrentamientos con la teoría literaria, que me he decantado por sus aspectos lingüísticos y he sido testigo de la muerte del autor,…Un libro es producto de la colaboración entre el lector y el texto y, en el mejor de los casos, ese encuentro da lugar a una historia de amor como cualquier otra”.

Pues tiene razón la mujer en aquello de la muerte del autor, pues en este libro hemos colaborado  muchos al leerlo desde muchos puntos de vista o lecturas.

De nuevo, cuando ya daba por terminada la reseña, mi maridito mimado pone las íes sobre los puntos, o mejor dicho los puntos sobre los palos que hacen las íes !! ...y queda algo así –si le he entendido bien, que no es fácil-:

                        “  Lo que ha dicho acertadamente mi querida colega  merece ser elevado en espiral hacia el espíritu absoluto hegeliano !!... Y lo que quiere decir Siri es que el texto se independiza contextualizadamente en círculo o espiral hermenéutica !!
                            Y lo que diga yo ya lo he dicho.”

Os dejo una foto de la autora, que es muy guapa.









martes, 10 de septiembre de 2013

BARÇA-ATLÉTICO DE MADRID



Final de la Supercopa de España en el Camp Nou. El ganador de la Copa y el ganador de la Liga, se enfrentan en una final a dos encuentros. Yo estuve en ese partido, que terminó con empate a cero, aunque el Barça ganó, pues ya en el partido anterior de ida le ganó uno a cero al atlético de Madrid.


Impresiona ver tanta gente (más de ochenta mil personas), gritando todos a una,  como en el circo romano, aplaudiendo, silbando; al principio atemoriza un poco, luego, cuando ya te acostumbras, resulta hasta divertido, y entonces tú también te unes a la masa, y le gritas tal o cual cosa al jugador que ha hecho falta, y pides expulsión echándote las manos a la cabeza porque el árbitro (traidor) no ha pitado un claro penalty.

Los jugadores se anuncian por megafonía y van entrando uno a uno al campo, y como si fuesen gladiadores romanos, se les aplauda en función de su importancia, popularidad y gusto del público. Cuando le llegó el turno a Messi el estadio se levantó en un largo ¡¡¡¡¡Bieeennnnn!!!!

Sentado junto a nosotros no había ningún catalán, ni siquiera español, estábamos rodeados de  griegos, chinos, palestinos (con la bandera palestina), judios (con la kipá), rusos (delante de nosotros), y musulmanes (a mi lado); todos pacíficamente viendo el partido. Dice mi maridito que eso se debe al efecto tranquilizador del verde del césped. Sólo a lo lejos, un catalán decía de vez en cuando, en castellano, pero con acento catalán,  hijo de puta a los seguidores del atlético de Madrid, que a su vez, también le decían hijo de puta a Piqué.

Pero los que empezaron primero fueron los seguidores ultras del atlético de Madrid. Estaban sentados en las gradas de arriba, todos juntos, con las camisetas respectivas de su club, y coreando: Piqué cabrón, tu mujer....  Se oía en todo el estadio. Por megafonía se les conminó a que se callaran.

Terminado el partido, mantuvieron a los ultras en sus asientos, hasta que el personal de seguridad les diera autorización para salir. La gente se fue, el campo quedó prácticamente vacío, salvo algunos trabajadores arreglando el césped, y alguien más del público y allí arriba continuaban los seguidores del atlético, ya solos y en silencio, ante un estadio casi vacío.

Yo me quedé más tiempo observandólos
.


Tengo que repetir esta experiencia, así que ya sabes Mariplatónica que quedamos para otra, en Madrid, Barcelona o en la misma Condomina. Pero hay que estar muy atento a las jugadas  porque aquí no es como TV y no hay repetición.

lunes, 2 de septiembre de 2013

LA PERSONALIDAD LITERARIA


de Arthur Schopenhauer


La personalidad literaria  es un pequeño ensayo integrado en la obra de Parerga y Paralipómena, libro  cajón de sastre donde Schopenhauer toca una variedad de temas.

No habla muy bien Schopenhauer sobre la lectura pues entiende que "leer es pensar con el cerebro ajeno en lugar de con el propio". (salvo que te hayan copiado, dice mi maridito, también filósofo, aunque no tan famoso como Sch.).

Poco menos que considera el leer como un acto violento: "El espíritu sufre de este modo una completa violencia del exterior, y debe pensar tal o cual cosa hacia la cual no se siente atraído"

La lectura impone al espíritu pensamientos que son tan extraños y heterogéneos de tal manera que leer mucho resta mucha elasticidad. El medio más seguro de no tener ninguna idea propia es tomar un libro en la mano en cuanto se dispone de  un minuto. Las personas que han pasado su vida leyendo y sacan su sabiduría de los libros se parecen a los que obtienen datos de oídas de otros países sin haberlos visitado. Leer es el sucedáneo de pensar.

Sin embargo, lo que verdaderamente ilustra al espíritu es lo que Schopenhauer llama el pensamiento original, el pensamiento propio frente al prestado, que sigue su propio impulso, tal como está determinado por las circunstancias exteriores o por algún recuerdo. Los letrados han leído en libros, pero los pensadores, los lumbreras de la humanidad han leído directamente en el libro del Universo. Rechazar un pensamiento original para leer un libro es un pecado contra el Espíritu Santo.

Aunque reconoce que no siempre el cerebro está en un estado bueno para pensar y hay que esperar. Mientras tanto, haremos bien en coger un libro y leer, pero, eso sí, con cuidado y sin acostumbrarnos  al sucedáneo, ni a los senderos ya hechos. No podemos perder de vista el mundo real, que nos ofrece muy a menudo la ocasión de pensar por nosotros mismos. De lo contrario, sólo estaremos ante multitud de cerebros ordinarios y engolfados en toda clase de opiniones.

La aversión también desaparece, porque las cosas vistas de más cerca parecen mucho más soportables.

He aquí la razón por qué el saber hace a la mayoría de los hombres todavía más estúpidos. (esto siempre nos lo hemos preguntado alguna vez, vaya, tan leído y tan tonto  ¿cómo es posible?)


Para terminar dos consejos de Schopenhauer (muy buenos).

Primer consejo, hay que tener una biblioteca ordenada, (ya se lo digo yo a mi maridito pero no me hace caso, aunque él dice tener todos los libros de Schopenhuer juntos y en un sitio destacado) porque más vale tener pocos libros ordenados que tener muchos sin ordenar.

Segundo consejo, tener siempre a mano un libro de notas a fin de poder escribir las ideas de nuestro propio pensamiento original, porque el más bello pensamiento corre peligro de ser irrevocablemente olvidado.


Desde Barcelona



La primera vez que fui a Barcelona me preguntaste extrañada: ¿qué vas a hacer allí?. De eso hace ya tiempo. Desde entonces, he viajado a otras ciudades, algunas sólo he ido una vez para cubrir expediente, pero a Barcelona  siempre vuelvo.

Pues bien, te contaré lo que me pasó en este último viaje.


Quería terminar de leer el librito que me había llevado a Barcelona "La personalidad literaria", y discutirlo con mi maridito en un sitio muy especial: la Plaza de Santa María, frente a la Basílica conocida como la Catedral del Mar, una de las plazas que más me gustan de Barcelona.  Así que nos dirigimos al lugar en cuestión en el barrio de Born.   Era  tarde y había llovido, no obstante, hacía calor. La plaza radiante como siempre.

Me gusta especialmente este sitio por el contraste entre lo exiguo de la plaza  y la   magnificencia del la Catedral, que se erige austera y muy sufrida sobre el resto de edificios (se construyó gracias al esfuerzo de los  Bastaixos, "pedreros" que traían la piedra desde Montjuic). Hay un bar "La vinya del senyor" que tiene un excelente vino, así que mi intención era sentarme allí, frente a la Catedral del Mar mientras tomábamos un vino blanco gallego y comentábamos el libro.

El caso es que cuando llegamos no había sitio, todas las mesas estaban ocupadas. Dimos un par de vueltas , pero nada, todo ocupado. Entonces un señor que había al fondo, nos llamó y nos invitó muy amablemente a que nos sentáramos a su mesa, que él ya se iba. Aunque no es lo normal, ni por parte de él ni de nosotros mismos aceptar la invitación de un desconocido, así lo hicimos. ¿y por qué no Águeda?

El hombre tendría unos cincuenta años largos, era amable, apenas hablaba más que para decir lo necesario, cosas concretas, quiero decir que no parecía pedante. "Me voy enseguida" "Os recomiendo el cava"  "este bar es muy conocido" ...

Era un hombre solitario  que parecía guardar un secreto y del que únicamente conocíamos que  se llamaba José Luis y era de Madrid.

Enseguida se fue. Cogió una pequeña mochila beige de piel que había dejado sobre una silla  y desapareció. Pero nosotros hemos estado hablando de él  todo el día.

 ¿Qué hacía un hombre solo tomando una copa de cava contemplando una Iglesia?.

La hipótesis de mi maridito es que venía a ver a su ex mujer, quizás esperanzado en una posible reconciliación sin éxito, o quizás una cita allí mismo, en aquél lugar, con alguien que, al final, no había acudido.

Mientras comíamos en un restaurante de la plaza real, hemos hecho todo tipo de conjeturas acerca de José Luis; un hombre poco convencional, que disfruta de los pequeños detalles y  al que quizás le gusten las motos, o viajar en tren, podría ser médico, dibujante de cómics, músico, fontanero, electricista, escritor,  pero seguro que no era  político, ni vendedor de coches, ni banquero, ni comercial, ni agente de seguros.


El caso es que después, viendo las fotos que echamos, hay un pequeño vídeo de diez segundos que hizo mi maridito al llegar  a la plaza, antes de sentarnos con José Luis, y en el que apenas imperceptiblemente sale él muy borrosamente si le das al pause,  en sólo  unas décimas de segundo.


José Luis será un enigma. ¡Cómo me hubiera gustado saber quién era!, ¡ Por qué estaba allí!. Entonces mi maridito me dijo muy acertadamente (como siempre):


-- Escribe sobre él. Un escritor es aquél que rellena lo que falta  ( a la realidad).



Bueno Águeda,  pues eso quería contarte. Besos.