He aquí una entrevista a A. Muñoz Ballesta, sobre filosofía y realismo liberal.
sábado, 27 de abril de 2019
sábado, 13 de abril de 2019
El HULE
Mi amiga está enferma. El otro día hablando con ella por
teléfono me dijo, que desde hace un tiempo tiene percepciones diferentes, una
luz más nítida como cuando era una niña, y colores más vivos e intensos. Me
dice riendo a carcajadas, pues siempre está riendo, que debe ser por la
medicación. Lo cierto es que no recuerdo ni un solo momento con ella sin que haya
reído. Y aunque han pasado más de treinta años, sigue igual, incluso el día que
me llamó para decirme que estaba enferma, o cuando relataba la dolorosa punción
que le hicieron en la columna.
—Cuando entré en la sala de operaciones oigo a los
enfermeros decir:”Con ésta hay que tener cuidado que es más joven”. Yo pensé
¿qué me irán a hacer? Luego, cuando me hincaron aquello, era tan doloroso que
lloraba y reía al mismo tiempo. Los pobres enfermeros me tenían que dar la vuelta
y yo les decía: Venga, no os preocupéis que yo os ayudo a darme la vuelta. Ja, ja, ja.
Hoy es su santo. Pero nunca lo ha celebrado porque no le
gusta llamarse Dolores. Mira por dónde eso no le hace gracia. Sobrevive con 400
euros al mes, tiene un móvil de hace veinte años, no tiene ordenador, ni
internet, ni wifi. Por supuesto ni Netflix, ni HBO, ni historias de ese tipo. Este
año no verá supervivientes porque sale en la cabecera del programa un bicho que
le aterroriza, sin embargo me recomienda un programa en uno de esos canales marginales que nadie ve
en la TV sobre una familia de enanos y sus peripecias.
Necesita ir a los servicios sociales para solicitar una
asistenta que le ayude en las tareas diarias. Su hija no puede, vive lejos, en otra comunidad. Ahora ha venido
a verla y le dice que no se ría tanto,
que cuando vaya a pedir ayuda a los servicios sociales no la van a creer. Entonces ella se ríe aún más con esa risa tan
contagiosa de perro pulgoso de dibujos animados. Pero la ayuda no llega. Son
muchos papeles, demasiada burocracia.
Contadas veces sale de casa, no puede, tiene las manos y los
pies heridos y le duelen. Sin embargo cada
acto mínimo en su vida cotidiana lo convierte en una gran aventura.
—Mira Nico, ayer me armé de valor y salí a comprar un
mantelito de hule para mi mesa de camilla porque el que tengo está muy
desgastado y feo. Así que fui a una tienda que hay en el centro. El hombre de
la tienda me enseñó los que tenía, con dibujos y colores muy bonicos. Me gustó
uno de margaritas amarillas y cielo azul
y le dije que me cortara un metro. Al rato, cuando el hombre estaba cortando, me fijé mejor en los dibujos, y entonces me di
cuenta que no eran margaritas sino un dibujo de Bob Esponja. JA JA JA. La verdad es que el vendedor
se portó muy bien y me dijo que si no quería que no me lo llevara, pero yo le
dije que sí, que ya que lo había cortado me lo llevaba. JA, JA, JA.
Podría contar tantas
anécdotas suyas…
La risa es el arma del pueblo contra la superficialidad y lo
absurdo de la vida en general. Me imagino cómo se reirá cuando le digan que la
luna tiene otra cara oculta que nunca se ve y que el sol no quema pues no es
fuego. Gases y Helio con mucha luz.
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